Cuando Aldous Huxley publica su novela Un mundo feliz en febrero de 1932, la obra le consagra como uno de los referentes intelectuales del siglo XX. Dieciséis años después, en agosto de 1948, escribe otra novela distópica, Mono y esencia. El libro sale a la venta en pleno telón de acero, con el mundo dividido en dos irreconciliables grandes bloques geopolíticos –la Unión Soviética y los gobiernos de Occidente– y enfrentándose a la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial librada con armamento nuclear.
El escenario postapocalíptico
La absoluta desconfianza de Huxley en la deriva que toman los ideales, los nacionalismos y el progreso científico de mediados del siglo XX le lleva, con fundado temor, a dar un paso más allá. El autor no espera a que se desencadene un holocausto nuclear, sino que pasa directamente a visionar y predecir el postapocalíptico escenario que le sucede. Contra todo pronóstico, el resultado, el reino de Belial en el sur de California en el año 2108, no provoca la fuerte repercusión que en el lector había causado la científicamente edulcorada civilización del Estado Mundial.
Desde su publicación hasta nuestros días, una de las cuestiones que sigue creando mayor expectación entre la crítica es encontrarle explicación a la especie de limbo literario en que cae la obra. Ni siquiera la apuesta de Huxley por un novedoso estilo narrativo, donde se construye la argumentación desde el lenguaje propiamente cinematográfico, fue suficiente para ser tratada como tema de estudio desde una perspectiva puramente semiótica. La razón parece evidente: la fuerte repercusión literaria de Un mundo feliz y la proximidad temporal de 1984 de George Orwell destinan y condenan a Mono y esencia a convertirse en uno de los grandes «clásicos olvidados» de nuestra era contemporánea.
En nuestros días, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial pasada por bombas atómicas, con un Putin que mantiene en jaque a la población mundial, vuelve a convertir el “terror nuclear” en una de las causas de mayor preocupación en nuestra sociedad occidental. Por tanto, es oportuno rescatar el mensaje visionario que Huxley ofrece a la humanidad en 1948 con Mono y esencia: existe la posibilidad de que una inesperada guerra librada con armamento nuclear destruya la civilización tal y como la entendemos y nos acabe reduciendo a una especie de humano-bestia ya incapaz de volver a erigir la humanidad.
Teniendo en cuenta la importancia que el fundamentalismo religioso y político adquieren en la pseudocivilización representada en la novela, el lector se encuentra ahora ante una inmejorable oportunidad de leer y reinterpretar esta seria advertencia sobre nuestro futuro más inmediato.
En la ficción, el ser humano se ve instado a elegir entre uno de estos dos escenarios de la novela:
- Como dicen en el libro: «Hablar de paz para acabar con la guerra, o hablar de democracia independiente».
- O dejarnos degradar como humanos hasta el punto de convertirnos en simples bestias adocenadas y guiadas por la versión más tétrica de la política, con independencia de ideologías.
Recepción en español
En Mono y esencia, un abatido modelo social adopta la fórmula de Estado: «Miedo a las instituciones, demostrablemente fatales, por las que, en nuestra lealtad suicida, estamos dispuestos a matar y morir». Para nuestra suerte y desgracia, su mensaje visionario está a día de hoy más vigente que nunca.
Si a principios de los cincuenta la advertencia de la novela fue eclipsada por la infatigable y cruenta mirada del Gran Hermano de Orwell y por el Gran Estado de Un mundo feliz, en nuestros días encuentra una casi exacta reproducción precisamente en el monstruoso orden mundial que Rusia pretende imponer a cualquier precio.
La tímida repercusión de Mono y esencia en el panorama literario anglosajón podría haber retrasado su edición en español. Esto, por fortuna, no sucedió, gracias a la incondicional seguidora y amiga de Huxley, la escritora y editora argentina Victoria Ocampo. Ella fue quien impulsó la primera edición de Mono y esencia en español en 1951, apenas dos años después de la edición inglesa. La traducción entonces corrió a cargo del escritor y traductor catalán, exiliado en Argentina, Cèsar August Jordana (1893-1958).
La última edición de Mono y esencia, de cuya edición y traducción me he encargado, la ofrece la editorial Cátedra en el año 2017, e incluye un exhaustivo estudio preliminar sobre la obra, con abundantes notas textuales y una traducción que reinterpreta las voces, los mensajes hipnopédicos y los registros del texto original inglés en su adaptación al español.
Aldous Huxley, con esta alegórica fábula moral de nuestro tiempo, nos recuerda que «gracias a las palabras hemos podido superar a las bestias; y gracias a las palabras, a menudo nos hemos puesto al nivel de los demonios». Esperemos que Mono y esencia nunca salte de la ficción a la realidad y siga siendo esa lectura necesaria y oportuna que nos invita a una reflexión serena para aprender a reconocer, y así frenar, “con las palabras” y no con la guerra, los demonios que merodean por la naturaleza humana.
Quedémonos con la reflexión que el autor de otra gran distopía, La naranja mecánica, Anthony Burgess, realizase en su día sobre Mono y esencia: “Novelas como Mono y esencia parecen, ahora más que nunca, productos de su tiempo (PosHiroshima), bastante anacrónicas. Pero esta es Huxliana, inteligente, brutal, reflexiva, original, y su línea argumental cautiva nuestra mente… Es una visión nauseabunda de un futuro más que posible… El hombre nuclear ha revertido en el simio”.
Por: Jesús Isaías Gómez López Filología Inglesa, Universidad de Almería
Artículo publicado originalmente en The Conversation
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