Se inicia el Mundial en Qatar. Sin embargo, esta exótica sede para el evento más grande del deporte guarda una parte oscura. Violaciones a los derechos humanos, represión y corrupción hacen que la cita mundialista esté manchada.
Todo comenzó con Joseph Blatter, presidente de la Fifa en ese momento, mostrando un papel en 2010 que anunciaba a Qatar como sede de la Copa Mundial de fútbol de 2022. Fue una sorpresa para el planeta, ya que jamás se había elegido a un país con tan poca tradición futbolística, que, además, es ciertamente pequeño y cuenta con poco más de 2,5 millones de habitantes. No obstante, con el tiempo todo empezó a tomar sentido y las atrocidades que ocurrían en Qatar se viralizaron en el mundo.
“Para mí está claro: Qatar es un error. La elección fue mala”, dijo el mismo Blatter la semana pasada en una entrevista en un diario suizo. El expresidente de la Fifa contó que lo más justo para él era que Rusia organizara el Mundial de 2018 y Estados Unidos el de 2022. Era lo que se había pensado desde el inicio, pero la dirección de Michel Platini, entonces presidente de la Uefa, fue clave para que se desviaran votos a fin de que el país árabe se quedara con la sede.
Durante diez años se conoció la cantidad de sobornos manejados en las votaciones de la sede para la cita mundialista. El encargado de Qatar entregó coimas superiores a 3 millones de dólares para más de 30 personas en la Fifa a fin de que su país la obtuviera. Pero hasta asuntos políticos se vieron inmiscuidos, pues una semana antes de la elección definitiva Platini se reunió con el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, con el emir de Qatar y definieron su voto por el país árabe a cambio de favores económicos y militares entre ambos países.
“Seis meses más tarde, Qatar le compró aviones de combate a Francia por valor de 14,6 millones de dólares. Era, por supuesto, un asunto de dinero”, reveló Blatter, echándole la culpa del cambio de los votos a Platini y a Francia, que convencieron a los demás miembros de la Uefa de elegir a ese país. Aun así, el expresidente de la Fifa aceptó su responsabilidad, ya que, al fin al cabo, él estaba a cargo.
Pero ya decidida la sede del Mundial, más allá de los escándalos de corrupción y de un polémico inicio de la cita en noviembre para que no haya un calor insoportable, Qatar empezó la construcción de la infraestructura necesaria para la celebración del evento, un esfuerzo que se tuvo que hacer prácticamente de ceros. Debieron no solo edificar los ocho estadios donde se jugarán los partidos, sino también carreteras, un sistema de metro, hospitales, centros comerciales y hasta una ciudad completa, como lo es Lusail, donde se jugará la final.
El problema surge porque desde hace años miles de trabajadores tuvieron que ser contratados para la construcción de todo lo necesario para la cita mundialista, pero fueron sometidos a condiciones inhumanas. Temperaturas de más de 50 grados centígrados, medidas de seguridad escasas o nulas, jornadas de más de 18 horas, salarios sin pagar, periodos de descanso muy cortos, condiciones insalubres en las viviendas de reposo, promesas incumplidas sobre mejoras en las legislaciones y amenazas de expulsión del país a los obreros migrantes –la gran mayoría–.
Además, se habla de qué miles de trabajadores murieron durante dichas obras, aunque a ciencia cierta no se sabe exactamente cuántos fueron. El régimen es bastante estricto con el acceso a la información. Hace un par de años, el diario The Guardian estimó la cantidad en unas 6.500 personas, pero no era una cifra exacta, pues se ciñeron solo a los certificados de defunción de obreros extranjeros cuyos cuerpos volvían a sus países de origen, por lo que se sospecha que podrían ser muchos más.
Qatar, por su parte, ha negado todo y señaló que los informes sobre los miles de trabajadores muertos son falsos o están manipulados. En contraste, Amnistía Internacional corroboró numerosos certificados de defunción de trabajadores extranjeros, en la mayoría de los cuales la causa de muerte era insuficiencia cardiaca o causas naturales, aun cuando la casi totalidad de los fallecidos eran personas de entre 30 y 40 años que no deberían padecer esos problemas de salud.
Un balón manchado
Fuera de todo, Qatar no es precisamente un país que se destaque por su inclusión, el respeto por los derechos humanos o por tener en cuenta a las minorías. Durante años se ha denunciado que el régimen del país árabe vulnera varios derechos. Por ejemplo, hace poco se aprobó una ley que castiga hasta con cinco años de cárcel las opiniones contrarias a las del Gobierno o la familia real, transgrediendo la libertad de expresión.
Asimismo, la discriminación y la exclusión de las mujeres es la regla en el país sede del Mundial. Es casi imposible conseguir un divorcio y, si lo logran, la mujer será la más afectada económicamente. De igual manera, las menores de 25 años necesitan un permiso expreso de su padre para actividades como viajar fuera del país, firmar un contrato o hasta salir de sus casas, algo que obviamente no ocurre en el caso de los hombres.
Los derechos de la población LGBTIQ+ simplemente no existen allá. La homosexualidad es un delito en Qatar y puede tener hasta siete años de cárcel, mientras que “incitar dichas actividades inmorales o de sodomía” son penadas con hasta tres años de prisión. Es más, existe dentro de la legislación la pena de muerte para los homosexuales, pero hasta ahora nunca se ha aplicado.
El comité organizador catarí intentó calmar las aguas sobre los cuestionamientos manifestando que todas las personas, sin importar su orientación sexual, eran permitidas en el país. Eso sí, recomendó evitar las muestras de afecto en público, ya que podrían sufrir las consecuencias de la ley. “Quien luzca la bandera LGBTQ+ en el Mundial será arrestado por 7 u 11 años. Qatar es un país islámico y se debe respetar su religión”, dijo Nasser al Khater, portavoz del Mundial.
La Fifa, mientras tanto, se lavó las manos con estas cuestiones. Manifestó que son decisiones de un país y que nada tienen que ver con lo deportivo, por lo cual no pueden intervenir. Esto ha sido tachado como doble rasero, dado que, por ejemplo, después de la invasión de Rusia a Ucrania, al país de Vladímir Putin se le expulsó de la clasificación al Mundial, a la selección femenina no se le permitió participar en la Eurocopa de este año y sus clubes fueron desterrados de competencias internacionales.
Esta situación ha llevado a que los ojos del mundo entero se posen sobre el país árabe y la Fifa. Seguramente, Messi, Cristiano, Mbappé, Neymar y demás estarán a la altura de las expectativas, pero toda la población no olvidará el Mundial que se jugó en un país lleno de cuestionamientos y con mucha sangre en sus manos. ¿La magia del balón hará que se olviden los horrores que se vivieron en Qatar durante años?