Se dice que el retiro de Horacio Serpa era algo anunciado y consultado. Pero lo más impresionante es que el registro de su partida, el día en que se fue, hubiera sido casi nulo en la prensa de su colectividad. ¿Tan lánguido fue su mandato, tan vacilante su dirección? No lo sé, pero da la impresión de que su personalidad pública se hubiese desmitificado, a un año de la derrota del 98.Duro debió ser para el ex candidato sostener 'la caña' de la jefatura liberal, después del enorme desencanto que debe producir verse a las puertas de la Casa de Nariño y tener que ceder la oportunidad a su rival (en este caso al 'apátrida'). Mucho más cuando se ha tenido una inmensa votación y la condición de candidato oficial, que, como aquí se ha comentado, resulta a la postre vulnerable. Por menos se quitó la vida Gabriel Turbay, si no fue un ataque de asma el que puso fin a sus días en aquel hotel de París, en 1947.Serpa se halló en una situación compleja. Debió atacar al gobierno, pero al mismo tiempo, no podía zafarse del seguro en política de paz, para no hacer causa común con los derechistas de su propio partido, ni quedar por fuera si los acuerdos progresaran. Debió atacar lo económico y pretendió volver cisco a Juan Camilo, sin conocer mayor cosa que generalidades en esta materia. Su caso recuerda el de Guillermo León Valencia, quien adelantó un curso rápido de economía, una vez elegido presidente de la República.Sólo atinó a la burla, a la anticipación de los fracasos, al recurso de las encuestas (en las que nunca ha creído) y a impedir por todas las formas que el carruaje del gobierno hiciera uso del retrovisor, porque ahí, indefectiblemente, iban a verse él y el presidente Samper, del cual le ha sido difícil desligarse.Deja, en un gesto dramático, no suficientemente registrado, una dirección anónima y eneasilábica, quiero decir, de nueve, la rima más difícil de la métrica castellana. Allí, Piedad Córdoba, la sectaria; Viviane Morales, la cristiana, conversa de repente a directora liberal; allí, el que no preciso mucho en lo político, Luis Guillermo Vélez, divulgador económico y Germán Vargas, entre otros, el militarista de sangre Lleras, la de esta intrépida rama.Dice, al partir, que deja la dirección para salvar la unidad del liberalismo. Esta división, así denunciada, llevará muy posiblemente a su candidatura sectorial (con Piedad Córdoba, podría ser, como vicepresidenta) y habrá qué ver quiénes se apuntan en el otro sector. Le va a ser difícil a Juan Manuel Santos superar el obstáculo que le han colocado, desde siempre, las encuestas y el turno tal vez sea para el desalentado y culto Rafael Pardo, a quien no imagino en una plaza pública. Ya va siendo tiempo de hacer conjeturas.No veo a María Emma compitiendo por la candidatura a la presidencia _puesto que de seguro no repite vicepresidencia_ dada la confusión que se crearía entre el público general con su rival, Noemí Sanín. En el mejor de los casos, volvería a escuchar lo que le gritaron en la calle del Cartucho, cuando Horacio Serpa se atrevió a presentarla ante esa corte de los milagros bogotana: "¡Viva María Noemí!".Serpa volverá o no va a retirarse del tablado político. Con su bigote más blanco, tratará de desprenderse de su propia sombra, que es Ernesto Samper, en esta su segunda salida. Lástima, Horacio Serpa es un gran tipo, tiene gracia, tiene humor, oratoria y, sobre todo, es un hombre del común, y por lo tanto, con sensibilidad natural _no afectada, como la de su jefe ínclito_ en materia social. Pero no se sabe si pueda superar el obstáculo que él mismo interpuso en su carrera, y peor aún, si de lo que se trata ahora es de una honda división dentro de su partido.Una respuesta, al menosAl artículo de Lorenzo llamado 'Cuatro preguntas' le afloró la semana pasada una respuesta, la de la señora registradora. Cuestionada por su presencia en un acto de inevitable cariz político, la alta funcionaria, en carta a esta revista, revela aún más de lo que sabíamos, cuando afirma que el homenaje lo ofreció ella misma, costeándolo a sus expensas. Lo que no se estaba preguntando, entre otras razones, porque no se conocía que fuera una atención suya a los jefes políticos.Aunque la señora registradora afirma que se trató de un acto privado, cabe precisar si puede considerarse como tal una pomposa invitación a manteles a los jefes de los dos grandes partidos y a los secretarios de los directorios, a congresistas y magistrados y a gente del notablato, como Raimundo (Emiliani) y todo el mundo. Si, además, dicho acto social se realiza en un escenario de todos los ecos, como es el Jockey Club de Bogotá y si, finalmente, trasciende al primer periódico nacional (en su sección, casualmente llamada Ecos), como un homenaje al entonces director del liberalismo (E.T., 28, VII, 99, Pág. 6 A).***Debe estarse revolviendo en su estudio el profesor Panesso al leer lo que le puso a decir el corrector del diario de Bavaria (tal vez algún antiguo embotellador): "Ortega y Gasset definían que el hombre es también su circunstancia".