La descarbonización global, responsabilidad de todos, es un reto que se debe asumir con prioridad. En varios países del mundo el hidrógeno es considerado como la eterna promesa de los combustibles alternativos, pero en Colombia tenemos la oportunidad de que no sea una simple promesa sino una gran realidad.
Además de una canasta energética diversificada, somos la sexta nación del mundo con las mayores reservas hídricas, tenemos uno de los más grandes potenciales eólicos y solares del planeta y una importante disponibilidad de biomasa. Todo esto se convierte en un interesante tesoro que permitiría producir el cuarto hidrógeno bajo en emisiones más barato del mundo en 2050.
Esta solución limpia facilitaría la descarbonización de la industria pesada. Sectores como la producción de acero, cemento, combustibles y químicos, así como el transporte aéreo, marítimo y de carga terrestre podrían tener un gran impacto y, por ende, una contribución importante en la reducción de CO2.
Desarrollar este nuevo mercado es la puerta de entrada a varias oportunidades. Es una opción real para diversificar cerca del 50 por ciento de las exportaciones energéticas, para reducir algunas importaciones promoviendo la reindustrialización y el autoabastecimiento. Hoy, Colombia importa anualmente cerca de 2 millones de toneladas de fertilizantes, 50.000 toneladas de amoniaco y 90.000 toneladas de metanol, los cuales podrían ser reemplazados con el uso del hidrógeno verde o azul.
El país ha dado algunos pasos para materializar esta gran oportunidad con hojas de ruta, leyes, decretos y resoluciones expedidas para dar señales que traccionen la consolidación del mercado. Sin embargo, la materialización de este gran potencial no está exenta de retos, los cuales requieren un abordaje sistémico y coordinado para lograr las metas que nos hemos trazado como país. Este es el eslabón faltante.
Para volver realidad los 28 proyectos de producción de hidrógeno identificados desde la Asociación Hidrógeno Colombia, se requiere de una coordinación intersectorial entre las carteras de Energía, Transporte, Comercio, Ambiente y Agricultura, y la inclusión de los territorios en los cuales hay potencial de producción de hidrógeno bajo en emisiones.
La expansión coordinada con el sector eléctrico también es un factor fundamental, por lo que el país debe avanzar en el desarrollo de parques de generación de energía renovable y fortalecer su sistema de transmisión de energía. El camino no es fácil y se deben afrontar varios retos. En la demanda tradicional, los principales desafíos giran alrededor de los costos finales del hidrógeno bajo en emisiones, pues compite con el hidrógeno producido con combustibles fósiles que puede ser significativamente más económico. Para esto, debemos desarrollar incentivos que permitan a esta demanda tradicional transitar hacia el consumo de hidrógeno limpio.
Por otra parte, la nueva demanda enfrenta retos adicionales asociados con los riesgos técnicos de los proyectos. En el caso de la movilidad terrestre a hidrógeno es necesario trabajar para hacer más competitivas las tecnologías de vehículos, así como garantizar un suministro seguro y confiable para lo cual es fundamental el desarrollo de la regulación.
Colombia tiene mucho por ganar con la transición energética: inversiones de más de 20 billones de dólares, diversificación de la matriz eléctrica y de su canasta de exportación, descarbonización de la industria local y un nuevo protagonismo en el escenario energético mundial.
El país puede convertirse en una verdadera potencia de energías limpias y transformar la “eterna promesa del hidrógeno” en realidad, para lo cual es indispensable una coordinación interinstitucional y la priorización de este sector. ¡Es hora de pasar del dicho al hecho!
*Presidenta ejecutiva de la Asociación Hidrógeno Colombia.