“Cuando se habla de extraer no se habla de mucho trabajo. Extraer lo que ya está debajo de la tierra: llámese carbón, llámese petróleo, llámese oro, llámese níquel. Para extraer prácticamente no se necesita ni el cerebro. Una palanca y un tubo, y otro tubo arrastra el petróleo y llega al barco y adiós (…) Lo que llega es un chorro de dólares por el petróleo, por el carbón y por la cocaína”. Estas palabras del presidente Gustavo Petro, en la instalación de la asamblea cafetera que convocó el Gobierno, generaron debate y rechazo de geólogos, geofísicos e ingenieros de petróleo, al tiempo que ratificaron la posición del jefe de Estado frente a la industria extractiva.
Paradójicamente, apenas unos días después, un informe de Bloomberg sacudió los mercados. Allí se planteó la posibilidad de que el precio del petróleo rompa la frontera de los 100 dólares por barril, que, para Colombia, en el corto plazo, representaría una pequeña bonanza de su principal producto de exportación, pero que el Gobierno no ve con buenos ojos.
Dicho incremento tendría varios orígenes: conflictos en el planeta, problemas en la oferta y sanciones de Estados Unidos a países productores como Rusia y las que podría revivir en Venezuela.
Para Felipe Campos, gerente de inversión y estrategia de Alianza Valores y Fiduciaria, no es un tema temporal. “Esto es un macrociclo de materias primas que ha sido liderado por el oro y ya hay otras que están en máximos históricos, después de 12 años de inmovilidad. Hay un rezago enorme en el precio de las materias primas y ese mismo estancamiento ha generado una subinversión”, explica.
Y pone como ejemplo la situación que ha generado la transición energética: no hay metales suficientes para ella y, por otro lado, “se ha atacado tanto al petróleo que tampoco hay crudo suficiente para los próximos años en términos de inversión”, señala Campos.
Además, no solo se trata del petróleo. Ya se ha visto con el oro y otras materias primas como el cacao.
“El petróleo es una commodity cuyo aumento en el precio del barril puede generar presiones económicas significativas en los países importadores. Este incremento se traduce, eventualmente, en mayores costos de producción de bienes y servicios y en una potencial inflación. Pero dependerá de cada país, la duración del periodo de precios altos y el valor al que llegue el precio, entre otros factores”, advierte Óscar Ferney Rincón, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Ingenieros de Petróleo (Acipet).
El alza de las materias primas es una gran noticia para los países productores. Como explica Juan David Ballén, director de análisis y estrategia de Casa de Bolsa, “eso se evidencia en el aumento de los índices de producción agrícola”. En ese grupo están algunos países de América Latina, que además le estarían sacando provecho a la reciente reducción en el precio del dólar. “Nos estamos beneficiando de, llamémoslo, esa pequeña bonanza”, agrega.
Además, para países como Colombia, esta situación favorece las cuentas fiscales. Según Daniel Velandia, economista jefe de Credicorp Capital, por cada dólar que sube el petróleo en promedio implica que en un periodo largo, de cerca de un año, puede haber un incremento de ingresos fiscales del orden de 400.000 a 500.000 millones de pesos. “El petróleo va en un aumento, más o menos, de 5 dólares promedio año en lo corrido de 2024, frente a lo estimado para el año completo por parte del Ministerio de Hacienda. Si se mantuviera por los lados de los 82 dólares en promedio, que es lo que vemos actualmente con el Brent, habría un impacto fiscal positivo de alrededor de 0,2 por ciento del PIB”.
La otra cara
Pese a los beneficios del petróleo costoso, hay otra cara en el campo internacional, que puede reflejarse en Colombia: la preocupación por su impacto en la inflación.
“Un precio del petróleo alto para el mundo tendría consecuencias inflacionarias, algo parecido a lo que vimos en el periodo pospandemia”, dice Camilo Pérez, jefe de investigaciones económicas del Banco de Bogotá.
Velandia, por su parte, considera que un petróleo a 100 dólares no necesariamente es bueno para la economía mundial, en un contexto en el que muchos países están tratando de dejar atrás procesos de desaceleración, lo que puede generar desafíos en el crecimiento. Además, nuevas presiones sobre la inflación podrían provocar que la Reserva Federal y otros bancos centrales pospongan el esperado recorte de tasas.
En Colombia, un aumento en la inflación podría reflejarse por el incremento en el precio de los combustibles. “En algún momento tenemos que desmontar el subsidio al diésel, y ya que se desmontó el de la gasolina, se está pendiente de los cambios en el precio del petróleo”, dijo Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda.
Explicó que el precio del petróleo, que estuvo en 76 dólares, volvió a llegar a 93 dólares y eso, en parte, es lo que tiene a la tasa de cambio cerca de los 3.800 pesos. “En la medida en que suba el precio del petróleo y se combine con la baja de la tasa de cambio, tenemos que mirar qué tanto se afecta el precio real de la gasolina”, dijo. El Gobierno implementaría una política diferencial para el incremento del diésel, enfocada en subsidios al transporte masivo y de alimentos.
Si el crudo llega a 100 dólares por barril, algunos analistas como Campos estiman que la gasolina pueda llegar a 17.000 pesos y habría un ajuste adicional. Y faltaría el del diésel. Considera que podría hacer que la inflación no caiga a la velocidad que lo está haciendo, pero en contraprestación, otros factores van a la baja como el dólar y los alimentos.
Otros, como Pérez, piensan que con el petróleo a 100 dólares, el precio de la gasolina empezaría a desalinearse y el diésel estaría incluso mucho más desalineado. “Vendría la decisión política de si el Gobierno está dispuesto a ajustar los precios de ambos combustibles. Si lo hace, sería un choque inflacionario que no está en las cuentas de nadie”, dice.
La expectativa de un aumento en los precios del crudo llega en medio de un Gobierno que anunció que el país no tendrá nuevos contratos de exploración, pese a que solo tiene reservas para entre siete u ocho años. Eso se observa, como advierte Ballén, en la caída de más de 20 por ciento en el último año en el número de taladros para explorar. Ante esta situación, en el mediano plazo, el panorama se oscurece. En el caso de que las petroleras decidan incrementar la producción de crudo para aprovechar el precio, y sin nueva exploración, más rápido se pueden consumir las reservas. Además, en un escenario en el que Ecopetrol ha advertido que en 2025 habrá un déficit de gas.
Pero, en el corto plazo, un precio alto del crudo también podría llevar a que se mantengan activos proyectos de exploración bajo los contratos existentes. “Hay evidencia de compañías extranjeras que incluso están aumentando la inversión este año versus 2023”, dice Velandia.
Además, un precio alto del petróleo hace que más campos en Colombia sean viables, añade Pérez.
El sector necesita incentivos para capitalizar este momento, apalancar su transición energética y el desarrollo de sectores nuevos que en el largo plazo sustituyan los ingresos de los hidrocarburos. ¿Cuál será el movimiento del Gobierno, que con su discurso va en contravía del sector petrolero?