El último equipo que condujo Francisco Maturana fue el Royal Pari, un club casi anónimo de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. A sus 71 años, completó 12 clubes y cinco selecciones nacionales dirigidas. Estuvo en Arabia, Trinidad y Tobago, España y Argentina, entre otros países, pero nada memorable comparado con el estilo que marcó a Colombia, donde nació y creció. En el intranquilo 2020, Pacho celebra varios aniversarios, la prensa lo sabe y lo busca: 30 años del glorioso 1-1 de Colombia frente Alemania en Italia 90, con gol de Freddy Rincón en el último minuto, cuando pasó el balón por entre las piernas de Bodo Ilgner. También son 30 años de su primera experiencia en España, a donde llegó a dirigir al Real Valladolid, país al que volvería en 1994 para sentarse en el banco del Atlético Madrid, entonces presidido por Jesús Gil. Y, cómo olvidar, su frustrada vinculación, en 1991, al Real Madrid luego de haber firmado contrato.
Su nombre es asociado al buen fútbol, sutileza para tratar el balón y tenerlo por largo tiempo. Así arrancó a la Selección Colombia del subterráneo y la llevó a dos Mundiales seguidos, 1990 y 1994; ganó, en 2001, la única Copa América que tiene su país, y, en 1989, logró que Nacional de Medellín fuera el primer equipo colombiano en alzar la Copa Libertadores, el torneo más importante de clubes en Suramérica. Como jugador, entre 1970 y 1983, también fue reconocido por su técnica y liderazgo. Fue dirigido por auténticos maestros. Cuando usted fue defensor central, en Tolima, Bucaramanga y Nacional, y en la Selección Colombia, tuvo entrenadores como Oswaldo Zubeldía, Carlos Bilardo, César López Fretes y Blagoje Vidinic. ¿Quién es el hombre definitivo en su carrera como director técnico? Cuando llegué a jugar al Tolima, en 1982, el uruguayo Ricardo De León acababa de salir del equipo, pero fue él quien impuso una manera diferente de jugar en Colombia al aplicar el fútbol total holandés. Y tenía unos alumnos uruguayos muy aventajados, como Juan Martín Mujica, Luis Cubilla y Aníbal Maño Ruiz. Indudablemente, Mujica, en Tolima, y Maño, en Nacional, hicieron que mirara la posibilidad de formarme como entrenador y me ayudaron, pero fue Cubilla quien me dijo que yo tenía ascendencia y que, además, había tenido técnicos de mucha valía y que, seguramente, había aprendido de ellos. Cubilla fue el que, en un momento determinado, me impulsó de manera decidida a ser técnico. Usted dice que ellos vieron en usted a un potencial técnico, además de una buena herencia, ¿qué mas tenía? Bueno, yo tenía cierta ascendencia, cierta formación académica (odontólogo) que me daba alguna capacidad de liderar. Y también a los técnicos les gustaba mi manera de interpretar el juego. No en vano fui capitán en la Selección Colombia y de Nacional. El hecho de jugar atrás, en defensa, ¿le dio una ventaja? ¿El puesto ubica, el puesto ayuda? Eso dicen, o decían, en un principio, que desde atrás se veía mejor el partido. Pero no. Johan Cruyff, por ejemplo, miraba el fútbol desde adelante. Y fue un gran entrenador.
En 1986 dirigió su primer equipo profesional, el Once Caldas, de Manizales. Y fue la sensación porque jugaba bonito, daba gusto. ¿Dónde cultivó ese estilo? Yo dirigí un juvenil del Atlético Nacional que tenía un grupo de jugadores de barrio, nos divertíamos: ellos en el campo y yo en la banca. Y cuando me nombran director general de todas las divisiones inferiores de Nacional, y con ciertas directrices y con lo que hoy se llama modelo de juego, ganamos todo. En Manizales me ofrecieron el puesto. Me fui derecho a donde Maño Ruiz, que dirigía al equipo grande, y le consulté. Me dijo: “Este es tu momento, andáte y eso va a ser solamente un paso, porque vos después vas a venir y vas a reemplazarme a mí y vas a dirigir la Selección Colombia”. ¿Pero cómo hizo para que jugaran bien, muchas paredes, un solo toque…? El colombiano siempre se ha caracterizado por ser una persona ordenada, alegre y con capacidad para darle rienda suelta a la fantasía. Primero, buscábamos el orden y, después, libertad a los jugadores para que se encontraran y, a partir de ese encuentro, estar atentos a volver a ordenarse cuando no tuviéramos el balón. Llegó un momento, por su forma de jugar, que la gente era hincha de Nacional y de Caldas, el otro era hincha de Medellín y de Caldas, de Millonarios y de Caldas… Además, todos