En el marco del cumpleaños 54 del futbolista colombiano, SEMANA habló con él de los momentos más importantes que han marcado su vida, entre ellos, el día que a su hijo le propusieron ser jugador del Boca Juniors.
Fue un día muy especial, porque en 2019 Lucas jugó para el Gimnasio de la Plata. Viajaron de vacaciones a Medellín y en enero de 2020 Mauricio Serna recibió una llamada de Román Riquelme –vicepresidente de Boca Juniors–, quien le dijo al exfutbolista colombiano que quería ver en su equipo a su hijo Lucas Serna, de 21 años.
“Román, si es por mí, que se marche ya”, dijo ‘Chicho’, pero sabía que la decisión no dependía de él, así que esperó a que Lucas llegara a la casa. Cuando eso sucedió, Serna reunió a toda su familia en la sala y pidió que hicieran silencio, porque tenía algo muy importante que hablar y era una decisión trascendental para la familia. “Cuando le dije, la emoción fue muy grande y él dijo: llama y diles que me voy mañana si es necesario”, recuerda.
La llegada a Boca fue difícil, empezando porque su traslado se dio cuando el mundo entero cambiaba por cuenta de la pandemia de la covid-19. Lucas es el segundo de sus hijos y le tocó dejarlo solo en Argentina, mientras sus hermanos y padres permanecían en Medellín, “pero creo que eso le enseñó cómo es la vida, lo fortaleció”, reflexiona Serna, agradeciendo que en el camino su hijo estuvo acompañado de lo que él llama ángeles de la guarda.
“Cuando uno hace obras de bien o sos leal, Dios te termina premiando”, esa es la explicación que da relacionada con el amigo en Argentina que le ofreció una oportunidad a su hijo. El hombre tenía un amigo futbolista que había rentado una casa en un barrio de las afueras de Buenos Aires y acogió en ella a Lucas.
Un año después contrataron a Mauricio Serna para dirigir las reservas de Boca, vio a su hijo entrenando y fue un momento de orgullo. “Yo no lo creía”, dijo. En ese momento, se dio cuenta que entrenar a un hijo tiene mucha responsabilidad, tanto así que por más que intentara ser imparcial no podía, terminaba exigiéndole más que a otro, lo que también terminaba siendo injusto para Lucas, con los otros jóvenes quizás era más receptivo.
“Mucha gente pensó que mi hijo iba a jugar directamente en la reserva de titular, porque era mi hijo, pero yo no traiciono mi forma de pensar”, dijo Serna que en una charla con su hijo, a quien le dijo que el día que mereciera llegar a la reserva allí estaría, que se lo tenía que ganar como cualquier otro.
“Pero ahí me di cuenta que la exigencia para con tu hijo es el doble, porque siempre aparece el qué dirán y eso es injusto”, indica, aclarando que son las reglas del juego.
Siempre le dijo la verdad, que el parentesco dificultaba la relación con lo profesional, pero llegó un momento en que lograron nivelar el asunto. Serna vio cómo su hijo entrenaba con esfuerzo, cómo debutó en la cuarta categoría, lo corrigió y las charlas más largas de retroalimentación se daban en el carro de regreso a casa.
Asegura que esta es una de las mejores experiencias de su vida, le ha servido para madurar y aprender, al mismo tiempo que ve crecer a su hijo. Para Serna, la familia es el primer lugar en su vida. Las lesiones, los desplantes, el qué dirán y los pleitos jurídicos por presuntos nexos con el narcotráfico en Argentina –que aún están en investigación– pasan a un segundo plano cuando entiende que cada día de vida es un regalo.