El precio del dólar es uno de los termómetros de la economía. Sus movimientos son seguidos con expectativa porque reflejan las tensiones internacionales y locales, las preocupaciones de los mercados y hasta la estabilidad de las finanzas públicas.
La llegada del Gobierno de Gustavo Petro, anuncios sobre la decisión de no entregar más contratos de exploración de petróleo y gas, y las reformas propuestas, a lo que se sumó la fortaleza del dólar en el mundo, hicieron que en noviembre de 2022 el precio de la divisa en el país superara la barrera de los 5.000 pesos. Pero tras tocar ese techo, el dólar ha venido corrigiendo su valor y en 2023 bajó casi 1.000 pesos, al cerrar el año en 3.822 pesos, después de haber comenzado en 4.810. “Los contrapesos institucionales moderaron los temores sobre la aprobación de las reformas económicas propuestas por el Gobierno de Gustavo Petro y contribuyeron a cerrar la mayor parte del castigo al peso colombiano que se abrió desde mediados de 2022. Las elecciones regionales del 29 de octubre ratificaron esta perspectiva”, dice un estudio de Corficolombiana.
Y hubo un coctel perfecto que contribuyó a la caída de la tasa de cambio: la entrada de divisas para honrar el pago de impuestos y la distribución de dividendos del sector petrolero tras los buenos resultados de 2022, un auge en las remesas que llegan al país, la ejecución presupuestal del Gobierno por debajo de lo previsto y las expectativas de los mercados internacionales que ha mostrado la fragilidad del dólar frente a otras monedas duras.
En los últimos días, el dólar se ha ubicado por debajo de los 4.000 pesos, aunque recuperó valor y las perspectivas aún son inciertas. Y se moverá en escenarios donde distintos factores podrán agitarlo: el futuro de la inflación global –presionada por conflictos y afectaciones en el comercio– y las decisiones de los bancos centrales, donde hay expectativa por una eventual reanudación de las subidas en tasas de interés y mayor cautela frente a los recortes.
El precio del dólar representa, dependiendo de sus movimientos, los gozosos para algunos y los dolorosos para otros.
Un dólar caro favorece a los exportadores, que recibirán más pesos por sus operaciones en el exterior. Pero luego de una caída cercana al 20 por ciento en el último año, que significó el repunte del peso, el debate lo volvió a abrir Augusto Solano, presidente de Asocolflores. Destacó que esta revaluación estaría explicada por la caída de las importaciones, mayores remesas, flujos de capital por las altas tasas de interés y, principalmente, la debilidad del dólar en los mercados internacionales. También advirtió que inquieta que el incremento de cultivos ilícitos pueda estar provocando una inmensa oferta de la divisa.
“Definir el nivel adecuado de la tasa de cambio para tener una economía dinámica no es fácil. Sin embargo, una cifra competitiva, que en este momento podría ser de alrededor de 4.500 pesos por dólar, no solo incentivaría las exportaciones, sino que es el arancel más efectivo a las importaciones de productos baratos que compiten con la producción nacional”, sentenció Solano.
No obstante, los beneficios de un dólar a la baja han protagonizado uno de los efectos más esperados en la economía nacional recientemente: la reducción de la inflación, en especial la de alimentos, que incluso en diciembre fue negativa.
Para el exdirector del Dane y hoy concejal de Bogotá, Juan Daniel Oviedo, los precios internacionales de los abonos, junto con la corrección del precio del dólar en 2023, fueron determinantes para la desaceleración de la inflación de alimentos.
Felipe Campos, gerente de Inversión y Estrategia de Alianza Valores y Fiduciaria, reiteró que con los movimientos del dólar siempre hay ganadores y perdedores. “Pero en términos netos, hay más ganadores cuando el dólar baja. El consumidor (que representa el 75 por ciento del PIB) se beneficia con menores precios de productos importados y materias primas, la inflación disminuye y las tasas pueden bajar para estimular la economía. Las deudas en dólares del sector público y privado se reducen, las materias primas y el comercio internacional se estimulan, ya que al negociarse en dólares se vuelven menos costosas, y la inversión internacional a corto y largo plazo regresa porque no teme a la devaluación. Las importaciones de tecnología se vuelven más baratas y en ciclos de dólar débil el país termina creciendo por encima del 4 por ciento. Los perdedores son los flujos de corto plazo del Gobierno (aunque a largo plazo la deuda total disminuye y las tasas bajan) y, por supuesto, los exportadores. Ahora bien, si un exportador no puede sobrevivir con un dólar por encima de 3.500, que ya era alto antes de la pandemia, entonces, el problema no está en el sofá”, señaló Campos en un trino.
