Nunca he sido amigo de crear polémicas ni entrar a discutir lo que afirme u opine cualquier persona en relación con mi trabajo. Creo que, quien lo haga, está en todo su derecho de expresar sus conceptos. Lo que sí no está bien es que cuando se critique de forma negativa un trabajo o una obra, se siente cátedra con frases como: “lo único bueno es tal cosa… o tal otra cosa es una basura...”. No estaría de más que la persona que escribió el artículo ‘Los dueños del show’ la semana pasada, aclarara que se trata de su punto de vista, de su gusto estrictamente personal, sin entrar a descalificar el trabajo de un grupo de profesionales como lo es el elenco de Sábados Felices, con adjetivos descalificadores y ofensivos. En Sábados Felices tenemos claro que nuestro público es el pueblo, no la elite; y para ese público trabajamos. Lo hacemos con honestidad y con profesionalismo y esos millones de televidentes de los estratos 1 a 4 nos abren sus puertas generosamente cada semana desde hace 35 años con gratitud. Me preocuparía que un comentario como el publicado por ustedes la semana anterior viniera de un trabajador humilde o de una ama de casa del barrio Quirigua, por ejemplo. En ese caso, nuestra misión no estaría cumpliendo su cometido. Pero que a una persona de estrato 6 le parezca nuestro trabajo ramplón y de mal gusto, pues yo diría que es comprensible. El televidente raso para el que trabajamos seguramente no puede ni podrá en toda su vida ir a ver una comedia en Londres o en Nueva York o en Copenhague. Pero por respeto a esa labor denodada y dura que realizamos nosotros día a día para llevarle un poco de alegría al pueblo colombiano, debería el autor de dicho artículo aceptar que así como hay espectáculos como el de Andrés López o el de Sanint que colman sus expectativas, también las gentes del común, los olvidados de siempre, tienen derecho a tener su propio humor, así este no sea del agrado de algunos seudointelectuales que miran con asco esas expresiones populares. Ali Humar, director de ‘Sábados Felices’ Bogotá