A Teófilo Gutiérrez se le ama o se le odia. En el Metropolitano de Barranquilla le profesan auténtica devoción. Allí es una deidad cada vez que se enfunda la camiseta rojiblanca del Junior, o la amarilla de la Selección. “Teo, Teo”, aclaman al hijo más ilustre del barrio La Chinita. A 8.500 kilómetros al sur de La Arenosa, en la mítica Bombonera de Buenos Aires, el estadio del Boca Juniors, Gutiérrez es un paria, la afición del club más popular de la Argentina lo detesta. “Negro hijo de las mil p…”, le gritan cada vez que se ha asomado por el túnel de vestuarios. El martes en la noche, Teo volvió a pisar la grama de la Bombonera. No había nadie en las tribunas, nadie lo insultaba. Junto a sus compañeros del plantel del Junior hizo el reconocimiento del terreno donde este miércoles (a partir de las 7:45 de la noche-Fox Sports) se enfrentará al Boca que más colombianos ha tenido en la historia (Fabra, Barrios, Cardona, Pérez). Sonreía, de oreja a oreja, y así se tomaba fotos. Casi todas las subió a Instagram. La prensa argentina, experta en ponerle picante a un duelo de 11 hombres contra 11, asegura que sus sonrisas son desafiantes.

Para la 12, la mítica barra popular de Boca, Teo no era nadie hasta el 20 de noviembre de 2011. El barranquillero era el goleador y la gran figura de Racing de Avellaneda, el equipo que viste con los mismos colores que la Selección Argentina. El empate a cero fue lo de menos. La noticia fue la actuación del colombiano. Al minuto 76 el árbitro no concedió un penal sobre Teófilo, y este se calentó y empujó a Néstor Pitana, el juez, que le sacó la segunda tarjeta amarilla. Expulsado.

En su camino al vestuario, mientras lo puteaban desde las tribunas de la Bombonera, Teo los miró con sonrisa burlona, humillante. Levantó el dedo del corazón de su mano derecha, les hizo pistola y se tapó la nariz, como diciendo que el estadio del barrio la Boca apestaba. Dos fechas de sanción. Desde entonces Teo se volvió demonio. Regresó tres años después, en el clausura de 2014, pero vistiendo la camiseta de la banda cruzada de River Plate, el eterno rival de Boca, y del que se había declarado hincha. Esta vez Teo se fue sonriente, con un pase de gol suyo, River se llevó la victoria por 1-2. También en 2014, pero por el torneo incial, Teo volvió a la Bombonera y River empató a un gol con Boca. El barranquillero poco brilló. Y por Copa Suramericana jugó los 90 minutos en cancha de Boca en la semifinal que terminó sin goles, pero en la que sacó los colmillos con Fernando Gago, ídolo xeneize. River, a la postre, los eliminó y se coronó campeón de este certamen.

En 2015, pero por octavos de final de Copa Libertadores, Teo evitó la Bombonera. En el juego de ida, en cancha de River, lo expulsaron por un patadón a Burdisso. Teo se marcharía meses después del equipo millonario y no levantaría la Copa Libertadores con sus excompañeros, aunque toda Argentina y el continente sabía que medio trofeo era del barranquillero, y lo ganó en la mágica noche de Cruzeiro, el mejor partido de su vida.  

Tras un breve periplo en Portugal con el Sporting de Lisboa, y una estelar actuación de Colombia en los Olímpicos de Río de Janeiro (2016), Gutiérrez volvió a Argentina, a la ciudad más futbolera del planeta, y para vestir la camisa azul y amarillo (los colores de Boca) del Rosario Central. El calendario lo volvió a poner en la Bombonera otro 20 de noviembre, como el día de la expulsión con Racing.

Aquella tarde, el confeso hincha de River adelantó en el marcador a Rosario Central, y celebró el gol frente a la 12 haciendo la banda cruzada sobre su camiseta. Carlos Tévez, quien años atrás había ofendido a River celebrando un gol aleteando como una gallina, esta vez se consideró víctima de un agravio. Se fue a increpar al colombiano que tras su polémica celebración salió expulsado. Volvió a irse a los vestuarios con la nariz tapada. 

“Siempres será lindo enfrentar a Boca”, dijo Teo en el aeropuerto Ernesto Cortissoz, antes de viajar a Buenos Aires. Ya en la capital argentina se le vio feliz en la cancha de la Bombonera. Este jueves escribirá una nueva página en uno de los templos del fútbol, precisamente donde Teo no es Dios, es un demonio.