Mundial de Fútbol de Brasil 2014. Estadio Maracaná, todo de amarillo. Junio 28, minuto 28: para la bola con el pecho, gira y, sin dejarla caer, la patea alta desde fuera del área con su zurda prodigiosa. Toca el travesaño del arco uruguayo y ¡gol de Colombia! James Rodríguez acababa de marcar la mejor anotación del torneo. Todo el mundo, literalmente, vio esa pintura y lo vio pararse en una esquina de la cancha, con los brazos extendidos, igual que el Cristo Redentor del Corcovado, como diciendo aquí estoy. Soy James Rodríguez, una nueva estrella del fútbol mundial. De Brasil salió llorando por la derrota frente al equipo local, pero con el título del goleador. El mundial que no fue de Falcao fue de James. Menos de un mes después, el muchacho nacido en Cúcuta, pero criado entre Ibagué y Medellín, ya jugaba en el Real Madrid. Su presidente, Florentino Pérez, le pagó 75 millones de euros a un ruso, dueño del Mónaco de la liga francesa, para ponerlo al lado de Cristiano Ronaldo.
James tenía 23 años y una carrera sorprendente para un futbolista colombiano de su edad: debut en Envigado antes de los 15, campeón con Banfield de Argentina a los 18 y campeón de la Liga de Europa a los 20 con Porto de Portugal, al lado de Falcao. Cuando el Mónaco se lo llevó, con 21 años, ya valía 45 millones de euros. Al llegar al Real Madrid, de la mano del portugués Jorge Mendes –un mánager top en el fútbol europeo–, tenía el recorrido necesario, había hecho bien la tarea. Todo estaba listo para que se consagrara en la cancha del equipo merengue, el Rey de Copas. Sin embargo, brillar en ese camerino rutilante no sería una empresa fácil.
En los últimos partidos del Madrid, James se convirtió en uno de los pocos espectadores presenciales en el estadio. Y no lo fue, aunque al comienzo pintaba bien. Bajo la protección de Carlo Ancelotti, la zurda mágica empezó a encantar a la tribuna del Santiago Bernabéu, a mostrarse como una pieza que hacía juego perfecto con Cristiano y los demás. Pero el equipo no dio lo máximo. Ancelotti no ganó títulos. Se quedó en la semifinal de la Champions y perdió la liga por un punto. Su paternalismo con los jugadores empezó a parecerle alcahuetería a Florentino Pérez y lo echó. Entonces trajo a Rafael Benítez, para poner disciplina. Su juego defensivo le quitó minutos a James y brillo al equipo. Pese a que sus números no eran malos, perdió el puesto a los siete meses por causa, principalmente, de una derrota 0-4 ante Barcelona.
El reemplazo de Benítez fue un ídolo del Madrid galáctico desde los albores del milenio: Zinedine Zidane, un técnico hecho en casa. Las cosas mejoraron mucho para el equipo, pese a las tensiones internas. Pero no para James Rodríguez, que cayó en desgracia por reclamar más oportunidades en la cancha. A Zidane no le importó poner en el banco los 75 millones de euros invertidos por Florentino Pérez y prefirió la cantera. James se quedó sin posibilidades de exigir porque Zizou tuvo un éxito arrollador. Ganó la undécima copa de Europa del Madrid a los cinco meses y al siguiente año hizo doblete con la duodécima y la liga. La selección Colombia se convirtió en un oasis para James en medio del desierto de frustración que significaba el Real. A mediados de 2017, mientras la hinchada celebraba otra liga y otra Orejona, a James no le quedó otra que salir huyendo al Bayern Múnich, con la esperanza de reverdecer bajo la protección de Carlo Ancelotti. Y se fue a préstamo con opción de compra, porque nadie daba los 60 millones que el Madrid pedía por cederlo del todo.
En el Bayern, el reencuentro con Ancelotti duró menos de dos meses, porque echaron al italiano y pusieron a Jupp Heynckes. Este le hablaba en español y le dio más oportunidades de juego en diversas posiciones. James evolucionó en su juego defensivo, pero Heynckes se fue a pesar de ganar la liga. Para la temporada 2018-2019 llegó Niko Kovac, partidario de un juego más directo y rápido, en el cual James –para él– lucía lento. Las lesiones y las diferencias con el entrenador aburrieron al jugador en Múnich y pidió volver al Madrid con la esperanza de conseguir su revancha, pese a que Zidane estaba de regreso como entrenador en la era pos-Ronaldo. Pronto quedó en claro que se trataba de una falsa ilusión. En las ruedas de prensa siempre Zidane diría que James es un jugador muy importante, pero casi nunca lo pondría. No ha habido insultos ni descalificaciones, pero tampoco entendimiento. El técnico de la selección Colombia, Carlos Queiroz, le recomendó irse a donde pudiera jugar y el propio James confesó recientemente que quiso marcharse a mitad de temporada a jugar a otro equipo, pero el Madrid no lo dejó. Ese pretendiente era el Atlético de Madrid y Florentino Pérez se negó a armar al rival de patio.
La última temporada ha sido la más árida de todas las que ha pasado James en Europa. Solo jugó 14 partidos con el equipo y solo uno de ellos por La Liga, el torneo principal. En los últimos, incluso, el propio jugador pidió que no lo convocaran, una actitud de clara derrota que parte de la prensa deportiva madrileña ha criticado por poco profesional. El argentino Jorge Valdano, quien fue jugador, técnico y director deportivo del equipo merengue, fue más duro. Dijo sentir que había “fracasado con James”, quien no había entendido que los puestos se ganan en los entrenamientos. Pero fue más allá: “Cuando un jugador de su categoría, cada año que pasa, da menos prestaciones que el anterior, es el propio jugador quien debe preguntarse qué pasa”. Y muchos seguidores del jugador estandarte de la selección Colombia se hacen esa pregunta hoy. Nadie niega su condición de crack, pero sus últimas seis temporadas, en su edad quizás las mejores en la carrera de un futbolista en estos tiempos, suma más frustraciones que éxitos. En cuanto a clubes, solo en dos tiene un balance positivo. En la pasada eliminatoria mundialista fue clave para el equipo nacional. Pero en el mundial tuvo una actuación discreta y terminó en la tribuna por una lesión.
Pese a todo, a James no le faltan pretendientes. Y su mánager, Jorge Mendes, se está moviendo para que vaya a una liga de élite. La ola de rumores hablan de dos clubes italianos y otros dos ingleses. Esta semana algunos dieron casi como un hecho su paso al Manchester United, uno de los clubes grandes de la Premier League. Allí solo ha jugado otro colombiano: curiosamente, Radamel Falcao García. En esta época de crisis, Inglaterra parece la mejor opción económica para James, donde pagar 25 o 30 millones de euros por un jugador es algo corriente y un sueldo de siete u ocho millones de euros no escandaliza. Sería su quinta liga en Europa. Sin embargo, aún nada se puede dar por cerrado, sobre todo si existen dudas de que un fútbol tan rápido y directo es lo más conveniente para el jugador. A los 29 años recién cumplidos y si las lesiones no lo acosan, James tiene cinco temporadas y por lo menos un mundial más para lograr un verdadero triunfo deportivo, porque el económico ya lo tiene. El talento existe. Solo necesita reinventarse para confirmar lo que le dijo al mundo en Brasil: soy una estrella del fútbol mundial.