El colombiano Robert Farah, doblista de tenis profesional y quien estará presente en el primer abierto del año en Australia, expresó su opinión frente al caso de Novak Djokovic y manifestó que ha “habido mucha mala leche” alrededor de este tema.
De acuerdo con Farah, campeón de dobles en Wimbledon y el US Open junto a Juan Sebastián Cabal, dijo que “a los periodistas les gusta crear mucha cizaña. No soy de juzgar ni de crear una opinión mala sobre alguien. Siempre toca dar el beneficio de la duda”.
En las historias de su cuenta oficial en Instagram, concluyó diciendo que “sí siento que todos nos deberíamos vacunar y respetar las reglas de los países. Si Novak está acá es porque pensó que, de alguna manera, podía entrar legal”.
Reacción de Djokovic
Aunque los requisitos se han suavizado para los vacunados con visado, siguen existiendo normas estrictas para los no vacunados. Naturalmente, los residentes australianos y otros de todo el mundo se sorprendieron cuando la estrella del tenis no vacunada, Novak Djokovic, anunció que iba a viajar a Melbourne para defender su título del Open de Australia, habiendo sido eximido de los requisitos de cuarentena.
Muchos pensaron que con la exención concedida a Djokovic las normas se estaban torciendo en beneficio de los ricos y poderosos de una manera que no habría ocurrido con un ciudadano común. El virus no le otorga un salvoconducto por ser un tenista de alto nivel, así que ¿por qué deberían hacerlo las autoridades de inmigración?
Aunque en el momento de escribir este artículo el desenlace de los problemas de visado de Djokovic sigue siendo incierto, el doble rasero de las normas plantea una cuestión mucho más importante sobre la filosofía del derecho: ¿puede la aplicación de una norma ser tan injusta que no tengamos ninguna razón válida para cumplirla?
La cuestión de “una norma para ellos y otra para el resto de nosotros” se plantea con frecuencia. En Reino Unido, a lo largo de la pandemia, los ricos y poderosos han afirmado –a menudo de forma increíble– que sus acciones estaban avaladas por normas que restringían el movimiento al común de los mortales.
Recordemos la afirmación del conocido asesor británico Dominic Cummings de que su viaje de ida y vuelta de 50 millas desde Durham a Barnard Castle durante el confinamiento era un “viaje local”, o las afirmaciones de los funcionarios de Downing Street de que sus encuentros nocturnos de queso y vino no eran fiestas, sino reuniones de trabajo.
Las consecuencias de un sistema en el que una norma parece aplicarse a unos pocos elegidos y otra a todos los demás fueron advertidas por el filósofo del derecho Gustav Radbruch. Dado su desempeño como ministro de Justicia alemán durante la República de Weimar y, posteriormente, como respetado académico del derecho, haríamos bien en inspirarnos en sus puntos de vista sobre cómo se hace y se mantiene la ley.
Radbruch sugirió que una norma que no trata todos los casos por igual podría ser tan injusta que socave la estabilidad de todo el sistema jurídico. Si la población en general piensa que una persona está exenta de una norma sin una buena razón, todos cuestionarían (con razón) el sentido de la norma. Pueden preguntarse por qué deben seguir cumpliéndola; si un número suficiente de personas hace esto, la razón para tener la norma desaparece por completo. Siguiendo en Reino Unido, el descenso real en el apoyo público a las directrices de la covid-19 tras el viaje de Cummings al castillo de Barnard es un buen ejemplo de ello.
Este fenómeno no solo es perjudicial para la norma en cuestión, sino para el sistema en su conjunto. Si los ciudadanos no confían en una norma individual, pueden ser más escépticos con respecto a otras normas y negarse a seguirlas también. Antes de que nos demos cuenta, podemos llegar a un punto en el que haya tanta inseguridad sobre qué normas deben seguirse y cuáles no que la sociedad se vuelva ingobernable.
Radbruch concluye que una norma que no trata igual casos similares no puede considerarse una ley. Esto se debe a que un requisito clave de un sistema legal es que necesita ser estable, lo que significa que la gente necesita saber cuál es la ley y cuándo se aplica.