En el sector lácteo se está conformando la tormenta perfecta. Por un lado, el consumo de leche y sus derivados viene en una profunda caída desde hace dos años. Según Asoleche, el consumo de productos derivados de la leche ha tenido contracciones en los dos últimos años: -9 % en 2022 y de -6 % en 2023. Y para este año, aunque se ha recuperado muy levemente, el gremio estima, de forma preliminar, que registrará una caída del 3 %, todavía en terreno negativo.
Sin embargo, esa es apenas una de las aristas. Por otra parte, los productores de leche, agrupados en Analac, han denunciado que desde febrero y hasta mediados de junio, empresas como Alpina y Alquería han reducido el volumen de leche comprado en hasta 15 %, mientras que el precio pagado al productor en el país ha caído en, al menos, 12,2 %.
Añadió que estas acciones, que en su concepto afectan el progreso de toda la cadena, frenan el desarrollo productivo e incentivan la informalidad en el sector. En su concepto, la reacción coherente en precios en planta y al consumidor es fundamental para la seguridad alimentaria y nutricional del país y para fortalecer la incipiente recuperación del consumo.
“La situación de los productores de leche en el campo colombiano se agrava rápidamente, debido a la determinación de reducir el recibo de leche en las fincas por parte de Alpina y Alquería, industrias procesadoras líderes en el país. Estas determinaciones llevan al productor a una situación crítica y aumentan la incertidumbre que viven desde hace 14 meses por la baja en los precios pagados en las fincas”, dijo Analac en un pronunciamiento.
Y agregó que el esfuerzo de los campesinos productores de leche, que asumieron costos adicionales para enfrentar el fenómeno de El Niño, “no se ve reflejado coherentemente en los precios en planta procesadora ni en los precios al consumidor. Esto genera un grave riesgo para todos los productores, sus ingresos familiares, los empleos que con dedicación generan en el campo colombiano y va en detrimento de los lácteos, que son productos esenciales para la alimentación y nutrición de la población colombiana”.
Para Ana María Gómez, presidente de Asoleche, la ecuación es bien sencilla: a mayor lluvia hay más pasto, más disponibilidad de alimento para las vacas y se aumenta la producción de leche. Advierte que eso pasa cada año, y las describe como las famosas enlechadas, en la que sube la disponibilidad de leche cruda.
“¿Cuál es el problema que tenemos este año? Que ya vamos a completar tres años, en los que el consumo de leche y derivados está sumamente desacelerado y afecta el tema de inventarios de la industria”, agregó Gómez.
Las cuentas quedaron en una carta que le envió Asoleche a la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica: “Los inventarios de leche en polvo de la industria formal crecieron un 234 % entre abril de 2023 y abril del 2024. Esto es consecuencia, además de la marcada desaceleración del consumo, del compromiso que asumió la industria de seguir comprando a los productores volúmenes adicionales a los que requería, a pesar de que la demanda venía bajando. Esto se hizo con el objetivo de no afectar el eslabón primario y en anticipación a un fenómeno de El Niño que no terminó siendo tan intenso como se proyectaba y que por lo mismo no disminuyó tanto la oferta de la leche cruda en el país”, dice la misiva.
En la carta, Asoleche se defiende de los señalamientos de Analac: “No es cierto, como lo han expresado recientemente algunos grupos de productores, que la industria formal haya tomado determinaciones caprichosas para no comprar la totalidad de la actual producción de leche. Es que simple y llanamente el tener estos niveles de inventarios que no se logran evacuar, tiene un impacto muy significativo en los resultados de las empresas. Estos volúmenes de producto representan dinero que ya fue pagado al ganadero y está estancado en la cuenta de inventarios de las empresas, generando costos de almacenamiento e impacto en flujo de caja”, explicó Asoleche.
Hace unos meses, José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, advirtió “disfunciones estructurales” que han impactado a este sector. Por un lado, alta producción, en promedio, 7.414 millones de litros; bajo acopio formal, representado en unos 3.283 millones de litros, que equivale a 44 % de la leche producida; por otro, pocos compradores, pues según él, en 5 empresas se concentra el 40 % del acopio formal; a lo que se suman importaciones crecientes, pues cada año crece la capacidad de importación desde Estados Unidos y la Unión Europea; distribución disfuncional del consumo, en donde los estratos altos consumen 190 litros per cápita anualmente, mientras los sectores populares solo 37 litros, “y el minifundio como modo de producción prevalente, es decir, pequeños ganaderos y ganadería minifundista sin animales con alta productividad, economía de supervivencia”, manifestó.
