Sin dudas la donación más significativa y visible de los últimos años en Colombia es la que hizo el maestro Fernando Botero de parte de sus obras y de su colección personal al país. Gracias a este enorme gesto de desprendimiento y generosidad cientos de miles de personas podrán ver obras antes reservadas para el Primer Mundo.Como este acto ejemplar, todos los días personas, empresas y entidades nacionales e internacionales entregan algo de lo que tienen o producen para ayudar. Pero no necesariamente las donaciones deben ser en dinero, comida o bienes materiales. La Fundación Path, de Estados Unidos, que se ha especializado en donar tecnología para el cuidado de la salud de la mujer y de niños pequeños en el mundo, ya sea para producir vacunas o tratamientos contra el cáncer de útero, decidió donarle al país una patente para fortificar el arroz sin que pierda los nutrientes en el proceso de lavado o cocinado.Para introducir esta tecnología se estableció una alianza con la Unión de Arroceros, que a cambio de obtener el proceso y poderlo comercializar con un valor agregado debe encontrar la forma de que la población más necesitada del país lo pueda adquirir a un precio accesible. Luego de lanzarlo en el mercado, con la ayuda de varias entidades se está buscando la manera de garantizar que llegue a los niños, ya sea a través del Icbf o de programas públicos de nutrición.Hay un tipo de conocimiento, más común, que también es susceptible de ser donado. "Muchas personas tienen tesis, investigaciones, patentes o trabajos intelectuales que podrían ser utilizados o usufructuados por fundaciones o entidades sin ánimo de lucro que benefician a personas de escasos recursos", dice Ana María Torres, de Dividendo por Colombia.Otra forma fácil y diferente de hacer donaciones en especie puede ser dando uno o varios libros a la biblioteca pública de la comunidad o la ciudad en la que se vive. Un ejemplo es BiblioAmigos, una red de personas que está buscando recursos y textos para dotar de libros la red de bibliotecas públicas de Bogotá. Lo importante es entender que no es necesario tener mucho para convertirse en benefactor. A veces sólo basta con ceder aquel libro que ya nunca se leerá.