El 25 de octubre, a Flor Marina Gómez, mamá de Egan Bernal, le van a extirpar el seno después de 16 quimioterapias.

En SEMANA, Flor Marina ratificó la conexión que tiene con su hijo mayor, Egan Bernal. Cuando el ciclista de Zipaquirá se accidentó en carreteras de Cundinamarca y se estaba recuperando, a ella le descubrieron cáncer de seno, y cuando ella tenía la última quimioterapia, el pedalista regresó a Colombia para su cirugía de rodilla. No creen que sea simple coincidencia.

La alianza es tanta entre los dos, que fue él quien tuvo el presentimiento y le insistió en que se hiciera los exámenes médicos hasta descubrir la masa en su seno.

SEMANA: ¿Cómo es eso de que fue Egan el que tuvo el presentimiento e insistió en que su mamá se hiciera los exámenes médicos?

Flor Marina Gómez (F. M. G.): Sí, sí fue así porque cuando él ya salió de la clínica que fuimos a la casa donde estábamos todos en su recuperación; él me decía “mamita, quiero que se haga muchos exámenes de rutina, vaya saque cita y se los hace por favor”. Tan pronto se mejoró, me insistió. Empecé con exámenes de sangre, de tiroides, endoscopia y lo último fue la mamografía y ahí se supo todo, sin tener síntomas, sin tener absolutamente nada.

SEMANA: ¿Cómo fue ese abrazo cuando regresó, después de tanto tiempo sin verse y pasando esta dificultad?

F. M. G.: Pienso que él llegó en el momento más crítico, diría yo. Decir ‘lo logré' para mí era tan importante y ese día mi hijo estuvo ahí. Hubiera querido que mi otro niñito también hubiera estado, pero bueno, no pudo, pero él también a la distancia me motivó. Estuvieron las personas que me ayudaron, mis amigas y mis familiares. Fue algo espectacular, es algo que lo llena a uno y le da esa recarga que uno necesita.

SEMANA: ¿Qué tanto sufrió en silencio? Es decir, las mamás a veces prefieren evitarles preocupaciones a sus hijos. ¿Usted también lo hizo?

F. M. G.: No, Egan se fue de Colombia el día que me diagnosticaron. Él me hizo hacerle esa promesa: “Mami, júreme, prométame, que sea cual sea la situación, usted me va a decir, que va a ser lo más honesta conmigo en decirme cómo se siente”. Yo nunca me sentí mal, nunca me sentí decaída, de estar ahí en una cama o decir “hoy no me quiero levantar, hoy no puedo”. Nunca fue así. Cuando me llamaba me hacía videollamada para estar ahí, o, mejor dicho, no me creía que yo fuera a estar bien. Cuando me sentía con muchas náuseas, con mucho rebote, con los síntomas habituales, yo se lo decía. Nunca le oculté nada.

SEMANA: Cuando mira hacia atrás, ¿a quién le agradece?

F. M. G.: La lista es muy larga, pero mis hijos fueron el motor días tras día. Mis hijos son todo para mí. La clínica el Country. Mis amigas, Johana Ávila, incondicional, me sacaba risas. Mejor dicho, todas las personas que no me dejaron sola.

SEMANA: ¿Qué mensaje envía a los que pasan el cáncer en este momento?

F. M. G.: Mi mensaje, sin duda alguna, es para tantas mujeres, y no solamente ellas, también a los hombres, porque el cáncer nos toca a todos. A las personas que están diagnosticadas, decirles que por favor no paren de luchar, no pierdan la fe y que traten de llevar este proceso de la mejor manera. El cáncer es algo demasiado duro, pero la vida a veces nos pone unas batallas que hay que librar. Hay cómo salir adelante. Siempre hay un motivo para decir “yo puedo, tengo que luchar, tengo por quién vivir”. A los que no están diagnosticados, por favor, que se cuiden, que se hagan el autoexamen, que estén en controles, que detectar el cáncer a tiempo lo puede salvar a uno.