Por José GuarnizoEsteban tenía siete años cuando experimentó eso de perder el equilibrio en plena competencia, caerse, rasparse las rodillas, rasgarse el uniforme, retorcerse en la tierra de una pista de bicicross con la cara ensangrentada.Era de esas veces en las que –es lo que seguramente habrá pensado un niño de su edad-, era mejor retirarse, no continuar la competencia para salir cojeando en medio de las lágrimas.Puede leer: El técnico de Urán en medio de la emoción: “Rigo debe ser presidente de Colombia”Pero Jairo Cháves, el papá de Esteban, corrió hacia la pista y reprendió al niño con un regaño monumental:-¡No te vas a retirar! ¡Levántate, deja de llorar y termina la carrera! –le gritó. Los demás chicos habían cruzado la meta para el momento en el que Esteban se paró y se montó de nuevo en la bicicleta. Con las raspaduras a flor de piel, al pequeño se le vio recorrer la pista en solitario, llorando, con el sol arañándole la espalda.Pero cuando terminó, Esteban tomó la bicicleta con ambas manos, se la tiró a su papá en los pies y le dijo:-Ahí le dejo su bicicleta, nunca más voy a volver a correr...Y así lo hizo durante los años venideros.

Quienes lo conocen, saben que Esteban Cháves se preparó toda su vida para correr el Tour de Francia. Este 2017 era la primera vez que el ciclista bogotano cumplía el sueño de su vida.Ángela Salazar, amiga de Esteban desde el bachillerato, así lo entendió a raíz de un episodio que tuvo lugar en Francia hace unos años. Era de noche y Esteban había terminado de entrenar. Alguien le dijo que mirara por la ventana uno de los paisajes en los que instalarían una de las premiaciones del Tour. Pero Chaves se negó a mirar. Dijo que prefería esperar a ver ese escenario el día en que pudiera subirse al podio.Pero esta primera participación de Chaves en la competencia no fue la que esperaba. A dos jornadas de que se terminara la carrera, el bogotano estaba en el puesto 62 de la general, a 2 horas 23 minutos del líder Chris Froome. En la etapa 18, una de las más duras, esa que tuvo como locación la imponente cadena montañosa de los Alpes, la transmisión oficial de televisión alcanzó a captar a Chaves. Cuando el Chavito miró a la cámara, se llevó la mano al cuello, como queriendo decir que iba al límite, que iba muerto.Los expertos en este deporte saben que Cháves, de 27 años, es uno de los hombres que dará de qué hablar en las próximas ediciones del Tour. Y es que el bogotano no llegó a tope a raíz de una tendinitis en la rodilla que sufrió a comienzos de año. El Tour es tan exigente, que un retraso de un mes en la preparación puede dar al traste con los resultados. Y eso ocurrió.De niño, nadie daba un peso por Esteban como ciclista de alto rendimiento. Carolina Rubio, su madre, recuerda que a su hijo no le ayudaban ni la estatura ni el peso: “Era enfermo, chiquito, flaco, debilucho”.Pero Esteban se hizo a punta de disciplina. Hoy por hoy es el capo del equipo Orica Scott. Pasó a la historia del ciclismo mundial al ocupar un segundo puesto en el Giro de Italia, y un tercer lugar en la Vuelta España. Ambas hazañas son del año 2016.Fernando Saldarriaga es uno de los técnicos de ciclismo más cotizados del país. Por sus manos no solo pasó Cháves cuando era un adolescente, sino Nairo Quintana, Sergio Luis Henao, y varios de esa generación de oro que ahora triunfa en Europa. Saldarriaga dice que la gran fortaleza de Chavito es la mente. “De todos los ciclistas colombianos, es el más estratégico, el de más cabeza fría. Eso es lo que lo va a llevar a triunfar”.Pese a que Esteban ha sufrido en su primera experiencia en el Tour, no hay que ser un oráculo para saber que lo seguirá intentando. Y tiene con qué. Cháves ya superó las pruebas más tenaces de su vida. En 2013 sufrió un accidente que lo sacó del ciclismo durante doce meses. Esteban incluso creyó que nunca iba a volver a correr. Fue una caída en el Trofeo Laigueglia, en Italia, en la que se rompió los huesos de la clavícula derecha.Luego de una operación compleja que incluyó la intervención de los nervios de un brazo, Esteban padeció de mareos y pérdida del equilibrio. Y ahí fue cuando apareció el equipo Orica Scott. Ellos apostaron por Cháves sin que se hubiera recuperado completamente. De hecho Esteban nunca recobró del todo el movimiento del brazo derecho. Es por eso que siempre en competencia se le ve agarrar la carimañola y el alimento con la extremidad izquierda.Tres años después de que Esteban le tiró la bicicleta de bicicross a su papá y que dijo que nunca más practicaría el ciclismo -ya con 9 años-, apareció una competencia que cambiaría el rumbo de la historia. Era una duatlón en familia que incluía una prueba de atletismo y otra sobre ruedas. Esteban no quería participar, pues decía que odiaba la bicicleta. Durante ese tiempo se había dedicado a otros deportes.Pero Jairo, el papá, le insistió. Pero antes de convencer a Esteban de que participara en la duatlón, Jairo se fue a recorrer talleres para buscar una bicicleta alquilada. En un almacén encontró un caballito de acero a la medida de su hijo. “Era una bicicleta azul de segunda, con cambios, de carreras, hermosa, tenía el tamaño de Esteban, pero era muy cara, costaba un millón de pesos en esa época”, recuerda doña Carolina.Jairo no tenía la plata ni tampoco la certeza de que Esteban quisiera usarla. El vendedor le dijo que no se preocupara, que la llevara para la duatlón, y que si al niño no le gustaba que se la volviera a llevar y ya veía cómo le pagaba el alquiler.Esteban aceptó participar. Durante la competencia, ganó en atletismo. Luego se montó en la bici y se lanzó al circuito. En el recorrido, que contenía terrenos llanos y montaña, el chico que años antes decía que nunca más volvería al ciclismo, sobrepasó a los contrincantes y llegó de primero a la meta. Cuando se bajó de la bicicleta estaba emocionado y dijo que había tomado una decisión.-¿Cómo así, cuál decisión?- le preguntó Jairo.-Pues que voy a ser ciclista y voy a ganar el Tour de Francia –dijo-.