Dos metros y 11 centímetros de estatura no bastan para tocar el cielo. Se necesita mucho más que eso para brillar en el firmamento de la pelota naranja. Jaime Echenique sabía que tenía más que altura, aunque al inicio del camino muchos dijeron que simplemente se destacaba por su talla, la cual, irónicamente, no le alcanzaba para ser un grande del baloncesto. “Se requiere fortaleza mental porque tendemos a creernos todo lo que los adultos nos dicen”, relató para explicar todas las ideas que intentaron meterle en la cabeza con el fin de que no se dedicara al baloncesto.

En Barranquilla, en la calle 70 del barrio San Francisco, los vecinos de la familia Echenique Salinas primero vieron cómo el joven caminaba hacia los entrenamientos de béisbol. Todos rogaban que los jonrones lo dejaran sin energía para que el ‘pequeño terremoto’ no causara más dolores de cabeza en la cuadra. “Andaba montado en los palos de mango, techos, con una bicicleta me volé todas las uñas, yo era tremendo”, recuerda.Entre pilatunas, la vida lo obligó a madurar a muy temprana edad.

Prácticamente se crio solo, porque su papá trabajaba en el transporte público en Barranquilla y su mamá en un restaurante. Sin embargo, nunca lo descuidaron. “La alimentación para que ese muchacho creciera así era muy buena. Somos humildes, pero está bien criado”, dijo Jaime, el papá del basquetbolista, quien recordó que no pudo cumplir sus sueños y por eso siempre tuvo claro que su hijo no repetiría su historia.

Jaime Echenique Salinas basquetbolista colombiano | Foto: GUILLERMO TORRES REINA

El deporte de la pelota caliente se fue enfriando en su vida por el cambio de jornada estudiantil y, como si la vida lo tuviera destinado a ser un atleta, un día vio un cartel en el gimnasio que decía “si quieres jugar al baloncesto ven”, y con la puntualidad que lo caracteriza, allá llegó. Inició a los 12 años y era malo encestando, defendiendo, pivotando y bloqueando. Pero rápidamente se dio cuenta de que la técnica del básquet solo mejoraría con trabajo. “Siempre fui una persona muy perseverante, disciplinado, estricto, no llego tarde a ningún lado y me molesta que las cosas no salgan estructuradas”.

Cuando se graduó del colegio se fue a Medellín a buscar oportunidades en la Academia de la Montaña. Empezó como amateur y se fue profesionalizando. A medida que avanzó y mejoró, como se lo propuso, aumentaron las ofertas, las tentaciones y las promesas incumplidas. “Yo pedí ayuda para salir adelante y me dijeron sí, pero nunca me ayudaron. Recuerdo un entrenador que me dio un número de teléfono errado”, contó.

Las llamadas que nunca le contestaron lo motivaron a buscar línea directa para llegar a Bogotá, donde mostró la brillantez de su juego en el equipo UBC. El teléfono no paró de sonar con ofertas de Europa, pero tenía un compromiso con su padre y antes de dedicarse al deporte, debía terminar su carrera como sociólogo en la Trinity Valley Community College.

A Estados Unidos llegó becado por la gestión de una persona que se interesó en su talento y se comunicó con su equipo en Bogotá. Llegó a Houston, Texas, para jugar torneos interclubes, luego fue al Junior College en Trinity Valley Community College en 2016. El sueño americano lo construyó como todo en su vida, es decir, paso a paso. Ni el idioma sabía cuando llegó a Estados Unidos, pero la necesidad de comunicarse, sobrevivir y superar las indigestiones por pedir siempre la misma comida lo motivaron a aprender inglés. “Mis compañeros pedían el plato más picante del mundo y me tocaba comérmelo todo porque al entrenador no le gustaba que se desperdiciara la comida”, recordó.

Pero como su misión era la de no preocupar a su familia, valoró cada bocado. Vivía con 14 dólares diarios. Probó momentos tan agridulces como el que vivió al no ser elegido en el draft de la NBA en 2020. Se fue a España para jugar en las filas del Acunsa GBC y disputar la temporada 2020-21 en la Liga Endesa, pero se lesionó el tendón rotuliano.

La época de pandemia le dio tiempo para recuperarse. Fueron largos tratamientos, terapias y todo lo necesario para que el 4 de agosto de 2021 los Washington Wizards lo contrataran de cara a la temporada de verano de la NBA y lo llevaran al afiliado de la G League, los Capital City Go-Go. Se aprendió cada movimiento, cada estrategia del equipo principal de la NBA. Cuatro meses después (30 de diciembre de 2021), el pívot barranquillero ingresó en el cuarto tiempo del juego y ayudó a su quinteto a ganar 110-93.

Jaime Echenique Salinas basquetbolista colombiano | Foto: GUILLERMO TORRES REINA

Echenique abrió las puertas para pisar las canchas de madera. Las náuseas le llegaron al cuerpo después de la emoción de recibir la oportunidad de un contrato de diez días con los Wizards, que le permitió debutar durante tres minutos ante los Cleveland Cavaliers. “A la primera persona que llamé fue a mi papá, le pregunté si estaba sentado para que no se fuera para atrás”, relató con nostalgia porque se convirtió en el primer colombiano en tener minutos oficiales en la NBA. Terminado el juego, sus entrenadores lo felicitaron y él también se aplaudió por haber cruzado las barreras de lo que parecía imposible. Su teléfono, del que salieron muchas llamadas que no contestaron, explotó de mensajes y saludos de colombianos que lo reconocen como ejemplo de resiliencia.

En Colombia ya es una voz autorizada para reclamar a la dirigencia del baloncesto del país que crea en el desarrollo de las canteras de este deporte. “Mientras los procesos no se cumplan, no podemos hacer milagros”, afirmó reconociendo el gran papel de las mujeres.

Actualmente, disfruta sus vacaciones en Barranquilla junto a su familia y aprovecha para recordar todo lo que tuvo que hacer para cumplir sus sueños. La próxima semana se abrirá el mercado de fichajes en la NBA Summer League y sabrá en qué equipo seguirá demostrando que está a la altura de los mejores del baloncesto mundial.