El pitazo inicial del fútbol femenino en Colombia se dio durante una exhibición en Cali en 1971. Fue tanta la acogida de las mujeres, que ese encuentro se convirtió en el punto de partida para los primeros torneos.
“Nos decían marimachas, pero gracias a nosotras se empezó a hacer torneos interligas y se empezaron a sumar más mujeres”recordó, Amparo Maldonado, la mujer que aporto al desarrollo del fútbol femenino en el Valle del Cauca.
Amparo, fue la arquera del Deportivo Cali en esa exhibición en 1971. Es formadora de varias jugadoras y lo sigue haciendo, pero ahora desde el fútbol de salón.
“Fui pionera en Cali y demostré que las mujeres estamos hechas para todo. Sembré mi semillita y nos apersonamos de esta lucha. Desde el año 90 la Federación Colombiana de Fútbol ha apoyado más. Se me llena el corazón de saber que nos miran con respeto en el mundial”, dijo entre lágrimas a SEMANA, Amparo, nostálgica y orgullosa.
Empezó con 16 equipos de la región del Valle del Cauca que se enfrentaban en el estadio Panamericano de Cali y que tras muchas dificultades logísticas y, sobre todo, de machismo, consolidó el primer onceno para un campeonato nacional e Interclubes en 1991. Cuarenta y seis años después se jugó la primera liga femenina profesional en el país, en la que Independiente Santa Fe se impuso con autoridad.
La creadora de Formas Íntimas
En ese proceso de tiempo, una mujer futbolista y formadora fue vital, la antioqueña Liliana Zapata. Lilo, como es conocida, pateaba todo el día un balón de fútbol en el barrio Antonio Nariño, de la comuna 13, hasta 2004.
Su amor por el balompié la llevó a ingeniarse una convocatoria de mujeres futbolistas a las que asistieron más de 100. Un club nació con su sello, se transformó durante años de un club aficionado a uno profesional y fundamental en el aporte de jugadoras a los certámenes internacionales: el club Formas Intimas, que hoy tiene alianza con Atlético Nacional en Medellín.
“Las principales dificultades fueron el fuerte ataque de ese inconsciente social colectivo de que el fútbol no era para las mujeres, y eso, venía de parte de hombres y de mujeres también lamentablemente. Siempre el fútbol de nosotras se ubicaba en el último escalón de las instituciones correspondientes en apoyo, divulgación y organización. Carencias como indumentaria adecuada para el cuerpo y los pies de las jugadoras. Canchas idóneas para la práctica, ya que nos tocaba el entreno de noche. Solo contábamos con algunos viáticos cuando fuimos Selección Colombia. Los hoteles donde nos hospedaban dejaban mucho que desear, así como el entorno donde se ubicaban”, dijo Myriam Guerrero, primera capitana y única mujer en dirigir la Selección Colombia hasta ahora.
Nada las detuvo en el camino, ni siquiera no tener auxilios de trasnporte, refrigerios en las largas jornadas o peor aún, un cuerpo técnico. Era tan poca la credibilidad para ellas en este deporte, que no tenían permisos laborales o académicos para la participación en entrenamientos o eventos.
Ellas mismas buscaban modistas y reunías reccrusos para la indumentaria. Se la rebuscaban hasta para iluminar los campos de juego.
“Hicimos una campaña para que los papás, acompañantes y/o jugadoras que llevarán carro prendieran las luces e iluminarán lo que más podían la cancha. Para el transporte, siempre tocaba apartar de la mesada el presupuesto para éste fin, había compañeras que las llevaban en carro, otras que se iban en bici y otras que tenían que colarse en los buses para poder asistir”, indicó Guerrero.
