El viaje hacia Arica, la sede donde nos tocó jugar el Mundial de Chile 62, fue largo. Tuvimos que hacer escalas en Cali, Guayaquil, Lima y Tacna, un municipio que colinda con Chile. Cruzamos la frontera en bus y nos hospedamos en el hotel El Morro. Por esa época estaba finalizando el otoño y el clima de la ciudad era muy similar al de Manizales. Allí llegamos los 22 convocados y el cuerpo técnico conformado por el ‘maestro’ Adolfo Pedernera y José Claudio Constanzo, el preparador físico. De los tres rivales que íbamos a enfrentar solo conocíamos a Uruguay, pues muchos de sus jugadores pasaron por la liga colombiana, en especial por el Cúcuta Deportivo. A ese primer partido llegamos confiados y motivados por el ‘maestro’ Pedernera que nos dijo que hiciéramos nuestro fútbol basados más en la técnica que en la velocidad y la resistencia. El esquema era 4-2-4. En el arco estaba Efraín ‘Caimán’ Sánchez, el más veterano; la defensa estaba conformada por Francisco ‘Cobo’ Zuluaga, que además de ser el capitán era quien daba las órdenes en la cancha, Jaime González, Óscar López y Héctor Echeverri; Jaime Silva y Marcos Coll ocupaban la línea de volantes; y en la delantera estábamos Jairo Arias, Marino Klinger, Delio ‘Maravilla’ Gamboa y yo por la punta derecha. El partido empezó a las 3 de la tarde. En el estadio había chilenos y peruanos que nos apoyaban más a nosotros que a ellos. Ese día jugamos con camiseta azul, pantaloneta y medias blancas. En el primer tiempo dominamos con el juego de posesión y toque a ras de piso. Ellos no nos inquietaron en el área. Cuando acababa de pasar el primer cuarto de hora de partido, hubo una falta en el área que el árbitro húngaro pitó a favor nuestro. ‘Cobo’ era el encargado de cobrar los penales así que no tuvo muchos nervios y tiró con la zurda al palo de la mano izquierda de Sosa, el arquero charrúa, que se estiró en vano al otro costado. Todos fuimos a abrazar a ‘Cobo’ en ese momento. Aunque la alegría era grande, en esa época los jugadores no celebrábamos de forma tan efusiva como hoy día que se quitan la camiseta y corren como locos. Nosotros seguimos con la misma estrategia pero los uruguayos reaccionaron de forma violenta. En un tiro de esquina José Sasia, uno de los delanteros, le pegó un puñetazo a ‘Cobo’ y le fracturó tres costillas. A partir de ese momento el panorama cambió para el equipo porque en esa época el reglamento no permitía que se hicieran cambios y no había tarjetas tampoco. Nos quedamos con 10 por la lesión de ‘Cobo’ y aguantamos así hasta el entretiempo. En la segunda mitad ellos se vinieron con todo y a los 11 minutos nos empataron con gol de Luis Cubilla, legendario jugador de la celeste. Para colmo de males se nos lesionó ‘Maravilla’ Gamboa y nos quedamos con nueve. Ya era una lucha desigual. Para nosotros fue muy duro perder a nuestro capitán y además de eso al delantero estrella. Por eso fue difícil aguantar el aluvión de ataques. Sobre la media hora de juego nos anotó Sasia, quien había lesionado a ‘Cobo’. Fue el 2-1 con el que sentenciaron el partido. Nosotros quedamos muy tocados por la forma en que perdimos el partido, pero eso nos animó a ir por más en los siguientes. El legendario 4-4 con los soviéticos fue épico y suficiente para que quedáramos en la historia de ese campeonato, a pesar de haber caído goleados 5-0 en el último partido contra los yugoslavos. Cuando volvimos a Bogotá el recibimiento de la gente fue increíble. Nos hicieron sentir a todos los que hicimos parte de ese equipo la alegría y satisfacción de haber representado bien al país en el Mundial. A mí me gusta que nos llamen ‘los pioneros’.