Normal 0 21 false false false ES-CO X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4 El ambiente era inmejorable para los brasileros. Sin embargo, Colombia, esta vez vestida rojo, saltó a la cancha del estadio Castelao con la ilusión de hacer historia, como si fuera poco la increíble actuación que han hecho hasta el momento. Sonó el “Oh gloria”, seguido de las notas del himno brasilero, el escenario se quería caer. Colombia no empezó bien el encuentro. Los dirigidos por Scolari se acercaron de manera peligrosa al arco de Ospina, hasta que al minuto 6, produjeron un tiro de esquina a su favor. El cobro terminó en gol de Thiago Silva, quien anotó tras recibir solo en el área chica para mandarla a guardar. Las miradas de Yépes y Sánchez lo decían todo, perder a esa altura con la selección local cambiaba todos los planes que Pékerman tenía para el partido. De ahí, hasta los 10 minutos, fue un solo brasilero. La defensa “tricolor” se hacía agua. Hulk y Neymar desbordaban por las laterales poniendo en situación de gol a Fred. Brasil seguía acercándose a lo largo del primer tiempo, pero el encuentro se metió en el congelador, con faltas en la mitad de la cancha y con un árbitro que no dejó jugar a colombianos ni a brasileros. Así se fueron los 45 minutos iniciales. Con más faltas que juego. La segunda parte no mejoró en mucho para Colombia, Brasil seguía inquietando y la marca “tricolor” en la mitad de la cancha no funcionaba. Una falta de James Rodríguez, dudosa por cierto, trajo el segundo gol brasilero. David Luiz lo cobró y la puso en el ángulo del arco de Ospina. El sueño parecía acabarse. Pero no, los de Pékerman mostraron una garra increíble. A los 80 minutos, el juez Velasco decretó penal a favor de Colombia. Al cobro James, gol. Las ilusiones renacieron, todo el equipo se vino encima de la portería de Julio César. El tiempo no dio para más, una y otra vez Bacca, James, Yépes, todo el equipo dejó  el alma en el Castelao. No deja de inquietar la actuación del juez español. Si bien la derrota colombiana no se debe solo a las decisiones del central, influyó en momentos fundamentales del encuentro. La grandeza de los de Pékerman no se agota en las quejas arbitrales, porque aún así, se mostró algo que nunca jamás se vio en la historia de nuestro fútbol, tocar la cara de un pentacampeón mundial en su propio patio. ¡Gracias muchachos!, gracias por tanto. Porque en 200 años de frustraciones y casi tres décadas sin tocar la gloria, nos dieron la oportunidad de soñar, un regalo que pocos nos ofrecieron.