Bogotá no se podía quedar sin representantes femeninas en las canchas. Fue precisamente Myriam Guerrero, exjugadora que se desempeñaba como defensa central, la que tomó la batuta de la capital tras haber estudiado becada en Rusia y Lituania. Lo hizo de la mano de Patricia Vanegas, quien empezó jugando fútbol gracias a un aviso que vio en la prensa y terminó siendo ella la noticia cuando marcó por primera vez un gol para un equipo nacional femenino de mayores, como fue la primera Selección Colombia femenina que se vio en el Sudamericano de Mar del Plata (Argentina) en 1998, un equipo dirigido por Juan Carlos Gutiérrez.
“La época fue muy dura. En nosotras no creían en el fútbol femenino, pero así fuimos avanzando poco a poco y ahora miren donde hemos llegado, ya hay mucho apoyo en ellas. Fuimos las pioneras”, comentó Sandra Valencia.
Todas ellas se encargaron de extender una nueva forma de vida en Cundinamarca, Santander, Valle, Antioquia y Casanare.
Había poco interés en el fútbol femenino
“Nos preparamos con hombres, los medios de comunicación eran pocos”, indicó Margarita Martínez, pionera en Antioquia que además de jugar era una líder. Jugaba y organizaba torneos. Se preparó para dirigir la Selección Antioquia y fue asistente de la Selección Colombia de Myriam Guerrero. Juntas dieron progreso y categorizaron el fútbol femenino.
“Se lograron categorías juveniles en preolímpicos, olímpicos y competencias hasta mayores. A nosotros nos proponían premios y no nos daban. Eso es lo que no cambia en el fútbol actual. Logramos romper paradigmas”, confesó.
Incluso, la fiebre que ellas contagiaron llegó a otros países y se formó el onceno con el nombre de Internacional. Equipo formado por Natalia Gaitán, Manuela Acosta o Tatiana Ariza.
“Los dirigentes han afirmado que nunca habían recibido declaraciones por nuestra parte y que hasta ahora estamos saliendo al aire. Yo Natalia Gaitán, capitana de Selección Colombia por más de 10 años, he tratado de muchas formas, muchas veces comunicarme con ellos. Tengo una carta del año 2012 donde informamos sobre tres temas principales y que tiene sello de recibida del 14 febrero de ese año”, dijo Natalia Gaitán, capitana de la Selección Colombia y campeona d elos Juegos Panamericanos, hoy, vetada en la tricolor.
El 7 de marzo de 2019, junto a 13 jugadoras y ante la prensa probaron vetos e irregularidades en el fútbol femenino de esta generación. Audios, comprobantes de pago de tiquetes aéreos para asistir a las convocatorias de la Federación, cuentas de gastos médicos y consignaciones a un entrenador de la Selección que citaba a convocatorias alternas. Además de la precariedad en el suministro de indumentaria, la eliminación de viáticos en concentraciones a nivel nacional (60.000 pesos diarios), deficiencia en equipos médicos de rehabilitación, terapias y entrenamiento, falta de ciclos de preparación y uniformes usados y en mal estado.
“Fui parte de una convocatoria paralela en una sub 20, tengo un recibo que le doy al entrenador Felipe Taborda -a su cuenta personal- por mi estadía, alimentación y transporte, sin saber que estaba pasando”, afirmó Isabella Echeverri en la época.
Fueron las bases para empezar a forjar una estructura que, aun en un estado mejorable, les ha brindado algo de profesionalismo a unas mujeres que están sacando la cara en el plano internacional.
Pero no solamente por los logros actuales en la Selección Colombia, sino que se puede dejar atrás que el Atlético Huila consiguió la Copa Libertadores Femenina en 2018, superando a Santos de Brasil, un país que tiene más tiempo invirtiendo en el fútbol femenino.
Las mujeres han luchado por su lugar, no se han quedado calladas ante las valoraciones equivocadas que han hecho directivos o la propia afición del fútbol, y hoy, en octavos de final de la Copa del Mundo 2023 están a las puertas de hacer historia para el equipo tricolor, inspirando a otras jóvenes a que casos de éxitos como el de Linda Caicedo, hoy estrella en el Real Madrid, se puede repetir más y más.