“Profesor, gracias. Después de 28 años de trabajo, no nos sirve más”, le dijeron a Antonio Rizola, técnico para ese entonces de la Selección Brasil de Voleibol. Fue en el año 2016, después de los Juegos Olímpicos y tras haber ganado cuatro títulos mundiales con categoría de base y tres Olimpiadas como dirigente.
Curiosamente, lo sacaron del equipo al que respetó hasta el final y por el que rechazó ofertas de Colombia por parte de dirigentes como Rafael Lloreda, que vio en el hombre nacido en Itapira, municipio del estado de São Paulo, el perfil perfecto para potenciar el voleibol femenino.
“Al profe Rizola lo he admirado desde siempre, lo conocí cuando tenía 16 años. Gran formador y estratega. Se preocupa por que nosotras y nuestro entorno crezca. Es ambicioso porque busca la evolución colectiva. Es un visionario”, dijo Madelaynne Montaño, quien juega de opuesta en la Selección Colombia.
Como si estuviera destinado a sembrar su semilla en la tierra del café, Carlos Grisales, dirigente colombiano, le abrió la puerta como seleccionador, esa misma que una semana atrás le habían cerrado.
La insistencia y confianza en su trabajo parecían no bastar, hasta que la solidaridad de una tragedia lo llevó a entender que como brasileño, podía devolverle a Colombia, a través del voleibol, todo lo que hicieron para hacer más llevadero el dolor de la pérdida de los jugadores de Chapecoense.
Ese fue su sí definitivo. “Colombia le demostró a mi país una solidaridad muy grande, que curiosamente no existía en su deporte, especialmente en el voleibol. Fue mi excusa para unir un país que me acogió”, confesó Rizola.
Su condición fue crear un equipo multidisciplinario en el que él fuera el único extranjero.
“Fui escogiendo profesionales colombianos, porque el día que me vaya, se quedará alguna cosa para Colombia”.
Se encontró en las jugadoras un material humano invaluable, pero un grupo reducido para competir a nivel élite, apenas unas 12 deportistas para convertirse en potencia. Su misión fue ampliar esa cantidad de jugadoras con calidad.
“Todas las mujeres de selección son hoy profesionales, estudian o emprenden. Hablan mínimo dos lenguas, conocen el mundo y traen experiencias a cada una de sus regiones”.
Ejemplo de ello es Camila Gómez, la líbero del equipo que actualmente juega en USA. Está en el voleibol desde los cinco años. Jugó también en Rumania y Brasil, y es profesional en negocios internacionales. Habla español, inglés y portugués.
“Él ha sido esa figura paterna que muchas no han tenido. Confiamos en su capacidad y experiencia. Nos cambió la mentalidad y nos enseñó que podemos jugar con equipos de talla mundial”, reconoció Camila.
La muerte y el renacer parecen estar ligados a la historia que Antonio Rizola escribe en Colombia. Es así como antes de buscar la clasificación a los Panamericanos, recibió un deseo hecho llamada.
“Carlos Grisales me llama y me dice, profesor un buen viaje y estoy seguro de que va a clasificar. Si eso pasa, me voy de esta vida feliz. Esto es una despedida”
Además de sincerarse sobre su padecimiento de salud, un agresivo cáncer, el expresidente de la Federación de voleibol extendió el contrato del brasileño. Logrado el objetivo, Rizola le quiso dedicar y compartir la satisfacción del deber cumplido.
“Clasificamos y lo llamé para comunicarle la buena noticia. Su secretario me contó que después de la clasificación, murió una hora después”.
Colombia logró la medalla de plata de esos panamericanos tras llegar a la final con Brasil. Actualmente son campeonas suramericanas, bolivarianas, subcampeonas de la Copa Panamericana de Voleibol, donde derrotaron a Estados Unidos en la semifinal y. como si fuera poco, en el Campeonato Sudamericano de 2021, organizado en la ciudad de Barrancabermeja, clasificaron por primera vez al mundial, con sede en Países Bajos y Polonia, tras vencer a Brasil. Actualmente forman parte de las 20 mejores selecciones del planeta.
“El resultado más grande de mi carrera en el voleibol es con Colombia, no con Brasil, porque allá eran grandes, aquí no eran reconocidos. Acá me escogieron para representar un país que no es el mío”
Rizola, que practicó atletismo, empezó como preparador físico del voleibol antes de ser entrenador. Dice que se preparó para enseñar. Quiere ser un educador y, entre sus lecciones, la más grande de todas es que en Colombia no se hable desde el regionalismo. Se aprendió completo el himno nacional en 20 días, los que pasaron mientras lo contrataron y presentaron en 2016.
“Me siento más colombiano que cualquiera, pero las peleas provinciales de este país los hace infelices, es una cuestión cultural y eso no ayuda en un deporte colectivo”.
“Con nosotras lo logró, llevamos casi 12 años juntas y somos hermanas. El regionalismo ya lo superamos y gracias a eso hoy nos respetan, ponemos nerviosa a las rivales. Antes éramos papita pal’ loro”, asegura Camila.
Quisiera que en Colombia se cambiara la idea de invertir en el deporte individual, solo por dar más medallas y que no se espere solo el patrocinio del gobierno. Sueña con que la empresa privada se comprometa.
Antonio se la pasa de hotel en hotel, habla por videollamada con su esposa de más de 40 años de casados, tiene tres hijos y una nieta que en siete meses de vida solo ha visto una semana. Todos viven en Belo Horizonte.
“Pudiera tener más dinero en mi vida trabajando en el fútbol de mi país o aceptando mejores ofertas de otras federaciones, pero las mujeres de la selección son mis hijas. Las quiero mucho”.
Lo halaga que lo llamen el cerebro del voleibol en Colombia, mientras saborean las mieles del triunfo. Pero sabe que cuando las derrotas lleguen, ese concepto cambiará y él se llevará como satisfacción la formación humana de los deportistas.
El actual entrenador pide no tener miedo de llamar a su equipo potencia en el deporte que practican, un calificativo que se ganaron hace años, pero que apenas hoy se hace visible.
“El voleibol ha sacado deportistas destacados, nos reconocen más afuera que aquí. Ahora tenemos más difusión y prensa”, contó Madelaynne Montaño, experimentada jugadora de 39 años y quien llegó a este deporte transferida del baloncesto. Se ganó una beca deportiva para ir a Miami, estudia psicología y quiere ser entrenadora. Asegura que el furor por el voleibol se tardó en llegar.
Rizola tiene claro que cuando clasifique a las Olimpiadas y dirija a Colombia en ese certamen, su ciclo estará cerrado como entrenador, porque desea ser dirigente del voleibol en este país.
Él es el hombre que le dio más vida a un deporte, después de hechos de muerte.