En un campo de fútbol en Kiev, Yevguen se ríe estirando los dedos de la única mano que le queda. Oleg, a su lado, pierde el equilibrio mientras hace flexiones con un solo pie. Heridos de la guerra contra Rusia, se reconfortan alrededor del balón.
Junto con una decena de otros inválidos, civiles y militares, participan una o dos veces por semana en un entrenamiento de fútbol, un deporte que practicaba la mayoría de ellos antes de sus heridas.
Se colocan sus prótesis al borde del pequeño campo de césped artificial, iluminado por proyectores cuando cae la noche en el centro de la capital de Ucrania.
Oleg tiene 46 años. Era oficial en la 46ª brigada de asalto, una unidad de vanguardia en la contraofensiva que Kiev tiene en curso en Robotyne (sur).
En diciembre pasado, en un combate cuerpo a cuerpo en Bajmut (este), “un ruso me disparó con un lanzagranadas desde unos siete metros”, cuenta a la AFP, con el rostro sudado y las manos sobre sus muletas fijadas en los antebrazos.
“Tuvo miedo. Si hubiera sujetado firmemente su arma, me habría dado en medio del pecho y ahora no estaría jugando aquí”, prosigue el hombre, que no desea dar su apellido.
“Muchos colegas que perdieron extremidades no lograron soportarlo y comenzaron a hacer cosas malas, como drogarse”, explica. “No es fácil soportar esto, créanme”.
“Recuerdo la primera vez: cuando la morfina dejó de surtir efecto, levanté la manta térmica y me faltaba una pierna (...). Sentí que mi vida había terminado. ¡Pero aquí estoy!”, cuenta sonriente el exoficial de policía.
Herido dos veces antes de perder el pie, siempre volvió a luchar. Una vez incluso le pidió a un médico un certificado de aptitud falso para poder unirse a “sus chicos” en el frente.
Seguir viviendo
Después de la amputación, “me di cuenta de que tenía miedo de perder la vida, de estar todavía más discapacitado. ¡Tengo dos hijos!”, explica.
En un partido de cinco contra cinco, Yevguen Nazarenko se mueve constantemente en el arco como portero. Tiene la camiseta empapada de sudor y una de sus mangas flota, vacía.
Sargento de 31 años, es piloto de drones de reconocimiento. En mayo de 2022, en la región de Jersón (sur), guiaba los disparos de un mortero. Un proyectil defectuoso explotó en el tubo, a 10 metros de él, y perdió el brazo.
Jugador de fútbol aficionado desde muy joven, regresó a la cancha recientemente.
“Hay que mostrar a los otros jóvenes heridos que la vida no se detiene y que no tienen que quedarse en casa”, dice, sin aliento, durante una parada del juego.
Yevguen aprendió a pilotar un dron con un solo brazo y quiere volver al servicio una vez que tenga su prótesis.
El juego se reanuda. Astuto y ágil en sus muletas, Oleksandre Malchevski marca un gol con su pie izquierdo. Fue amputado justo debajo de la rodilla derecha después de una herida de bala en un ataque cerca de Járkov (noreste) en mayo de 2022.
“Tengo esposa y un hijo de nueve años. No quiero estar en una silla de ruedas y que me cuiden”, explica al final del partido.
“No afecta mi psique”
“Haber perdido una pierna no afecta a mi psique. Nadie me obligó (a luchar). Fui voluntario desde los primeros días y conocía el riesgo”, asume el hombre de 31 años.
“Nos adaptamos”, comenta por su parte Volodimir Samus, de 42 años, víctima de metralla en la ciudad de Avdivka (este), que los rusos intentan capturar desde hace meses.
Herido a las 9H00, llegó al hospital a las 16H00. “Estuve bajo fuego durante mucho tiempo, no había manera de salvar mi pierna”, recuerda.
Él también practicó fútbol durante muchos años, pero hacerlo con solo una pierna “es una sensación completamente nueva”, relata.
“Al igual que un niño que aprende a caminar, pues aprendemos a jugar”, resume.
*Con información de AFP.