La Teoría del Cisne negro es una metáfora socioeconómica desarrollada por el ensayista Nassim Taleb (Líbano, 1960) que sugiere que los sucesos inesperados y de gran impacto se pueden predecir. Lo particular de dicha teoría es que solo después de que acontecen los hechos es posible analizarlos retrospectivamente y presentarlos como predecibles o previsibles.
El lunes pasado ocurrió, justamente, un suceso inesperado que revolucionó al planeta del fútbol: Lionel Messi, el mejor jugador de la historia del Barcelona –y posiblemente del mundo–, le informó al club su deseo de irse inmediatamente luego de 20 años de fructífera relación. Desde que se supo, la noticia se ha convertido en crisis para los catalanes, drama para los aficionados, preocupación para la Liga de España, expectativa para los medios de comunicación y un hito histórico para ese deporte, que podría dividirse en el antes y el después del matrimonio Messi-Barça. Futbolísticamente, la partida del astro argentino simbolizaría el final de una era para la institución. Era que empezó en 2004 con el debut en el primer equipo de la entonces promesa de 17 años. Hasta ese momento, el Barcelona había ganado 16 Ligas de España, apenas una Liga de Campeones y ningún Mundial de Clubes. Lo que vino después fue la representación estadística del talento de Lio: con él a la cabeza se gestaron diez Ligas más, cuatro Ligas de Campeones y tres Mundiales de Clubes, entre otros títulos nacionales y europeos. En total, 34 trofeos con su marca. Pocas veces resulta tan fácil explicar lo que representa la salida de un futbolista para un club: el Barça perdería a su mayor goleador histórico (634 tantos), al segundo jugador que más veces se ha puesto la camiseta (731, por detrás de las 767 de Xavi), al de más Balones de Oro ganados (6) y al que durante siete años ha sido coronado como el máximo anotador de la Liga española. Números de sobra que sustentan su valía. La renuncia de Messi es una catástrofe que llega en el peor momento para el club: una temporada sin títulos, como no pasaba desde hace 12 años; con un presidente, Josep Maria Bartomeu, arrinconado y sin capacidad de reacción frente al camerino, la afición e incluso parte de la directiva que se le resiste; con un técnico, Ronald Koeman, vieja leyenda azulgrana, que nada más llegar tiene que gestionar un equipo que se cae a pedazos; y por si fuera poco, un presupuesto mermado que pasa de 1.100 millones de euros a 800 para la siguiente temporada, debido, en gran parte, a la pandemia del coronavirus. Tal es el panorama inmediato que la estrepitosa eliminación de la Champions 8-2 a manos del Bayern Múnich parece una anécdota, un chiste de coctel.
Tantas veces, desde hace años, se ha buscado el recambio para el delantero argentino, consciente todo el mundo de que el momento de su despedida llegaría aunque sin saber cuándo ni cómo, que a cualquier amago de talento en el Camp Nou se le ha ido condenando con la obligación de ser el “nuevo Messi”. La lista es larga, costosa e incluye nombres como Bojan, Giovani dos Santos, Thiago Alcántara, Neymar, Dembélé, Coutinho, Griezmann y hasta Ansu Fati. Una fortuna invertida en contratos para tratar de igualar los dividendos –en lo deportivo y lo económico– del que se firmó sobre una servilleta de papel y con el que la Pulga y el Barcelona se comprometieron en el año 2000. Hasta ahora ninguno como Messi. Autogol financiero Hablando de dinero, la caja registradora del Barça sería la otra gran perjudicada con la salida de su activo más rentable. Por ejemplo, en la temporada 2018-2019 el conjunto catalán tuvo ingresos por 990 millones de euros, de los cuales 255 correspondieron a la explotación publicitaria de los futbolistas, siendo la imagen de Lio la más apetecida en venta de camisetas, derechos comerciales, patrocinios firmados y partidos amistosos. Y es que todos quieren con Messi. Una gira de pretemporada como la del año pasado, por Asia y Estados Unidos, le representa al equipo ganancias por cerca de ocho millones de euros. Pero en caso de ausencia del argentino esa cifra baja hasta en 20 por ciento. Cabe recordar la negativa del Zenit de San Petersburgo de jugar un amistoso que ya estaba acordado, también para el curso pasado, ante la posible ausencia de la camiseta número 10. Una prueba de lo difícil que sería la era pos-Messi para el Barcelona son las negociaciones de renovación que adelanta con uno de sus patrocinadores principales, Rakuten, que le reporta 55 millones de euros anuales. La empresa japonesa, dedicada a la tecnología y el comercio electrónico, tiene contrato hasta junio de 2021 y antes del anuncio de la Pulga estaba dispuesta a firmar hasta 2022. Ahora habrá que esperar.
