A Jhonatan Rodríguez le toca dividir sus días en primer y segundo tiempo, como en un partido de fútbol. En la mañana se va a una construcción, amarra columnas, mezcla cemento, pone latas o corta hierro. En la tarde, va al campo de juego, se ubica como defensa o volante en su equipo de turno. La misión es clara, evitar los goles del rival, aunque la vida le marcó cinco. Algunos de ellos, autogoles por exceso de confianza.
Este vallecaucano que creció en el oriente de Cali, desde joven, les gambeteó a los malos vicios y a la violencia que se viven en la comuna 14. “Son pocos pelaos los que salen adelante. Allá te dan plata para hacer cosas malas, pero mi familia me inculcó trabajar”, dijo a SEMANA.
La ilusión de demostrar que en su distrito hay algo más que pandillas y microtráfico lo llevó a confiar en cinco oportunidades en falsos agentes de fútbol que le prometieron convertirlo en jugador profesional. “He corrido con mala suerte”, dice con voz opacada mientras reflexiona que quizás la ingenuidad le ha jugado una mala pasada.
Jhonatan ha portado el uniforme del Cali Sanín, el Sarmiento Lora, Depor de Aguablanca, Siloé F. C. y Depor Córdoba. Pero uno de los partidos más difíciles de su vida fue cuando llegó a Ecuador por cuenta de uno de esos avivatos disfrazados de agentes. “Nos prometió jugar profesional y fue mentira. Ni equipo de segunda, ni de primera, ni nada”, cuenta con enojo.
El mismo mánager le ofreció cumplir “su palabra”, ahora en Perú. Pero quedó enterrada en una cancha de arena. Debió trabajar en mototaxismo para salirle al paso a la crisis. Así como él, varios colombianos fueron engañados. Aunque exigieron respuestas, no las encontraron y sus sueños siguieron estancados. El timador prometió que en Bolivia la historia sería diferente, pero… “Se nos perdió, nos dejó tirados en el bus en la frontera con Brasil”, recuerda.
Llegaron a un equipo llamado Mariscal Sucre y las dificultades parecían no dar un pitazo final. “Dormíamos en la calle. Desayunábamos, almorzábamos y comíamos mango”, Jhonatan narra la amarga aventura para evitar que nuevos talentos caigan en la red de personas inescrupulosas. Un cambio de frente llegó de manera inesperada. Un técnico de la segunda división de Ecuador le pidió devolverse a ese país y le mandó el dinero para regresar. Cuando se estaba consolidando como titular, el entrenador fue despedido.
Jhonatan recibió ese último mensaje de la vida como un empujón a renunciar al profesionalismo y regresó a Colombia a trabajar en construcción sin dejar de entrenar. Hasta que conoció en Cali al periodista Juan Mondragón, que tenía un proyecto audiovisual con jóvenes. El comunicador se ganó la confianza de Jhonatan y prometió llevarlo a jugar en Envigado F. C., con un aporte de 1.300.000 pesos. Ya han pasado tres años desde entonces y nunca llegó al equipo en el que debutó James Rodríguez, sigue trabajando en la obra. No recuperó el dinero invertido. “Jugó con nuestros sueños”, concluyó Jhonatan.
SEMANA se comunicó con Mondragón, quien aseguró que la pandemia dañó su proyecto con los canteranos, tiene problemas económicos y de salud, que se equivocó como intermediario y que va a responder por el dinero. “Me comprometo a darle la plata el lunes 8 de mayo”, dijo el periodista a este medio.
Una nueva oportunidad llegó. México fue el último destino internacional de Jhonatan, que se fue a jugar un torneo. Ganarlo le daría réditos económicos. Tuvo tres meses de continuidad en el fútbol y un final sin premio alguno. La persona que lo llevó por la gloria se la quitó argumentando que no alcanzaba para su sostenimiento.“Me tocó trabajar y mi papá se metió en deudas. Dormíamos en una casa sin energía”, recuerda las largas caminatas de un pueblo a otro para lograr bañarse.
Las pérdidas en lo emocional son incalculables frente a las económicas. “Sueño llegar al América de Cali y ayudar a los niños de mi distrito”, puntualiza aún esperanzado en que los partidos más importantes de la vida se definen en el último momento.