En 2023 se esperaba que la economía empezara un proceso de ajuste que la llevara a lograr un aterrizaje suave, tras dos años de crecimiento histórico. Sin embargo, lo que hubo fue una fuerte turbulencia.
El ajuste fue fuerte: del 7,3 por ciento que creció la economía en 2022 –después de venir de un porcentaje superior al 10 por ciento en 2021– cayó apenas a 0,6 por ciento el año pasado, un frenazo en seco.
El resultado es la suma de varios factores, entre ellos, un contexto internacional de incertidumbre en el que Estados Unidos crece y China se desacelera. El PIB mundial parece haber crecido 2,9 por ciento en 2023 y América Latina, 2,2 por ciento, afectada aún por la inflación, las altas tasas de interés y la menor demanda china, a lo que se suman, según LatinFocus, la incertidumbre política y la falta de competitividad económica en comparación con otros mercados emergentes.
Mientras México y Brasil registraron ritmos de crecimiento relativamente sanos (3,2 y 3 por ciento, respectivamente), Chile (-0,1 por ciento), Argentina (-1,6 por ciento) y Perú (-0,2 por ciento) terminaron el año con decrecimiento. Colombia empató con Uruguay, al avanzar apenas 0,6 por ciento.
Asimismo, después de la pandemia hubo una recuperación muy rápida e intensa impulsada por el consumo de los hogares. Sin embargo, algunos ajustes, para distintos analistas, llegaron tarde, como el incremento en el precio de la gasolina o, incluso, el aumento en las tasas de interés para frenar la inflación. Es la resaca que ha dejado el covid.
“Si bien Colombia evitó una recesión, entramos en un fenómeno conocido como estanflación, estancamiento en el crecimiento y alta inflación, que el año pasado cerró en 9,28 por ciento”, dijo Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo.
La política monetaria del Banco de la República, para frenar la inflación y enfriar la economía, llevó las tasas de interés a los niveles más altos de este siglo, y eso impulsó también la desaceleración en la economía. Pero es la tarea del Emisor.
A ello se suma la incertidumbre interna que habría frenado la inversión, frente a anuncios del Gobierno, como el manejo que le dio este año al presupuesto, el trámite de las reformas o la acelerada transición energética sin más contratos de exploración de petróleo y gas.
Uno de los impactos más profundos del bajo crecimiento de 2023 es que la economía avanzó más lento que la población. Según el Dane, en 2022 había 50,7 millones de habitantes y un año después eran 51,2 millones, lo que implica un aumento de 1,04 por ciento, pero en ese periodo el PIB avanzó 0,6 por ciento. Cuando se presenta esta situación, se reducen los recursos disponibles per cápita, lo que podría llevar a un estancamiento económico, aumento del desempleo, pobreza y otros problemas sociales.
De acuerdo con Mauricio Hernández-Monsalve, economista de BBVA Research, el crecimiento del último trimestre del año pasado (0,3 por ciento) arroja cinco conclusiones. La primera es que la economía se mantuvo prácticamente inalterada respecto al trimestre previo, pero en niveles bajos. Segunda, los sectores que impulsaron el PIB fueron los relacionados con servicios sociales, que dependen en buena parte del gasto público en educación y salud. Tercera, se siguen desacumulando inventarios, probablemente por la menor cantidad de obras en proceso en la construcción de vivienda. Cuarta, las exportaciones son “un oasis” en la moderación, aun en terreno positivo, con el empuje del turismo. Por último, la expansión de la demanda interna privada (consumo privado e inversión empresarial) siguió en niveles bajos, en parte porque se mantiene una limitada confianza e incertidumbre sobre el desempeño económico y laboral futuro.
Dentro de los sectores que dieron la mano en el crecimiento están el financiero y el de seguros, con un crecimiento de 7,9 por ciento, las actividades artísticas y de entretenimiento, 7 por ciento; la explotación de minas, 2,6 por ciento, y la agricultura, 1,8 por ciento. Se destaca también la administración pública, que creció 3,9 por ciento, que, además, fue la que más aportó al valor agregado.
Alerta en inversiones
En las estadísticas relacionadas con el crecimiento, la que genera más inquietud es la caída de 24,8 por ciento en la inversión (formación bruta de capital). Según Andrés Langebaek, director de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, como proporción del PIB, la inversión llegó a un mínimo de al menos 18 años al alcanzar en el cuarto trimestre 10,5 por ciento frente a un promedio de 21 por ciento.
La caída de la inversión tiene las alertas en su máximo nivel. “En Colombia, la tasa de inversión (como porcentaje del PIB) disminuyó en todo el año pasado a un mínimo histórico de 16,7 por ciento, muy por debajo del 22 por ciento de 2019 y de los niveles actuales de sus pares en América Latina. En ausencia de medidas para reactivar la inversión en construcción de vivienda, infraestructura e hidrocarburos, entre otros, el crecimiento económico de largo plazo podría disminuir de forma importante”, señaló un estudio de Corficolombiana.
Según el FMI, Colombia crecería 3,2 por ciento por año durante el periodo 2024-2028, por debajo del promedio de 3,7 por ciento anual en la década prepandemia; esta tendencia es contraria a la que se prevé para América Latina. “Existen varias causas del menor crecimiento esperado en los próximos años, como el aumento en las tasas de interés de largo plazo en Colombia por la mayor prima de riesgo ante el deterioro de las perspectivas fiscales. Estimamos que Colombia enfrenta un riesgo considerable de crecer menos de lo que proyecta el FMI, debido a la tendencia negativa de la formación bruta de capital fijo”, advirtió el estudio.
Para enfrentar este escenario, Mejía, de Fedesarrollo, considera que es necesario eliminar las fuentes de incertidumbre, dar claridad en las reglas de juego y tranquilidad frente a las decisiones que se van a adoptar para permitir que el sector privado se sienta dispuesto a invertir. Hizo un llamado a la prudencia fiscal y agregó que es clave asegurar que las obras de infraestructura se puedan hacer.
Bruce Mac Master, presidente de la Andi, señala la necesidad de ejecutar de manera urgente una estrategia de crecimiento económico de corto, mediano y largo plazo. “Para ello, será necesaria una política monetaria más flexible”, aseguró.
También advirtió que propiciar un ambiente de certidumbre y confianza para la inversión se debe convertir en una prioridad e hizo un llamado para reactivar la infraestructura, la construcción, la salud y la industria, generando condiciones de seguridad jurídica, confiabilidad, trámites y licencias. “De lo contrario, veremos efectos similares a los de 2023 en 2024, con impactos en la actividad económica y en el empleo”, puntualizó.
José Manuel Restrepo, exministro y rector de la Universidad EIA, va más allá. “Qué bueno sería que, como resultado de este mal desempeño económico y para motivar la inversión, por ejemplo, el Gobierno tomara la decisión de retirar algunas reformas que están generando preocupación en el sector privado, como, por ejemplo, la laboral. Eso podría enviar un mensaje de mayor tranquilidad y de un ánimo de consenso”, concluyó.