La Copa del Mundo Qatar 2022 finalizó bordando la tercera estrella en la historia para Argentina, un anhelo generalizado de un pueblo sudamericano que no lograba tal gesta desde su consagración en el Mundial de México 86. Entonces, de la mano de su máxima figura en ese momento, Diego Maradona, vencieron a una durísima Alemania en una de las mejores finales de todos los tiempos.

Sin embargo, más de veinte años después, el fútbol tenía previsto que un nuevo capítulo se escribiera y fuera mejor que los anteriores, que no quedaran dudas de que en la época del mejor jugador de todos los tiempos, Lionel Messi, se jugaría el partido más emotivo a lo largo de las 22 citas orbitales que se han desarrollado en el momento.

La contienda se podría, simplemente, asemejar a lo que es una pelea de dos pesos pesados. Uno golpeaba y el otro le respondía: el que se adelantó fue Argentina, con tantos de su 10, y el siempre bueno Ángel Di María; luego, el empate llegó a través de la joya francesa Kylian Mbappé, quien en el epílogo del tiempo reglamentario empató y mandó al traste parte de las ilusiones de los sudamericanos.

Por fortuna para Messi y los suyos, en el alargue otra vez encontraron un aire de más para lograr hacerse con acciones ofensivas a su favor; persistieron e insistieron hasta que de manera agónica llegó el tanto de Lionel, quien incómodo alcanzó apenas a empujarla para celebrar el 3-2 que hasta el minuto 108 parecía definitivo. No obstante, a la final le faltaban más momentos para hacerla épica: un tanto otra vez de Mbappé y los penales.

La suerte antes de la definición desde los once pasos estaba ya echada, era la efectividad, el acierto, el azar y algo más, un uno contra uno que se ha visto cientos de veces, pero que no deja de ser la manera más injusta de definir un ganador. Lo tenía que haber, y por fortuna, para una Sudamérica sedienta de títulos desde hace 20 años y para uno de los equipos más populares de esta parte del mundo.

Capítulo aparte, la ayuda divina de Messi a Maradona, de ídolo a ídolo cuando en el remate definitivo de Gonzalo Montiel, el astro Lionel exclamó: “Vamos, Diego, desde el cielo”, invocando a que el futbolista fallecido pudiera darles una mano para que ese balón tocara la red y lograran soltar el sagrado grito de “campeones”.

Así fue. Los designios del fútbol lo permitieron y a Messi se le vio caer arrodillado agradecido con la vida, con Maradona, con Dios en el que confiaba: “Es impresionante que pueda terminar de esta manera. Sabía, sabía, que lo dije en un momento que Dios me lo iba a regalar. Presentía que iba a ser esto, una vez más me hizo darle una felicidad enorme”.

“No hay nada después de esto, ¿qué va a haber? Después de conseguir la Copa América y el Mundial, se me dio casi al final de mi carrera. Pero, por otro lado, me encanta el fútbol, lo que hago lo disfruto, disfruto de la Selección”, agregó ya en zona mixta del estadio Lusail.

Orgulloso de lograr todo lo que se puede ganar en el fútbol, sentenció: “Esta (la Copa) la quieren todos, es el sueño de chiquito de cualquiera. Tuve la suerte de haber conseguido de todo en mi carrera y ahora esto va para allá para disfrutarla con ustedes”.

“Obviamente, no me voy a poner a repasar partidos, teníamos que ser campeones y lo somos. Es hora de disfrutar”, finalizó.