El Acuerdo de Asociación Transpacífico, conocido como TPP por sus siglas en inglés, es desde ya la noticia económica de 2015. Incluso, dada su trascendencia, los analistas ya lo denominan el marco comercial del siglo XXI. No es para menos. El acuerdo involucra a 12 naciones del mundo, entre ellas Estados Unidos y Japón, y en conjunto representan el 40 por ciento del PIB global. Reduce los aranceles para la mayoría de bienes y servicios y establece nuevas reglas para el comercio entre los participantes. Los especialistas creen que transformará a países como Vietnam, e impulsará el crecimiento de Japón y Estados Unidos. Esta iniciativa nació en 2005 cuando Chile, Brunéi, Nueva Zelanda y Singapur se asociaron para fomentar el comercio en la región Asia-Pacífico. En 2008 se sumó Estados Unidos, en una gran jugada geopolítica para contener el avance de China, la segunda economía del planeta. En 2013 se unió Japón, en una clara muestra del interés del primer ministro, Shinzo Abe, por modernizar su economía e impulsar el crecimiento por la vía del comercio. Pese a la fuerte oposición de sus productores agrícolas, Abe logró su objetivo gracias al respaldo de las poderosas industrias automotriz y de tecnología, que esperan sacar jugo con mayores exportaciones. Del acuerdo hacen parte Canadá, México, Chile, Perú, Singapur, Malasia, Vietnam, Brunéi, Australia y Nueva Zelanda. Todas esas economías tienen distintos grados de desarrollo y sectores productivos e intereses muy diversos, pero desde hace una década comenzaron a sumar esfuerzos en busca de un solo objetivo: crear una gran zona de libre comercio para facilitar el tránsito de mercancías con menores aranceles. Más allá de las implicaciones económicas, el TPP tiene trascendencia geopolítica. Al anunciar el acuerdo, el presidente Barack Obama dijo que si el 95 por ciento de los potenciales consumidores de Estados Unidos viven en el extranjero “no podemos permitir que países como China escriban las reglas de la economía global. Nosotros debemos escribir esas reglas”. Así las cosas, el TPP servirá de contrapeso a los intereses comerciales y políticos de China en el planeta. El gigante asiático impulsa a su vez un tratado similar (la Zona de Libre Comercio de Asia-Pacífico, FTAPP por sus siglas en inglés). De concretarse, esta pasaría a ser la iniciativa de comercio más grande del planeta porque harían parte 21 naciones del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (Apec), creado en 1989 para fortalecer el crecimiento de la región. En América Latina, China se está volviendo un aliado estratégico de Brasil, Chile o Perú. De Venezuela es el principal financiador. El gobierno de Nicolás Maduro le adeuda más de 50.000 millones de dólares. El poder económico de China ha crecido, es la segunda economía del planeta, y muchos creen que en unos años podría superar a Estados Unidos. El acuerdo incluye temas tan complejos como las normas laborales y medioambientales, patentes, propiedad intelectual, regulación de internet, entre otros. Ello ha aumentado las preocupaciones de muchos sectores, inquietos porque todavía no se conoce públicamente el texto de lo negociado y porque muchas de las 24 rondas de conversaciones se hicieron bajo estricto secreto. En los últimos días han surgido voces en contra de la iniciativa, en especial del Partido Demócrata, al que pertenece el presidente Obama. La candidata presidencial Hillary Clinton dijo en una entrevista a la cadena de televisión CBS que no está a favor de lo que ha conocido. Hay que recordar que su esposo, Bill Clinton, firmó en 1993 el TLC entre Estados Unidos, Canadá y México, conocido como Nafta, que se convirtió en la antesala del TPP. Otros analistas también han encendido las alarmas por los alcances del acuerdo. El premio nobel de Economía Joseph Stiglitz aguó la fiesta al señalar durante la reunión anual del FMI, en Perú, que es un paso en la dirección equivocada porque profundizaría la desigualdad. Uno de los mayores temores es el efecto sobre el precio de los medicamentos y el poder de las farmacéuticas estadounidenses. Los detractores señalan que el TPP podría elevar los precios. El temor también se extiende a otros países y productos. México, por ejemplo, el mayor productor de vehículos de América Latina, por encima de Brasil, podría verse desplazado en el mercado automovilístico de Estados Unidos por la competencia de los carros japoneses. La industria láctea también está en alerta por la presencia de Nueva Zelanda, el principal productor mundial del sector. Las naciones que hacen parte del TPP temen que los invadan los productos estadounidenses por la reducción de aranceles (impuestos) a 18.000 de ellos. A pesar de estos cuestionamientos varios países hacen fila para ingresar al TPP, porque lo ven como una gran oportunidad comercial. En lista de espera se encuentran Indonesia, Taiwán, Filipinas, Tailandia y Corea del Sur. Colombia, que hace parte de la Alianza del Pacífico junto con México, Chile y Perú, también espera un guiño, que por ahora no parece cercano. La razón de su ausencia en este grupo se debe, en gran parte, a que durante varias décadas Colombia priorizó a Estados Unidos, su principal socio comercial, y le dio la espalda al Asia. Ahora, cuando la globalización va a toda máquina, quiere hacer parte de alianzas como el TPP, pero no se ve fácil. La ministra de Comercio, Industria y Turismo, Cecilia Álvarez, reconoce que en 2005, cuando invitaron al país a hacer parte de esta iniciativa, no pudo ingresar porque no pertenecía a la Apec. Sin embargo, dijo que “todavía podemos ingresar. No podemos estar por fuera del TPP”. La funcionaria recordó que Colombia ha hecho acercamientos con Asia porque hace parte de la Alianza del Pacífico, tiene acuerdos comerciales con cinco países del TPP, negocia un acuerdo con Japón y aprobó el TLC con Corea del Sur. El exministro de Hacienda Rudolf Hommes sostiene que el principal obstáculo para que Colombia ingrese al TPP es que requiere desgravar al sector agropecuario, lo que enfrentaría al gobierno con la presión de los grandes empresarios del ramo. Señala que si Colombia no logra entrar a ese acuerdo, su competitividad se vería muy amenazada por sus socios de la Alianza del Pacífico que hacen parte del mismo. Lo cierto es que el TPP es uno de los acuerdos comerciales más importantes que demuestran que la globalización y el libre comercio son incontenibles. Los países que no lo entiendan y no se adapten a las nuevas reglas del comercio internacional tendrán mayores dificultades para salir adelante en un mundo cada vez más competitivo. Un mundo donde las barreras se están derrumbando.