Desde que Elkin Murillo decidió que lo suyo sería ser futbolista profesional, se trazó la meta de llegar a jugar con la camiseta amarilla de la Selección Colombia. Nació en Urabá, debutó a los 19 años en el Deportes Quindío donde tuvo la fortuna de jugar al lado con el ídolo de su infancia, Bernardo Redín, el mejor complemento que el Pibe Valderrama tuvo en su carrera, y que hizo parte de la selección Colombia que le ganó a la Argentina de Diego Maradona en la Copa América de 1987, y que luego clasificó al mundial de Italia 90.
Allí, Murillo aprovechó para preguntarle a Redín, al igual que a Carlos Rendón, uno de los mejores cobradores de tiros libres que ha tenido el país, qué se sentía vestir la camiseta de la selección. “Un honor, pero no es lo mismo contarlo que vivirlo”, coincidieron ambos.
Las fulgurantes actuaciones de Murillo en el Quindío, donde, en 1996, año de su debut, el plantel cafetero estuvo a punto de colgarse la tercera estrella de su historia, le permitieron empezar a comprobar aquel honor que ni Redín ni Rendón le podían describir con palabras. Lo hizo en un par de partidos amistosos, citado por el Bolillo Gómez, en la gira de preparación para el mundial de Francia 1998. Sabía de antemano que no viajaría a París, pero aprovechó para dejar las puertas abiertas, por donde volvería a pasar para sentir lo que ni Redín ni Rendón, ni ningún futbolista colombiano había sentido, gritar la palabra campeón.
En 1999 el Medellín se lo llevó a sus filas, y en enero de 2001 fue fichado por el Deportivo Cali, donde conformó un tridente que deleitó al exigente paladar de la afición azucarera, junto a Giovanni Hernández y Víctor Hugo Aristizábal.
“Estábamos en nuestra salsa”, recordó Murillo en entrevista con SEMANA cuando los tres recibieron la convocatoria. Pacho Maturana no dudó un momento en llevar esa misma sociedad a la selección, a tal punto que los tres fueron titulares desde la tercera fecha de la Copa del 2001.
Murillo, veinte años después de la consagración, revela un secreto que en aquel momento sospechaban los demás jugadores del plantel, al admitir una condición que sólo él tuvo en aquel vestuario: “Sí, yo era el hijo favorito del profe Pacho”, como se lo sacaban en cara el propio Giovanni Hernández y el defensa central Andrés Orozco, quien había sido su compañero en el DIM.
En aquella campaña, Murillo compartió habitación con su paisano, Eudalio Arriaga, goleador del Junior nacido en Turbo. A la hora de repartir los números de las camisetas los confundieron, y la 11 que solía llevar Murillo terminó en la espalda de Arriaga, y el 15 que siempre caracterizó al ‘Cojo’ fue a parar al dorsal de Elkin.
Aunque por su condición de “consentido” de Maturana tuvo muchos minutos en el campo, no pudo marcar un solo gol. En cambio, a su compañero Arriaga le fueron suficientes ocho minutos, contra Chile, y en el partido en que Colombia se despidió del Metropolitano, para marcar un gol. “Habíamos dicho que la habitación de Urabá no podía quedarse sin un gol, fuera del que fuera”, recuerda Murillo.
En la habitación contigua, Murillo y Arriaga tenían la de los “enanos”, el cartagenero Elson Becerra -”el finadito”, como lo recuerda Elkin- y David Ferreira, a quienes no se les entendía los insultos que se dedicaban mutuamente cuando los de Urabá los arrasaban a las cartas.
Partidas que en muchas ocasiones eran interrumpidas con la aparición de Miguel Calero. “Se entraba a la habitación a hacernos reír con cualquier bobada”, dice Murillo. “Luego lo veías matarse en los entrenamientos”.
Murillo fue uno de los 22 jugadores que quedaron en la historia del fútbol colombiano, pero también en los anales del torneo de selecciones más antiguo del mundo, la Copa América. Pues aquel plantel es el único que se ha coronado campeón sin recibir goles, ganando todos los seis partidos, y teniendo al goleador del campeonato. Hubiera sido moñona con el trofeo al juego limpio, pero, precisamente, la tarjeta roja que Elkin vio contra Chile, fue el único lunar del expediente disciplinario.
Tras vivir en carne propia el honor de representar a la selección, y además salir campeón con ella, Murillo entró al vestuario y fue de los que se marchó porque los directivos no habían preparado ninguna celebración.
“El único que nos ofreció un agasajo fue el presidente Pastrana, todos dijimos que no porque queríamos regresar a las casas, y el único favor que le pedimos es que pidieran a las aerolíneas retrasar los vuelos para poder llegar a nuestros lugares”.
Tras la Copa América de 2001, Murillo salió campeón con la Liga de Quito, dos veces con el Atlético Nacional, jugó en el Sporting Cristal de Perú, el Técnico Universitario de Ecuador, volvió a vestir la camiseta del Quindío, además de la vinotinto y oro del Tolima, la del Deportivo Pereira y se retiró con la de Cortuluá.