los jugadores eran colombianos (como Alexis García, Ricardo Pérez y Rubén Darío Hernández) y la gente se veía ahí reflejada, como la expresión de la identidad el fútbol colombiano. No hubo título, pero sí reconocimiento. Un año después, 1987, vuelve a Nacional y llega a la Selección Colombia. ¿Qué hace ese Caldas? Hace que la gente de Nacional diga: “Si Pacho es de acá, entonces vamos a traerlo”. Nuestra idea futbolística era la de Holanda, el fútbol total, donde no son diez jugadores y un portero, sino once jugadores de campo. En Holanda, el portero era Jongbloed y jugaban todos con una diferencia de diez metros. Entonces, cuando el equipo estaba en el terreno del rival, todo el mundo iba progresando, no dejaba distancias largas. Y esa Holanda siempre tuvo como laboratorio al Ajax, que tenía seis o siete jugadores en la selección. Entonces, la gente de la Federación Colombiana decidió que Nacional fuera la base de la Selección que iba a los Preolímpicos en Bolivia. No clasificamos a Seúl 88, pero le ganamos a Brasil y Argentina. Deslumbramos por la forma de jugar. ¿Y qué papel jugó la prensa?, siempre se dice que fue definitiva… La prensa se conmovió porque, a veces, en la vida uno busca algo y no sabe qué es, pero cuando lo ve, lo reconoce. Los medios influyeron para que yo tomara la selección mayor. Ese año también va a la Copa América de Argentina y se enfrenta al equipo local, liderado por Maradona. Pudimos ser finalistas, pero perdimos, increíblemente, 2-1 con Chile en la semifinal. Jugamos contra Argentina por el tercer puesto y la incertidumbre era cómo atajar a Maradona. Yo diseñé, luego de oír varias recomendaciones, un partido para jugar con diez jugadores, porque el volante Mario Coll iba a marcar hombre a hombre a Maradona. Al terminar el primer tiempo, íbamos ganando 2-0. Pero no me sentí bien con lo que estamos haciendo: saqué a Mario Coll y metí a Anthony de Ávila, un delantero. Me sentía traidor, el fútbol es de once y estábamos jugando con diez. Al final, igual, vencimos 2-1. ¿Usted nunca cambió sus principios? Cuando jugaba en la Selección de Antioquia no hablábamos de resultados, pero sí de la forma cómo buscábamos el resultado, acompañado de túneles, gambetas o tacos. Pero cuando yo jugaba con la Selección de Colombia, al terminar un partido, me decía: “El delantero rival no la tocó, pero yo tampoco”. Yo sabía cómo jugaba Uruguay, sabía cómo jugaba Perú, pero no sabía cómo jugaba Colombia. No necesitábamos más que un buen estado físico. Cuando Carlos Bilardo fue entrenador de la Selección lo nuestro era desactivar al rival. En mi época de entrenador con Nacional y la Selección, era al contrario, salíamos a crear. A armar juego, tocarla, distribuirla… Lo bueno del fútbol es el balón, y hay que tener respeto por él como por la gente que está al lado, respeto por el árbitro, respeto por contrario, porque cuando más se respeta al rival, mejor le va. Yo les decía a los jugadores: “El balón usted lo puede querer para desinflarlo o para tirarlo a la tribuna. Nosotros queremos el balón para atacar al rival”. Nosotros quitábamos la pelota y atacábamos… Entonces, ahí es donde viene la posesión, pero la posesión con progresión, nosotros teníamos progresión, porque si el rival estaba armado, ¿para qué sirve la velocidad? ¿Por qué la gente se quedó con la imagen del toque-toque, con la idea de que su fútbol era horizontal y no vertical? Bueno, en ese tiempo. Pero después esa misma gente andaba desesperada, de rodillas, con el Barcelona. A mí me llamaron alguna vez para hablar de que el Barcelona había roto el récord de más pases seguidos. Y yo me dije: “Ve, nunca llevé ese tipo de cuentas”. Pero ese toque sirvió para que Colombia fuera a un Mundial después de 28 años, para ganar una Copa Libertadores, para que el mundo conociera a una Colombia diferente cuando empatamos 1-1 con Alemania en Italia 90. En ese tiempo ridiculizaban al toque, ahora usted ve que todo el mundo habla de la posesión. Termina el Mundial de Italia 90 y se va para el Valladolid. ¿Usted de verdad dijo que iba a ganar la Liga española? Cuando uno va para alguna parte, todos los entrenadores tenemos que pensar en ganar. En ese tiempo no había celular, ni internet… Vos hoy le dices a cualquier persona que Valladolid va a ganar la Liga y te dirán que estás loco. Pero en ese tiempo, no se sabía. Entonces, había ilusión.
