¿Cómo está el ecosistema fintech colombiano?
GABRIEL SANTOS: Las perspectivas en términos generales son buenas. Colombia es el tercer ecosistema fintech de América Latina, con un alto nivel de innovación financiera y, hasta ahora, con un buen marco regulatorio, aunque en este punto hay que avanzar con varias mejoras. Pero Colombia tiene una gran base de usuarios que requieren de este tipo de servicios y que a través de esquemas público-privados se han ido adaptando a consumir bienes y servicios de una forma poco común en nuestro continente. Para seguir creciendo y poder consolidarnos detrás de México y Brasil como el destino más importante de la inversión, innovación e inclusión, tenemos que pasar a una segunda fase de innovación regulatoria, que es lo que nos puede seguir manteniendo en esta senda de crecimiento.
¿Cuáles fueron los elementos que permitieron ese primer impulso?
G.S.: Ha sido una mezcla de varias cosas. Aquí ocurrió una diseminación de capacidades que se capitalizaron sobre normas que no necesariamente se pensaron para este ecosistema. Eso nos plantó esa semilla originaria, que nos llevó a tener un ecosistema con alto nivel de relacionamiento con inversionistas extranjeros, con muy buen talento desde el punto de vista de programación, producto, marketing e innovación financiera, pero además hay que sumarle a eso una base grande de usuarios con muchas necesidades, pues Colombia hace un par de años tenía cifras muy lamentables en inclusión financiera.
¿Cuáles son las prioridades hoy en términos regulatorios?
G.S.: Colombia tiene que decidir si nos quedamos con lo que tenemos o si seguimos potencializando el ecosistema. Para eso es absolutamente esencial un empujón desde el sector público, en lo que creemos es la tríada regulatoria que generaría esa siguiente eclosión de compañías fintech: flujo libre del dinero, flujo libre de los datos y reconsideración de las tasas de los créditos.
¿De qué trata ese primer punto?
G.S.: Colombia tiene que avanzar en una política muy agresiva de pagos inmediatos y en tiempo real. Eso implica eliminar todas las fricciones desde el punto de vista regulatorio para que la gente pueda mover de una forma más fácil su dinero entre cuentas, bancos y billeteras. Este es un sistema que se desarrolló de excelente manera en Brasil y que logró reducir el efectivo en dos terceras parte en tres años, y que además redujo la concentración bancaria de manera impresionante, porque se diseñó pensando en el consumidor más vulnerable. De la misma forma, Colombia podría lograr incluir en la economía digital a millones de personas que hoy no tienen ningún incentivo para digitalizar sus transacciones. Para eso, el Banco de la República está desarrollando su sistema de pagos interoperables. En ese sentido, esperamos una regulación agresiva que promueva la competencia, la desconcentración del mercado, pensando en los más vulnerables.
¿Y por qué es necesario el flujo libre de datos?
G.S.: Colombia tiene que volver mandatoria la política de finanzas abiertas, en la que participemos fintech, bancos y compañías aseguradoras para que la información vuelva al dueño original, que son las personas. Así podremos competir entre todas las entidades que hacemos parte del sector financiero para reducir los costos de crédito y aumentar los desembolsos, gracias a un mejor conocimiento de nuestros clientes. Que sean las personas quienes decidan con qué entidades pueden compartir sus datos transaccionales financieros y no la entidad con que más relación tienen la que tengan este tipo de monopolio de información. Esto se comprobó en Reino Unido y Brasil, donde lograron mayor inclusión financiera, sobre todo en términos de crédito. Romper esos esquemas monopolísticos de información financiera significa empoderar al consumidor y acceder a una capa de información que permite tomar mejores decisiones y aumentar la base de personas sujetas al crédito en el país.
Y el tercer pilar tiene que ver con las tasas de interés…
G.S.: Actualmente, solo el 36 por ciento de los colombianos accede a crédito formal. No es que el porcentaje restante no acceda a crédito, sino que accede a métodos alternativos, que en muchas ocasiones significa ser presos del gota a gota. Si Colombia quiere permitirles a más personas tener acceso a empresas que cumplan con la normatividad de gestión de cobranza, tiene que reconsiderar la forma en la que se están otorgando esos créditos, para masificar una cifra que a nosotros nos parece absolutamente inmoral. Si avanzamos en esa tríada de iniciativas regulatorias vamos a ver un crecimiento exponencial del ecosistema como jamás lo hubiéramos soñado. Boston Consulting Group estima que para 2030 el ecosistema fintech a nivel global tendrá 1,5 trillones de dólares de ingresos, pero para que Colombia se una a ese camino se necesita innovación regulatoria para atender a los desatendidos. América Latina tiene 364 millones de adultos sin acceso a este tipo de servicios financieros. Hoy Colombia está considerando dos de esas tres partes de la tríada de regulación financiera. Si se logra una regulación que promueva la innovación, la competencia y la inclusión financiera, lograremos un escenario de bienestar social.