Luis Díaz no solo estuvo preso de la angustia y la tristeza por 13 días, tiempo en el que mantuvieron secuestrado su papá, Luis Manuel. También llevaba cuatro fechas de las eliminatorias suramericanas atrapado en la frustración propia y la crítica colectiva por no poder marcar goles con la selección Colombia ante rivales como Venezuela, Chile, Uruguay y Ecuador, luego de tener opciones muy claras.
“Tenemos mucha confianza en él. Lo que pasa es que en Liverpool juega cada tres días y en Colombia juega cada mes o dos meses”, dijo Néstor Lorenzo como espaldarazo al jugador. Sin embargo, contra Brasil, un rival al que le marcó uno de los mejores goles con la camiseta de la selección en la pasada Copa América, tenía una nueva oportunidad para desahogar en goles la impotencia.
“Lucho todo el tiempo ha tratado de definir tranquilamente cuando tiene la oportunidad, pero a veces no lo logra porque las oportunidades no son claras”, dijo su papá, Mane Díaz, a SEMANA en Barranquilla. Díaz tuvo que cargar con el peso de las críticas por no ganarle un mano a mano a Santiago Mele, arquero de Uruguay, y por errar un penal contra Ecuador. Además, el 28 de octubre los criminales del ELN secuestraron a su papá y lo tuvieron 13 días en cautiverio.
El fútbol entonces pasó a un segundo plano. El país se olvidó de los errores frente al arco del mejor jugador nacional en la élite del balompié y se solidarizó en una sola petición: la libertad de su ser querido.
“Fue un hecho que nos tuvo en vilo, el grupo estuvo muy pendiente apoyando a Lucho y a su familia, siempre estuvieron en oración para que esto terminara bien. Fueron momentos muy duros”, dijo Néstor Lorenzo.
El mundo entero habló escandalizado de lo sucedido. Los días de la libertad se dilataban y, mientras tanto, Luis Díaz volvió al terreno de juego con su club, le marcó un gol al Luton Town y mostró una camiseta que decía “Libertad para papá”.
Cuatro días después, se dio el momento más anhelado. Mane Díaz volvió a casa y esa misma tarde Néstor Lorenzo entregó la nómina de 26 elegidos para enfrentar a Brasil y a Paraguay. El guajiro estaba en la lista y desde ese momento se empezó a hablar de una revancha personal con su fútbol y con la vida misma. “Lo que más me da tristeza fue la crítica que le hicieron a él después de estos dos partidos con Ecuador y Uruguay. Fueron totalmente injustos con él”, dijo Luis Fernando Suárez en SEMANA antes del partido con Brasil.
El técnico tres veces mundialista, con la experiencia que lo caracteriza, presagió que el momento emocional de Lucho, lejos de abrumarlo, le ayudaría a tener una tarde inolvidable en el estadio Metropolitano.
“El técnico debe aprovechar el momento emocional para bien y no para mal. Ya lo reflejó marcándole al Luton Town. Mostró que puede hacer cosas que emocionalmente son fuertes. Eso es lo que hay que hacer, debe estar lleno de ganas y energía”, anticipó Suárez.
La casa de la selección fue el hogar más caluroso. Los más de 40.000 aficionados del estadio de Barranquilla gritaron al unísono: “Lucho, Lucho, Lucho”, desde el momento en el que el jugador saltó a la cancha a hacer el calentamiento. Díaz nunca se desesperó. Tuvo varias opciones de marcar que se desperdiciaron o se quedaron en las manos de su compañero en la Premier y rival en el arco de Brasil, Alisson Becker.
James Rodríguez fue su socio ideal todo el partido. Al 10 se le vio filtrándole balones y acompañando a Lucho en cada jugada. También calmándolo cuando el desespero aparecía de nuevo y hasta levantando los brazos para incitar al aliento de los hinchas. “El respeto para Lucho es mucho porque en los últimos 15 días la pasó muy mal. Intenté estar con él en la distancia. Los buenos en Colombia somos más, un país de gente echada para adelante”, dijo James.
Cuando Luis Díaz parecía que iba a ser sustituido por el desgaste físico, Cristian Borja le puso un centro desde la izquierda y de cabeza, esa que nunca perdió, la mandó a guardar. Su primer gol en eliminatorias y un grito de libertad que se extendió en toda Colombia. Los Díaz lloraron. Lucho abrazó a sus compañeros y Mane lloró en la tribuna, acompañado de su esposa.
El desahogo no era suficiente, había que sacar más. No importaban el cansancio ni las molestias físicas. Luis Díaz estaba jugando con el corazón. Faltando 11 minutos para el pitazo final, James sacó de su sombrero un truco hecho centro. La magia la puso Luis Díaz otra vez de cabeza. El éxtasis total. “Eran unos goles que soñaba. Los traje con la mente después de todo lo que hemos pasado. Quiero dedicarles este triunfo a mi padre y a mi familia”, dijo Lucho en los micrófonos de SEMANA.
Tal vez estaba escrito en el destino que así se diera su regreso al gol con la selección. Algunos dicen que ni el mejor guionista de cine se hubiera imaginado todo lo que Luis Díaz tuvo que sufrir para después volver a gozar. “El triunfo terminó en una novela que solo pudo escribir Dios. Todo lo que empezó en tristeza tuvo un final feliz”, dijo Eduardo Luis López en Vicky en SEMANA.
“Empezamos rezando para que aparezca el papá y terminamos festejando los goles de Lucho para él, que ha sufrido tanto. Emociona”, concluyó Néstor Lorenzo tras la victoria 2 a 1 y antes de enfrentar el 21 de noviembre a Paraguay.
Fue un triunfo histórico para Colombia, que se había enfrentado en 14 ocasiones por eliminatorias a Brasil, con un balance de siete victorias para la Verdeamarela y siete empates. “Los Díaz” de inferioridad con los pentacampeones ya empezaron a cambiar con dos goles de libertad.