¿Usted cree que le hubiera ido mejor en Valladolid sin los colombianos, sin Higuita, sin el Pibe Valderrama, sin Leonel Álvarez? ¿Sabe que eso lo pensé yo? Y resulta que cuando terminó el primer torneo (1990-1991), si no estoy mal, perdimos 1-0 con Atlético de Madrid. Y las luces del estadio se apagaron y hubo fuegos artificiales, y yo decía: “Dios mío, ¿qué están celebrando? Si quedamos novenos”. Eso era el logro de Valladolid, mantener la categoría. Cruyff se enamoró de ese Valladolid. A ese Valladolid llegó Fabio Capello con una tarjeta del señor Silvio Berlusconi. El Real Madrid mandó un chico para que viera ese Valladolid, y ese chico era Rafa Benítez. Entonces, no puedo decir que fui un desastre allá. Llevé al equipo jugadores colombianos que conocía, que tenían pedigrí. Recuerdo que el Pibe Valderrama, que jugó 17 partidos e hizo un gol, fue muy discutido... En ese tiempo era difícil recibir a un colombiano y, sobre todo, un colombiano que era el número 10. El número 10 en Europa, entonces, era tipo Platini, que hacía 12 goles por temporada, que pegaba dos tiros en el palo por partido. El Pibe era otro tipo de jugador, que ahora mucha gente reconoce. Pero, en ese momento, era contracultural, exótico. Los tiempos han cambiado. Cuando Freddy Rincón llegó al Madrid, en el Bernabéu pintaron con letras negras: “Un negro en el Real Madrid es un blanco perfecto”. Ahora, te reciben con todo, sos de la high. Antes había esa segregación. Aunque, debo decirlo, yo nunca fui víctima del racismo. ¿Cuándo firmó contrato como técnico del Real Madrid? Yo tuve un contrato firmado con el Real Madrid. Yo iba, estando en Valladolid, a Madrid por las noches a reunirme con el presidente del equipo, Ramón Mendoza. Mientras acababa la temporada, estábamos armando el equipo y, en un momento determinado, él me pidió autorización para poner un técnico interino. ¿Por qué no fui entrenador de Real Madrid? Porque llegó Radomir Antic y empezó a ganar sin parar. No había forma de sacarlo y, es más, me dijeron que me fuera de ‘manager‘, que cuando Antic perdiera un partido, yo entraba. Dije que no, que no sabía qué era ser manager, que lo mío era ser entrenador. No iba a esperar a que Antic muriera para ir yo. Me parecía denigrante. ¿Lo del Real Madrid no fue una burla hacia usted? No. No. Seguro. Es más, muchos querían que yo demandara. Y hasta estaban dispuestos a indemnizarme, y yo les dije: “No me tienen que dar ni un peso”. El Real Madrid con Pacho Maturana siempre ha sido excepcional. ¿El simple hecho de ser considerado lo ve como un honor? El solo hecho de estar ahí… Si en este momento te doy una tarjeta y llamo a Emilio Butragueño, director de relaciones internacionales del Madrid, y le digo: “Emilio, para allá va un amigo mío, te recogen en el aeropuerto, te dejan entrar al club. Cuando yo voy, tengo mi hotel asegurado. Me reciben en el hangar, me llevan al hotel y tengo boletas para ir al palco del Bernabéu. Otro tema alrededor suyo, motivo de burlas, fueron algunas frases que institucionalizó, como aquella de “perder es ganar un poco”… Me da tristeza cuando la gente trata de buscar candela en esa frase, por varias razones: la frase no es mía, la dijo Confucio. Y uno dice: “¡Ay, jueperra!”, aquí se atreven a ridiculizar a Confucio porque creen que están ridiculizando a Pacho. ¿Sabe quién más la usó? Shakespeare. ¡Ah! Somos capaces de joder a Shakespeare. Y ¿sabe quién más? Simón Bolívar cuando dijo: “El arte de la victoria está en la derrota”. Y ¿sabe otra? Cuando Vicente del Bosque llegó a Barajas, luego del título en Sudáfrica 2010, la prensa le preguntó: ¿Dónde ganó España el Mundial? Y ¿sabe qué dijo?: Cuando perdimos contra Suiza. Entonces, ¿cómo es posible que alguna gente sea tan poquito?
También genera escozor decir que el fútbol del Barcelona, en la época de Guardiola, es similar al de Maturana. ¿Por qué? No lo sé. De pronto, animadversión. Pero para que se hagan una idea: a mí del Barcelona me llamaron para hacerme un homenaje como inspirador de un estilo, al lado de Rinus Michels, Johan Cruyff, Louis Van Gaal… Me llamaron igualmente del departamento de metodología e hice un encuentro con todos los entrenadores de las ligas inferiores y algunos de mayores. ¿No es suficiente? Siguiendo en España, pero en la otra orilla. ¿Qué pasa con James Rodríguez en el Real Madrid? James y su entorno inmediato son los que tienen que resolver sus cosas. Yo siempre estaré en la acera del entrenador, porque un entrenador debe tener respeto por los entrenadores, por la profesión. Todos queremos ganar. Y si yo tengo a un jugador que me ayuda a ganar, lo pongo. Pero acá se cree que son malos todos los entrenadores que no les dan la titular a los colombianos. Lea el resto de la entrevista aquí Entrevista de A la Contra por José Ángel Báez.