Cuando la industria cinematográfica presentó las cifras de 2019, lejos estaban los empresarios del séptimo arte de imaginar que llegarían a tener que adecuar sus salas para que las personas se sienten a dos sillas de distancia o para que el espacio no tenga más del 50 por ciento del aforo. El año pasado fue uno de los mejores. 73,1 millones de espectadores acudieron a las salas de cine, según publicación de Proimágenes Colombia. Se trató de un máximo histórico para esta industria del entretenimiento que estaba en sus buenos tiempos, con un incremento de 9 millones de espectadores en comparación con 2018.
Además, los temas de entretenimiento, inscritos en la llamada economía naranja, que iba a ser motor del crecimiento de la economía por primera vez en muchos años, estaban en el foco del lente del Gobierno como protagonistas. De la abundancia a la nada Los asistentes disfrutaron 352 películas de estreno, reestreno o programadas tras sus logros en festivales. Es decir, casi el equivalente a tener una película nueva por día. La taquilla total del cine en Colombia llegó a los 652.000 millones de pesos, según el mismo reporte, registrando así una variación del 13,6 por ciento en resultado, comparado con el año inmediatamente anterior. Por esos números, la industria le pasó una inyección a la producción del cine nacional, a través del recaudo de 33.263 millones de pesos, como aporte de la cuota para el desarrollo cinematográfico.
Entre los mayores distribuidores de cine colombiano figuran Cine Colombia, con el 29 por ciento, seguido de Alterna Vista, DocCo, Cinecolor, Distrito Pacífico, Cineplex, Santa Bárbara Films y Diamond Films, entre otros con menor participación. Las cifras para 2020 no serán comparables con nada. La industria bajó el telón en marzo, mucho antes que los demás sectores. Ahora, una resolución del 14 de agosto, que le da vía libre para que abran sus puertas, plantea estrictos protocolos que transformarán por completo este espacio de entretenimiento. Cambia lo tradicional Tapabocas en el rostro de todos los espectadores y prohibición de los comestibles que tradicionalmente forman parte del cine, como las crispetas, los nachos, los perros calientes y las chocolatinas. El recinto no podrá estar cerrado y, en consecuencia, la penumbra en la sala de cine podría ser cosa del pasado, pues las puertas y ventanas deben permanecer abiertas para permitir la ventilación natural. Por ahora hay expectativa por la decisión que tomarán los empresarios del cine, quienes aún no se han pronunciado. ¿Están dispuestos a la reapertura, con un público reducido a la mitad o más? ¿Esto implicará incrementos en los costos para el consumidor de esta actividad de entretenimiento? ¿El espectador está dispuesto a volver al cine en las nuevas condiciones? Los interrogantes siguen siendo muchos y las respuestas no son tan fáciles, pues, sin duda, tanto los empresarios como los usuarios del cine, pueden quedar atrapados en una encrucijada.