A pesar de que el 95 por ciento de los hogares están cubiertos por el sistema de salud (ya sea contributivo o subsidiado), que generalmente financia medicamentos y procedimientos, los consumidores suelen desembolsar dinero de su bolsillo para adquirir fármacos no cubiertos por las EPS, pagar consultas con médicos bioenergéticos o comprar medicamentos con los que se automedican con el fin de combatir la gripa o los dolores de cabeza.
El dinero que destinan a esos productos, así como para el pago de medicina prepagada, planes complementarios y seguros de salud, se conoce técnicamente como el gasto privado en salud y en la última década este ha sido, en promedio, de 12 billones de pesos trimestrales. No obstante, las más recientes cifras del Dane sobre el desempeño de la economía nacional muestran que ese gasto privado en salud fue de 16,4 billones de pesos en el segundo trimestre de 2024.
Es la cifra más alta desde 2005, pues se debe tener en cuenta que está calculada en pesos constantes, es decir, ajustados para eliminar el efecto de la inflación.
El Dane también reveló que el gasto en salud creció un 5,06 por ciento en el segundo trimestre de este año, una cifra muy por encima del 1,64 por ciento que aumentó todo el consumo de los hogares.
Solo el gasto en recreación y cultura sube más que el de salud.
Las explicaciones
Paul Andrés Rodríguez, profesor de economía de la salud de la Universidad del Rosario, dice que el gasto en salud viene subiendo en los últimos años en el mundo por la transición demográfica y la especialización hacia tratamientos más costosos, como los que se han desarrollado para combatir el cáncer.
En el caso de Colombia, el gasto ha ido aumentando desde la pandemia. Inicialmente, esto se debió al problema en la disponibilidad de medicamentos e insumos para los productos del sector salud. Posteriormente, ese encarecimiento provocó un incremento en el déficit del sistema, haciendo que los presupuestos ya no sean suficientes.
“Esto ha generado dos impactos en los hogares: uno, en el gasto de aseguramiento (el dinero que destinan a la prepagada o a los servicios de ambulancia) y dos, en el gasto de bolsillo, que usualmente se destinaba a cosas chiquitas, como los medicamentos de venta libre o los de las personas a las que les daba pereza ir a reclamar los formulados en la EPS. En ese gasto de bolsillo lo más alto solían ser los tratamientos odontológicos, pero ahora, ante las dificultades que vive el sistema de salud, los tratamientos y los exámenes empiezan a alejarse. La radiografía que se podía tomar en tres días ahora se demora dos semanas. Las citas con especialistas, tres meses, y eso ha llevado a los hogares a pagar de su bolsillo las consultas y los procedimientos”, explica Rodríguez.
Asimismo, en Acemi, el gremio de las EPS, acaban de realizar un sondeo con casi 3.000 usuarios del sistema de salud y les preguntaron si les habían dicho que sus medicamentos estaban desabastecidos; el 47 por ciento respondió afirmativamente. Además, si estaban gastando plata de su bolsillo, y la mitad respondió que sí y que, en promedio, desembolsaban más de 100.000 pesos en medicinas.
Ese mayor gasto de los consumidores (en el caso de los del régimen contributivo se suma a lo que pagan en su cotización mensual al sistema de salud) también se constata en el aumento de los afiliados a los planes voluntarios de salud. Las pólizas están creciendo entre 18 y 20 por ciento anual, al igual que los planes complementarios, pese a estar fuertemente amenazados por el modelo de salud que quiere desarrollar el Gobierno.
Por su parte, las cifras de Fasecolda, el gremio de las aseguradoras, muestran que a junio de este año las primas para pólizas de enfermedades de alto costo y para salud están entre las que más crecen (48 y 22 por ciento anual, respectivamente), mientras que las primas de todos los seguros crecen 9,65 por ciento. De hecho, con 1,87 billones de pesos, los seguros de salud ya facturan más que el Soat, que es un seguro obligatorio (hasta junio sus primas fueron de 1,76 billones).
El mayor gasto en salud también se refleja en el buen momento que viven las droguerías. Cruz Verde se ubicó el año pasado como la firma número 45 del país por ventas, al registrar 5,1 billones de pesos, 20 por ciento más que en 2022, y Farmatodo, tras 16 años en el país, por primera vez superó la marca del billón de pesos en ventas, con un crecimiento de 37,3 por ciento.
El negocio farmacéutico es hoy tan atractivo que acaba de aterrizar en el país la mexicana Farmacias Similares, que acá va a operar bajo el nombre de Droguerías del Dr. Simi. Esta es la segunda cadena más grande del mundo –por número de puntos de venta– en la venta de medicamentos genéricos, con más de 9.800 unidades de negocio en México y Chile.
Las consecuencias
El profesor Rodríguez señala que la ralentización del servicio médico no solo está haciendo que los hogares gasten más en salud, sino que está ampliando la brecha entre ricos y pobres, al tiempo que empezará a tener consecuencias en el sistema de salud con muertes tempranas. “Una persona que no puede pagar por una ecografía o un examen especializado y debe esperar a que el sistema se lo autorice y se lo haga corre el riesgo de que el diagnóstico se dé demasiado tarde. Este es un problema cuyos resultados se van a ver en un año y que lamentablemente se podrán contar en muertos”.
Paralelamente, Camilo Herrera, fundador de la firma Raddar, especializada en consumo, afirma que en la medida en que aumenta el gasto en salud de los hogares este va a desplazar a otras categorías. “Si una familia tiene que destinar el doble de lo que destina hoy en salud a pagar medicamentos y exámenes que ya no le da o que le demora la EPS, pues no va a tener plata para comprar otras cosas, ir al cine o a un restaurante”.
Este es un diagnóstico negativo para los consumidores, el sistema de salud y la economía nacional.