Una descripción precisa de la incertidumbre por la que empezó a transitar el Barça en la última semana se leyó en el diario Información, en palabras del profesor y experto en publicidad y marketing Josep Maria Picola: “Digamos que si el Barcelona fuera una simple empresa y no un club de fútbol, su cotización en bolsa caería en picado; hoy nadie querría hacerse con sus acciones”. La Liga de España, entre tanto, se sumaría a los dolientes. Durante la última década ha sido considerada como la mejor competencia del mundo, en parte por la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona y Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Con Cristiano fuera de la ecuación desde hace dos años, cuando saltó a la Juventus de Italia, la principal y casi única apuesta mediática se depositó en el astro argentino. Discutir que Messi es la estrella que más alumbra en la Liga es igual a debatir sobre si el balón con el que juega es plano o redondo. Sin él, el campeonato español perdería el rótulo de ser el hogar del mejor jugador del mundo. A esto se suma que en las últimas dos ediciones sus equipos se han quedado en el camino de la Liga de Campeones. Si acaso Sevilla saca la cabeza ganando su torneo preferido, la Europa League. Pero eso sabe a poco a la hora de encender televisores alrededor del mundo y cotizar una liga. La Premier League estaría, pues, ante una oportunidad hecha a su medida para levantar la voz y decir sin sonrojarse que tiene el fútbol más vistoso, igualado y emocionante de todos, y fundado sobre la base de tener primero a grandes equipos antes que a grandes figuras. Y si encima Lio llegara al Manchester City –la opción más cercana por poder económico y simpatía con el DT Pep Guardiola–, entonces el paradigma de la Premier se refundaría: tener grandes equipos y, un escalón más arriba, a una figura, Messi.
Cuando Guardiola llevaba apenas semanas en el City, allá por 2016, un niño inglés le preguntó, entusiasmado, sobre la posibilidad de contratar a Messi. “Tú, que eres amigo de Messi, intenta convencerlo para que pueda venir a ayudarnos”. Hoy el DT podría tener la respuesta. Como se ve, la decisión de Lionel desencadenaría una situación sin precedentes en el ámbito futbolístico y económico para el club, para la Liga y para el fútbol. La idea de que el futbolista más caro del mundo, con un pase cotizado en 700 millones de euros, pueda salir de la misma manera que llegó, gratis, es cuanto menos surrealista para un deporte de transacciones multimillonarias. Si el más pesimista de los aficionados del Barça hubiera dicho alguna vez que Messi saldría de esa forma y por la misma puerta que antes cruzaron otras figuras como Romário, Stoichkov, Laudrup, Ronaldinho y hasta Guardiola, nadie lo hubiera creído. De eso se trata la teoría del cisne negro: hechos que no se ven porque se miran con los ojos cerrados. Periodista colombiano residente en España. EL impacto tributario El Gobierno dejará de percibir unos 50 millones de euros al año por concepto de impuestos pagados por la estrella argentina.
No tan lejos de Barcelona, en Madrid, también vigilan de reojo la puerta de salida del argentino. Ni más ni menos que el fisco español, entidad que recibe cada año cerca de 50 millones de euros por concepto de impuestos del futbolista. En su momento, ya dejó de percibir los casi 40 millones de Cristiano Ronaldo. *Periodista colombiano, residente en España