En ese momento, Lafaurie también dijo que con dólar caro entre 2021 y 2022 la industria aumentó el acopio, “echando mano de la gran disponibilidad de leche en el mercado; pero con la valorización progresiva del peso y con el bajo arancel extracupo negociado en el TLC con Estados Unidos, de apenas 4,4 % para 2024, retornó el apetito importador con el argumento “de siempre”, de la necesidad de aumentar inventarios de leche en polvo para enfrentar el verano sin que se disparen los precios al productor”.
Según Asoleche, el panorama no es aislado: “Al haberse ralentizado el ritmo de consumo del producto final, irremediablemente ha generado un efecto en cadena hacia atrás para todos los eslabones. Las consecuencias negativas nos están impactando a todos, pero justamente, por esto hacemos un amable llamado a que se dejen de apuntar dedos acusadores hacia actores puntuales y abordemos la crisis de una manera transversal e interinstitucional”.
En lo que coinciden todos los representantes gremiales es en buscar salidas que permitan avanzar en la consolidación, pero muchas de las propuestas no se han cristalizado. En una reciente columna, Lafaurie señala que se ha propuesto que las compras públicas ayuden, que la leche sea obligatoria en los menús de guarniciones militares y, sobre todo, por su importancia para el crecimiento, en los hogares infantiles del ICBF y el Programa de Alimentación Escolar, PAE, “que tanto se roban”, dijo.
También planteó una alianza entre el Estado, los ganaderos y la industria, para producir leche para segmentos populares, con un subconsumo que hace parte de los problemas de desnutrición, al igual que la creación de alianzas para ampliar la capacidad de pulverización “y acercarnos siquiera a una condición de garantía de compra, como la tienen los cafeteros, para que el pequeño productor de nuestra historia no tenga que “llorar sobre su leche derramada”, porque nadie se la compra o la debe regalar en la informalidad a precios que no cubren los costos”, asegura.
Sin embargo, agregó que “desde hace años hemos puesto propuestas de solución sobre la mesa…, y ahí siguen. Podemos hacer más seminarios para un problema sobrediagnosticado, pero es urgente pasar a las soluciones”.
Desde Asoleche advierten la necesidad de revisar los requisitos de participación en los programas de compras públicas, subastas e incentivos para la exportación de productos lácteos colombianos, a fin de que más actores puedan acceder a ellos. “Celebramos el objetivo de estos mecanismos, pero la dificultad está en que las condiciones establecidas para participar dejan por fuera muchas de las industrias, particularmente las empresas grandes, que, de poder acceder a estos mecanismos, podrían mover volúmenes importantes con la consecuente dinamización del mercado”.
También proponen planes de choque que permitan la compra de excedentes a precios especiales para que la industria pueda procesarlos, de forma tal que el ganadero no pierda estos volúmenes excedentarios y a su vez, la industria cuente con producto competitivo para exportar. “Un beneficio adicional de una medida así sería formalizar un fenómeno que ya está ocurriendo: estos excedentes que hoy la industria no está teniendo capacidad de comprar, se están negociando a precios menores del regulado y de manera informal”, advierte Asoleche.
Para este gremio, el sector ganadero tiene también a su alcance medidas de intervención sobre sus hatos lecheros, para hacer temporalmente ajustes productivos a la baja, como aumentar el plan de leche de terneros, secado anticipado de las vacas o modificar la suplementación de concentrados, entre otras medidas técnicas. Y advierte la necesidad de materializar una campaña de promoción al consumo de lácteos en Colombia, con aporte de recursos y acciones del Gobierno Nacional y del sector productor e industrial.
Analac hizo un llamado a una mejor articulación de la cadena que frene el gran impacto negativo para el sector “y especialmente para las más de 320.000 familias que generan sus ingresos a partir de la producción de leche en el campo colombiano”, concluyó.