¿Se puede imaginar Barcelona sin su Sagrada Familia, sus Ramblas, su parque Güell... y sin su Leo Messi? Llegado a los 13 años, el delantero argentino parecía destinado a terminar su carrera en Cataluña, donde se convirtió en leyenda. Pero ahora el genio se expresará en otro lugar, quizá en París.
Su conferencia de prensa de despedida el domingo comenzó con lágrimas. Después la ‘Pulga’, niño de Rosario, en Argentina, contó su llegada en la adolescencia, recordó que pasó más de la mitad de su vida junto al Mediterráneo y explicó que sus hijos eran tanto catalanes como argentinos.
Mientras que su ídolo Diego Maradona lo era todo tanto en Nápoles como en Buenos Aires, Messi era antes que nada un ícono azulgrana, mucho más que albiceleste.
Con el FC Barcelona conquistó 35 títulos y su primer título con Argentina, la Copa América 2021, no llegó sino hasta sus 34 años... y durante mucho tiempo estuvo asociado a los fracasos de la selección, especialmente en la final del Mundial 2014.
Messi hizo crecer al Barça al mismo tiempo que se volvía inmenso. Tanto que el pequeño atacante ganador de seis Balones de Oro, al que muchos consideran el mejor de la historia, se hizo demasiado grande para una institución muy endeudada, incapaz de asumir el salario de la estrella planetaria, a pesar de que él afirmó que había aceptado rebajarlo a la mitad.
“El matrimonio de Messi con el Barça dio mucho a los dos (al club y al jugador), mucha alegría a nuestros aficionados”, reconocía el año pasado el director deportivo culé Ramon Planes. “Hay que tener un respeto enorme por lo que es Messi y por su historia”.
Quizá sólo el neerlandés Johan Cruyff, otro Balón de Oro, acumuló un aura planetaria parecida así como una vinculación con Cataluña. Pero antes de regresar al Camp Nou como técnico de éxito, el neerlandés tampoco acabó su carrera de jugador con la elástica azulgrana.
A sus 34 años, Messi quizá ya no posee la chispa que le hacía gambetear rivales como si fuesen conos por las canchas de España y Europa, como en su antológico eslalon contra el Getafe el 18 de abril de 2007, elegido hace dos años por los socios como el gol más hermoso de la historia del club.
Pero el argentino sigue siendo una máquina de jugar, marcar y establecer récords, además de una atracción para turistas en la ciudad.
‘Más que un futbolista’
El argentino es, con diferencia, el máximo goleador de la historia del Barça (672 goles en 778 partidos), de LaLiga, el máximo goleador en el fútbol profesional en un año natural (91 en 2012) o el jugador más laureado con el Barça, donde levantó cuatro Ligas de Campeones (2006, 2009, 2011, 2015).
Messi atesora asimismo seis Balones de Oro, más que Cristiano Ronaldo (5), Cruyff, Michel Platini o Marco Van Basten (3).
Pero más allá de las cifras, el argentino deja un recuerdo imborrable en el aficionado culé, sobre todo por sus actuaciones en los clásicos contra el Real Madrid, desde su triplete en 2007 a aquel 6-2 en el Bernabéu en 2009, pasando por la ‘manita’ (5-0) lograda un año después en el Camp Nou.
Y es que el Barcelona se ha sustentado en gran medida en el prodigio llegado en 2000, profesional desde 2004, aun cuando fue rodeado de inmensos jugadores como Samuel Eto’o, Luis Suárez, Xavi, Andrés Iniesta o Neymar.
A lo largo de los años, el Barça, que se autodefine como “más que un club”, quedó ensombrecido por este delantero convertido en “más que un jugador”. Algo que ya tiene nombre en Barcelona: la ‘Messidependencia’.
Peso en el vestuario
Poco a poco, este jugador parco en palabras, tan tímido fuera del césped como atrevido dentro de la cancha, fue ganando peso en el vestuario culé, convirtiéndose en influyente capitán en 2018.
Algunas de sus declaraciones los últimos tiempos contribuyeron a romper su imagen moderada y su perfil bajo. Algo que siempre le había situado en las antípodas de su gran rival Cristiano Ronaldo.
Cuando el planeta fútbol descubrió a Messi, se emocionó por el destino de un chico que abandonó Rosario para encontrar en el Barça un club que financiase su tratamiento médico para solucionar sus problemas de crecimiento.
Y esa imagen apenas ha cambiado a pesar de su condena a 21 meses de prisión (que no tuvo que cumplir) y la multa de 2,1 millones de euros en 2017 por fraude fiscal, semanas antes de su boda con Antonella, su novia de toda la vida, madre de sus tres hijos (Thiago, Mateo y Ciro).
Con residencia en la localidad de Castelldefels, a las afueras de Barcelona, Messi parecía haber encontrado un equilibrio familiar y profesional en Cataluña, pero ahora será con otra elástica como tratará de prolongar su leyenda. Si es en París, no tendrá más que un objetivo: ganar la primera Liga de Campeones del PSG.
Reportaje de AFP.