SEMANA: Durante estos 25 años, ¿qué legado le ha dejado la Fundación Gabo al periodismo de los países de Iberoamérica?
Jaime Abello Banfi: Hemos desarrollado desde Cartagena una gran red y un intenso programa anual que ha impulsado a los periodistas de lenguas española y portuguesa a compartir experiencias y aprendizajes, a colaborar y generar referentes comunes en la búsqueda de excelencia, coherencia ética e innovación. Eso se ha logrado con talleres y seminarios itinerantes de la mano de grandes maestros, los premios, el Festival Gabo en Medellín, las publicaciones e iniciativas en línea como el consultorio ético. Buscamos trasmitir y reafirmar la pasión por el periodismo y las historias que animó a García Márquez a crear la Fundación. En todos estos años nos hemos empeñado en recordar que el periodismo sí vale la pena, que es el mejor oficio del mundo a pesar de los cambios tecnológicos, económicos y sociales; que sus ideales profesionales, función de servicio público, fundamento investigativo y dimensión creativa no solo se mantienen vigentes, sino cuentan ahora con las posibilidades que ofrecen los avances en la tecnología.
SEMANA: ¿Cuál es una anécdota que recuerda o aprecia de estos 25 años de historia?
J.A.B.: El primer taller que hicimos con Gabo, en Barranquilla, en el que participaron Alejandro Santos, Luz María Sierra, Carlos Alberto Giraldo, Andrés Grillo, Tatiana Escárraga, entre otros jóvenes que se destacaron después en el periodismo... Desde el primer día, Gabo sorprendió al llevar a un experto en retrato hablado de la Policía para hacer ejercicios sobre cómo realizar descripciones de personas. Gabo no creía mucho en las clases magistrales, sino en la práctica, el debate e intercambio de experiencias, el ensayo con derecho a equivocarse para no repetir después los errores, en la camaradería mediada por el sentido del humor. Insistía en que los talleres tienen que ser alegres, como lo es la vida. Es el estilo de cheveridad que hemos tratado de preservar estos 25 años.
SEMANA: En este cuarto de siglo, ¿cuál es la cuestión más dura que ha atravesado el periodismo?
J.A.B.: La disrupción en los modelos de sostenimiento económico y relacionamiento con las audiencias. El gran desafío de la transformación digital para los medios ha sido mantener la conexión y el vínculo de confianza con la ciudadanía, que fracciona ahora su tiempo y atención con los celulares, las plataformas y las redes sociales. La publicidad, que era la fuente principal de ingresos, también se ha fraccionado en distintos canales. Y la credibilidad de los medios informativos está afectada por la proliferación de información falsa o distorsionada, disfrazada de periodismo, y por la impaciencia de la gente hacia nuestros errores y lo que percibe como sesgos. El periodismo está obligado a asumir esa realidad difícil, pero también a buscar nuevos caminos.
El gran desafío de la transformación digital para los medios ha sido mantener la conexión y el vínculo de confianza con la ciudadanía, que fracciona ahora su tiempo y atención con los celulares, las plataformas y las redes sociales.
SEMANA: ¿Cómo superar esos retos?
J.A.B.: Cada vez se hace más evidente que tenemos que organizarnos dentro de estructuras más flexibles y menos costosas, diversificar las fuentes de ingresos, desarrollar y cultivar nichos de audiencia, o sea conocer a fondo y conversar con comunidades fidelizadas que al final contribuyan a ser las principales financiadoras de los medios mediante suscripciones o membresías. Eso sí, la gente será cada vez más exigente y vigilante. La clave es ofrecerles un periodismo con mayor valor agregado, que se perciba como pertinente e indispensable para la buena vida en sociedad, o sea útil, confiable, bien contado y de interés público, que demuestre independencia y merezca ser remunerado. ¡Un tremendo reto!
SEMANA: ¿Qué tan difícil es hacer periodismo en medio de la proliferación de líderes autoritarios o populistas como Vladímir Putin, Donald Trump o Nicolás Maduro?
J.A.B.: Estos personajes encarnan el cinismo en el ejercicio de la política, no se ruborizan ante nada y exacerban la polarización política. Generan dinámicas en las que el público espera que los periodistas tomen posición de un lado u otro, y reducen los espacios para el pluralismo y la imparcialidad. Cuando un periodista denuncia su juego cínico, es desacreditado o perseguido. Desafortunadamente hay otros periodistas que caen en ese juego. El verdadero riesgo es para la democracia. Lo indicado es mantener la claridad, no caer en las provocaciones y seguir del lado de la ciudadanía.
