Esta semana hemos sabido que el teclista de Depeche Mode, Andrew ‘Fletch’ Fletcher, murió el pasado mayo debido a una disección aórtica. Las disecciones aórticas son relativamente infrecuentes en comparación con otras enfermedades cardiovasculares, como los infartos, pero sus consecuencias son a menudo muy negativas.
La aorta es la principal arteria del cuerpo. Lleva sangre rica en oxígeno y nutrientes desde el corazón al resto del cuerpo, proporcionando a nuestros tejidos todo lo que necesitan para funcionar correctamente. Una disección aórtica es un desgarro del revestimiento más interno de la aorta. El revestimiento interior es una capa única de células altamente especializadas llamadas células endoteliales, que garantizan que la sangre se mantenga en su forma líquida mientras fluye por los vasos sanguíneos del cuerpo.
Cuando se produce un daño en la capa endotelial, la sangre a alta presión atraviesa la capa íntima y se introduce en la siguiente capa, la media, diseccionando literalmente un camino hacia las capas externas de la aorta. Si no se diagnostica y se trata, esto puede provocar un fallo completo de la pared de la aorta y la salida de la sangre del vaso hacia las estructuras y tejidos vecinos. Esto estira la aorta y cambia su función biomecánica, lo que puede contribuir aún más al proceso de la enfermedad.
El desvío de la sangre hacia el desgarro puede dificultar el flujo de los órganos situados a continuación, impidiendo en algunos casos el suministro a algunos de ellos. El desgarro también modifica el flujo de sangre a través del vaso, lo que puede causar más daños a las células especializadas del revestimiento endotelial.
Enfermedad poco común
Las disecciones aórticas afectan a aproximadamente tres o cuatro personas de cada 100 000. Y son dos veces más frecuentes en la parte ascendente de la aorta en comparación con la parte descendente.
Es importante saber dónde se produce una disección aórtica, ya que esto puede influir en la forma en que se ve afectada una persona, en el tratamiento de la enfermedad y en su probabilidad de supervivencia. Las disecciones que afectan a la aorta ascendente se conocen como tipo A, mientras que las que afectan a la aorta descendente son de tipo B.
El sexo de una persona también influye en el tipo de disección aórtica que puede desarrollar, así como en la probabilidad de padecerla. En el caso de los hombres, la disección aórtica suele producirse en torno a los 60 años, mientras que en las mujeres suele producirse más tarde, en torno a los 65 años. Las disecciones de tipo A son dos veces más probables en los hombres que en las mujeres.
Las disecciones aórticas están vinculadas principalmente a dos factores: condiciones genéticas y el estilo de vida, que afectan al corazón y a los vasos sanguíneos. Por ejemplo, la mala alimentación y el tabaquismo pueden provocar hipertensión (presión arterial alta), lo que aumenta la probabilidad de que se dañen las células especializadas que recubren los vasos sanguíneos. Esto hace que sea mucho más probable que una persona desarrolle una disección aórtica.
Otro factor importante relacionado con el estilo de vida que hace que una persona sea más propensa a desarrollar una disección aórtica es el consumo de cocaína. Esto aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, al tiempo que disminuye la cantidad de sangre que pasa por las arterias que irrigan el corazón.
El consumo de cocaína no solo hace que una persona tenga más probabilidades de desarrollar una disección aórtica más adelante, sino que también puede desencadenar una disección aórtica.
Hay una serie de enfermedades genéticas que también se asocian a un mayor riesgo de disección aórtica. La más común es una enfermedad llamada síndrome de Marfan, que afecta aproximadamente a una de cada 5 000 personas. Esta enfermedad impide que las personas produzcan una cantidad suficiente de una proteína clave que ayuda a dar a las paredes de los vasos sanguíneos su estructura y elasticidad.
Sin una cantidad suficiente de esta proteína, las paredes de los vasos sanguíneos se debilitan y corren un mayor riesgo de disección o rotura. Las personas con síndrome de Marfan también son más propensas a desarrollar una disección aórtica a una edad más temprana, normalmente en torno a los 38 años.
Los traumatismos también pueden provocar una disección, siendo los accidentes de tráfico una de las principales causas. Pueden provocar el inicio de una disección, o una rotura espontánea de la aorta.
Posibles tratamientos
Los síntomas de la disección aórtica incluyen dolor, descrito a menudo como un desgarro en el pecho, el abdomen o la espalda. En los casos en los que se sabe que las personas tienen condiciones predisponentes, se les controla o gestiona médicamente, normalmente con fármacos como los betabloqueantes y los antihipertensivos, que reducen la presión arterial y disminuyen el riesgo de daños en el revestimiento endotelial. Este tipo de tratamiento solo es realmente apropiado para las disecciones de tipo B. El tipo A casi siempre requiere una intervención quirúrgica inmediata.
En las personas con sospecha de disección aórtica, o que ya la conocen, es fundamental detectarla pronto. Por lo general, se utiliza un TAC para diagnosticar la enfermedad y la fase final del tratamiento es la reparación o sustitución quirúrgica de la parte defectuosa de la aorta. Pero los resultados de este procedimiento son dispares, ya que la supervivencia de la cirugía para una disección de tipo A suele ser de alrededor del 52-94 % al año después de la operación y del 45-88 % a los cinco años. Para el tipo B, hay una variación en la supervivencia similar, al año (alrededor del 56-92 %) y al año 5 (48 %-82 %).
En las disecciones de tipo B, a veces los medicamentos antihipertensivos pueden utilizarse para estabilizar al paciente antes de la cirugía, pero esto no siempre es posible. Una disección es una enfermedad grave y no se repara por sí sola. Debido a la gravedad y a los posibles malos resultados de la disección aórtica, es importante modificar cualquier factor del estilo de vida que pueda contribuir a aumentar el riesgo, y hacer ejercicio, seguir una dieta sana y equilibrada y dejar de fumar. También es importante asegurarse de que se controle médicamente cualquier problema de salud subyacente que pueda suponer un mayor riesgo (como la hipertensión).
Por: Adam Taylor
Professor and Director of the Clinical Anatomy Learning Centre, Lancaster University
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Conversation