Por su parte, Javier Díaz, presidente de Analdex, lo resumió así: “No solo de pan vive el hombre. Y yo creo que no solamente del dólar viven los exportadores. La experiencia nos muestra que su negocio no puede depender del precio del dólar. Tienen que ser competitivos y lograr que el país también lo sea”. Le preocupa el reversazo en materia logística por el incremento en los costos y los problemas en las plataformas de comercio exterior de la Dian. “Si el dólar está sobre los 4.000 pesos, deberíamos darnos por bien servidos”, señaló Díaz.
¿Cuál debe ser el precio ideal del dólar? Para el superintendente financiero, César Ferrari, es una pregunta muy difícil de responder. “Sin conocimiento preciso de los flujos de entrada y salida de dólares no se puede responder. Lo que sí se puede decir es que debería ser lo suficientemente alto para posibilitar nuevas exportaciones y menos importaciones. Pero sí debería ser relativamente estable para que ambos puedan elaborar sus flujos de caja. En los dos casos requiere una intervención decidida y suficiente de la autoridad monetaria”.
El impacto del dólar se refleja en otros frentes, como las cuentas fiscales. Según Andrés Velasco, director técnico del Comité Autónomo de la Regla Fiscal, la estimación es que 100 pesos de menos tasa de cambio promedio en el año “tienen un efecto neto sobre el balance de aproximadamente 230.000 millones de pesos, de más déficit”. Y lo explicó: “Esto sería el resultado de menores ingresos por 1,1 billones de pesos, los cuales serían, en parte, compensados por menores pagos de intereses, por 900.000 millones de pesos”. Agregó que esos menores ingresos se dan por dos tercios que corresponden a IVA externo y aranceles y un tercio de retefuente, principalmente de rentas petroleras.
A su vez, uno de los sectores sensibles al billete verde es el del petróleo. En su momento, Acipet, la Asociación de Ingenieros de Petróleos, tomó los datos del Marco Fiscal de Mediano Plazo de 2023, que calculan en el Ministerio de Hacienda, y en el que estimaron un valor para la referencia Brent de 78,6 dólares por barril para 2023 y de 74,5 dólares para 2024. Pero en realidad este fue de 90 dólares, así que proyectaron el aumento en ingresos adicionales. El cálculo arrojó que para 2023 Colombia recibiría 15 por ciento adicional de ingresos por cada barril exportado y para 2024 sería de 21 por ciento si el volumen de exportación se mantenía en 14,4 millones de barriles mensuales, de acuerdo con las cifras del Dane en agosto de 2023. Pero el precio del petróleo Brent ya no es de 90 dólares y hoy se cotiza a 75,96 dólares, una disminución de 14 dólares por cada barril.
“Asumiendo que el volumen de exportaciones se mantiene, el porcentaje adicional de ingresos para 2024, comparado con lo presupuestado en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, sería del 2 por ciento únicamente”, dice Acipet. Añade que, si se adiciona al análisis el criterio del efecto de la caída del precio del dólar, se asumiría que el Marco Fiscal de Mediano Plazo se verá afectado, “pues al hacer la monetización a pesos de los dólares recibidos producto de la exportación de crudo, a una tasa representativa de mercado menor –como es el caso actual–, la consecuencia es que el Estado recibirá menor cantidad de pesos”. El impacto puede aún ser mayor, si no se logra la producción promedio esperada.
Por el lado del turismo, las expectativas son favorables, los viajeros internacionales muestran un importante desempeño. Según Anato, en noviembre de 2023 se movilizó un 51 por ciento más de pasajeros en comparación con el mismo mes de 2019 (antes de la pandemia). Y entre enero y noviembre del año pasado, viajaron cerca de 17,7 millones en vuelos internacionales, lo que equivale a un 29 por ciento superior a lo revelado en el mismo periodo de 2022.
De acuerdo con un informe de Corficolombiana, una depreciación de un punto porcentual en la tasa de cambio aumenta, en promedio, en 0,5 puntos porcentuales el flujo de pasajeros extranjeros que entran a Colombia en el mismo mes y dos meses después. Así, calcula que el flujo de viajeros que ingresen al país registre un crecimiento anual de 17 por ciento en 2023 y una contracción de 3 por ciento en 2024. Pero la firma considera que este parece ser un efecto transitorio originado por el comportamiento de la tasa de cambio.
Y para los viajeros colombianos que van al exterior, un dólar barato ayuda en su ecuación. De hecho, es un mercado que también crece: según Anato, al cierre de 2023, 5.174.032 colombianos salieron del país, lo que significó un aumento del 5 por ciento con relación a 2022.
Según un sondeo de SEMANA, los analistas consideran que el dólar estará este año en 4.159 pesos en promedio. Encontrar un punto intermedio que funcione para todos no es una tarea sencilla.