SEMANA: Últimamente han aparecido medios que dicen hacer periodismo alternativo, pero que en realidad son nidos de difamación con estrategias políticas proselitistas claras y que cautivan a un amplio público ¿Qué opina de este fenómeno? ¿Qué hacer entonces con las fake news que van de la mano de estos medios o de poderosos inescrupulosos?
J.A.B.: En Colombia, la libertad de fundar medios la protege la Constitución, pero no todos son auténticamente periodísticos. Siempre hubo medios proselitistas, y la diferencia radica en que la era digital permite crearlos con mayor facilidad. Ese fenómeno no se combate con regulación política y control tecnológico, porque se abre el boquete a la censura. En todas las épocas ha habido propagación de mentiras y falsedades, lo que se multiplica ahora por el poder de difusión de las plataformas digitales. Pero la tecnología multiplica igualmente la capacidad de responder, visibilizar, corregir y advertir al público. Las fake news requieren un tratamiento combinado. Necesitamos una ciudadanía más advertida y educada para la vida digital, que no trague entero; con la contribución responsable de las propias plataformas, del sector educativo preparando a las nuevas generaciones, de la justicia obrando sobre los casos dolosos. Por su parte, el papel del periodismo en la construcción de una ciudadanía más crítica frente a las fake news es distinguirse al alinearse con la verdad, la ética y la transparencia, pero también hacer crítica de medios, investigar y poner en evidencia el negocio de la manipulación y la mentira en las redes sociales.
Entre el 24 y 28 de mayo de 1995, en Barranquilla, Gabriel García Márquez dictó su primer taller de periodismo en la recién creada Fundación.
SEMANA: ¿El periodismo, en vía de extinción?
J.A.B.: Para nada. Está más vivo que nunca. Basta ver cómo la gente se ha volcado a la información y orientación de los medios en medio de la crisis múltiple causada por la pandemia de la covid-19. Desde el observatorio privilegiado que son los concursos de la Fundación constatamos que hay periodismo extraordinario y de altísima calidad en el continente. Proliferan nuevas búsquedas, como los emprendimientos digitales, los periodistas que trabajan con marca propia desde las redes sociales, los proyectos colaborativos de investigación, los libros y el periodismo de autor, el liderazgo creciente de las mujeres periodistas, el cambio en las redacciones con la entrada de expertos en datos, ingeniería y diseño, las alianzas con la academia, el surgimiento de medios y centros sin ánimo de lucro. El reto es asentar esas búsquedas de manera sostenible.
Desde el observatorio privilegiado que son los concursos de la Fundación constatamos que hay periodismo extraordinario y de altísima calidad en el continente.
SEMANA: ¿Qué opina de que los medios de gran nombre estén bajo el mando de grandes conglomerados económicos?
J.A.B.: Espero que entiendan que la propiedad de las empresas periodísticas genera tanta responsabilidad social y riesgo reputacional como la posible rentabilidad en términos económicos o de influencia política. El público se defrauda fácilmente si no percibe cuidado editorial, equilibrio y pluralismo, servicio a la ciudadanía. Si son capaces de asumir esa responsabilidad y garantizar la autonomía y el apoyo que necesita la redacción, no hay lío. El problema es cuando los medios terminan al servicio de intereses puntuales. La audiencia se da cuenta, se aparta y se deterioran credibilidad y marcas del medio y del grupo propietario.
SEMANA: ¿Qué autocrítica al gremio?
J.A.B.: Observo con frecuencia dos pecados graves que hacen perder el horizonte ético y el equilibrio informativo: el ego exaltado por la soberbia, que es mala consejera, y por otra parte, embarcarse debajo de cuerda en servicios de relaciones públicas, asesorías o publicidad. No estoy diciendo que estas actividades sean per se negativas, sino que requieren transparencia en la práctica periodística. Los periodistas que obtienen ingresos de manera soterrada suelen manipular para encubrir intereses, traicionan la confianza del público y deshonran el oficio.
SEMANA: ¿Qué viene para la Fundación?
J.A.B.: Gabo sembró una semilla de mucha potencia, que ha cosechado miles de personas beneficiadas con las oportunidades de formación, estímulo e intercambio internacional de nuestros programas. Continuaremos nuestro trabajo por un mejor periodismo con prioridad sobre las agendas críticas para la rehabilitación social, económica y ética, y para superar el impacto destructivo de la pandemia. Queremos promover el reencuentro con el periodismo; crear conciencia de la necesidad de apoyar desde el Estado, la empresa privada y la sociedad civil al periodismo independiente y el financiamiento de los medios. Además, nos proponemos sacar adelante en alianza público-privada el proyecto Centro Gabo, para promover la apropiación colectiva de la memoria y legado de nuestro fundador como un activo de desarrollo social, a través de proyectos educativos, culturales y de turismo literario.