Una semana después del trágico alud que sepultó a más de 130 personas en la represa del Guavio, cuando las crónicas han cesado de conmover a los lectores con sus espeluznantes descripciones, son muchas las dudas que quedan flotando y que le restan validez a las tesis que responsabilizan de la tragedia al azar, al destino y al invierno; si bien se sumaron en un instante varios factores que convirtieron en tragedia un fenómeno natural que habría podido tener consecuencias menos dramáticas, parece ser, como lo afirmaron algunos trabajadores de la empresa, que la imprevisión y la negligencia también jugaron su papel.No era la primera vez La historia de esta tragedia tiene sus antecedentes en una serie de derrumbes ocurridos entre noviembre del 82 y marzo del 83, cuando perdieron la vida varios trabajadores de la empresa. Esto obligó al sindicato a exigir a la constructora, el consorcio italoespañol Vianini-Entrecanales, que tomara mayores medidas de seguridad. Según declaraciones de trabajadores, la empresa no resolvió el problema, razón por la cual se realizó un paro hace dos meses, cuando, al parecer, fue instalado el nuevo sistema de alarmas. La empresa, por su parte, pidió al sindicato trasladar las máquinas a un lugar seguro en caso de que hubiera derrumbe y una comisión del ministerio de Trabajo que visitó la zona sugirió que se levantara un muro de contención, medida que se consideró excesiva y se sustituyó por la instalación de las alarmas.Sin embargo, las previsiones tomadas no fueron suficientes para evitar la catástrofe del 28 de julio. Jorge Buendía, de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá y director del "proyecto Guavio" dijo para SEMANA: "el invierno fue la principal causa del deslizamiento. Pero a esto también se agrega la difícil topografía de la región, cuyas características geológicas también pudieron contribuir en parte a la ocurrencia del fenómeno".SEMANA también consultó la opinión del geólogo doctor Rubén Llinás, director del Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional, quien señaló que "se trata de un terreno muy quebrado que está sometido a una verdadera telaraña de fallas y repliegues." Carlos Ospina, gerente de INGETEC, la firma que realizó el estudio de prefactibilidad del "proyecto Guavio", anotó que las principales hidroeléctricas del país presentan condiciones similares y que el personal que trabaja en el Guavio tiene larga experiencia en obras de este tipo. También señaló los factores que son considerados cuando se trabaja en un terreno difícil: características de pendiente, lluvia, estabilidad y erosibilidad del terreno, pero precisó que estos estudios no indican las precauciones que se deben tomar en la construcción de vías de acceso, que fue donde ocurrió el derrumbe.¿Sólo mala suerte? Es indudable que un factor de mala suerte jugó en todo el asunto. El derrumbe sucedió en uno de los tres cambios de turno de 15 minutos, cuando se presenta mucha movilización de gente. Aun cuando el derrumbe podía presentarse en cualquier momento, la probabilidad de que sucediera precisamente en un cambio de turno era de 45 minutos sobre 24 horas, es decir, del 1 sobre 32. Si a esto se agrega la existencia de un sistema de alarmas, las probabilidades disminuyen. Pero ese día el sistema no funcionó sino hasta las dos de la tarde. El doctor Buendía afirma que a esa hora "se presentó un pequeño desprendimiento que dañó el sistema eléctrico que se intentó reparar sin poder lograrlo antes del deslizamiento." El geólogo Llinás consultado por SEMANA opina que si el derrumbe era inevitable, porque se habían detectado fallas geológicas graves, éste ha debido provocarse inyectando agua o con dinamita, en condiciones de máxima seguridad, para no dejar al azar el deslizamiento. También considera que, "al menos, han debido tallarse una serie de terrazas escalonadas que habrían reducido a un 10% el riesgo del alud". Sin embargo, la Energía Eléctrica sostiene que "un deslizamiento de las características del que se presentó es prácticamente imposible d e predecir. "El meollo de la cuestión radicaría entonces no solamente en si fallaron o no los sistemas de alarma, sino también en si el deslizamiento ha podido precipitarse artificialmente con técnicas probadas, para no dejar en manos del azar la ocurrencia del fenómeno.Mientras técnicos e ingenieros atribuyen al azar, la mala suerte y el invierno los resultados trágicos del derrumbre, trabajadores y científicos consultados señalan que existen una serie de factores que ponen en tela de juicio tal afirmación y que señalan que a la empresa le cabe una gran responsabilidad en la tragedia. Sin embargo, en este momento y mientras no se conozcan los resultados de la investigación que se ordenó adelantar, no puede señalarse con certeza un responsable. No existen elementos de juicio suficientes para lanzar un juicio definitivo.La falla geológica que, al parecer, provocó el derrumbe, desapareció con el alud; nadie sabe a ciencia cierta si las alarmas funcionaron o no. Pero la magnitud del suceso exige algo más que las crónicas sobre "la venganza de la montaña que bajó a cobrar lo que era suyo". La tragedia, con apenas una fracción del tonelaje de material que cayó en Quebradablanca en 1974 con un saldo casi igual de víctimas, deja flotando en el ambiente interrogantes cuya respuesta final no la darán ni el destino ni el invierno.--