Hoy por hoy, la televisión es la entrada económica que sostiene a los equipos del fútbol profesional colombiano. Los derechos de transmisión que pagan RCN TV y DirecTV (que tienen en alianza el canal Win Sports) representan los mayores ingresos, junto con las asistencias, para las finanzas de los 36 clubes que conforman la Dimayor.La distribución de estos millonarios ingresos se convirtió en el florero de Llorente al interior de la Dimayor. La historia es la siguiente. Ocho equipos representativos del FPC (Nacional, Millonarios, Cali, América, Medellín, Once Caldas y Deportes Tolima) conformaron un grupo llamado como G8 que solicitó la revisión de las condiciones de repartición de esos ingresos por cuenta de los derechos deportivos. La solicitud fue una declaración de guerra fría entre el G8 contra la Dimayor y el resto de los equipos asociados.El conflicto entre grandes y chicos ha llegado a tal punto que por lo bajo se habla de una posible salida de los miembros del G8 de la Dimayor, lo que sería un terremoto para el fútbol colombiano. Sin embargo estas versiones han sido descartadas por unos y otros en sus declaraciones públicas. Pero analistas consultados por Semana.com señalan que "ninguna posibilidad debe ser descartada".La guerra de sables que hay por estos días en la Dimayor tiene varios aspectos por analizar. La primera demanda del G8 es que la Dimayor, en cabeza de Jorge Perdomo, informe públicamente el monto que recibe por parte de RCN TV y DirecTV por los derechos de transmisión. Lo que se sabe es que el contrato fue firmado hasta el año 2021, pero las sumas son un secreto que ninguna de las partes revela, asegurando que existe una cláusula de confidencialidad. Periodistas deportivos como Alejandro Pino, que ha seguido al detalle las incidencias de esta batalla, se arriesgan a decir que el pago que hicieron los canales a la Dimayor ronda el billón de pesos.Lo cierto es que los propios equipos miembros de la Dimayor no tienen clara la cifra y piden mayor transparencia y sobre todo mejor reparto.Precisamente, la distribución de los recursos es la segunda arista de este conflicto. Los miembros del G8 solicitan que el dinero se reparta de acuerdo con los equipos que generen mayor rating y asistencia en los estadios. El modelo de distribución de recursos actual es un tanto más democrático.El dinero por derechos de transmisión se divide en dos grupos de equipos catalogados de Clase A y Clase B, según la Dimayor. Para ser de Clase A basta estar en primera división por tres años seguidos, y entre ellos se reparten el 90% de los dineros que asigna la Dimayor, mientras que el restante se distribuye en equipos de Categoría B. Así las cosas, Millonarios y Nacional, que son los clubes que más rating generan, obtienen el mismo dinero que Patriotas de Boyacá que apenas si prende un puñado de miles de televisores.Las solicitudes del G8 fueron descartadas por la Dimayor. Cómo las decisiones se toman por mayorías, la aplanadora votante de los equipos chicos ha hecho que las exigencias de cambio naufraguen. Pero el G8 no está dispuesto a dar su brazo a torcer. En los corrillos del FPC no descartan la posibilidad de un paro de los grandes, pero por ahora nadie se arriesga a la disidencia.Por el Sí y por el NoLa discusión entre los equipos del FPC es tan apasionante como la que se derivó del plebiscito. Los equipos grandes tienen la ventaja de tener de su lado a buena parte de los hinchas que consumen el producto fútbol. Y al final, el negocio deportivo no es nada sin la gente. La pregunta que se ha deslizado es ¿qué pasaría con el FPC si Nacional o Millonarios deciden no participar del torneo de la Dimayor en 2017?Pero los argumentos de los equipos chicos también tienen validez. El ya denominado Grupo oficialista, liderados por un grande como Santa Fe que no se unió al G8 porque su presidente César Pastrana tiene intenciones electorales para llegar a la presidencia de la Dimayor, señalan que si se realizan los cambios que piden los grandes el FPC perdería competitividad y en el mediano plazo muchos equipos serían inviables económicamente y terminarían desapareciendo.Aunque públicamente la confrontación se ha manejado con fríos comunicados, los entretelones han sido álgidos, agresivos e intensos, como si fueran la final por una estrella de campeón. En el mes de noviembre habrá una asamblea general para definir el calendario de 2017. Esa reunión promete rayos y centellas. La pelea de chicos y grandes promete más y mejores capítulos.