Las reuniones familiares y aglomeraciones que se presentaron en la temporada navideña y el fin de año les están pasando una costosa factura a la salud y a la economía del país. La última semana, los niveles de contagios superaron los 18.000 diarios y la ocupación de las unidades de cuidados intensivos aumenta de manera crítica.

Por eso, casi diez meses después de que se decretaran las primeras medidas para frenar la velocidad de contagio de la pandemia, Bogotá y varias ciudades del país imponen confinamiento estricto, pico y cédula, toque de queda y ley seca. Algo que muchos creyeron superado tras la llegada de las vacunas.

En Bogotá, la decisión de la Alcaldía de cerrar las localidades de Usaquén, Suba y Engativá hasta el 17 de enero llevó a 2,6 millones de habitantes a empezar el año en cuarentena. Esto es confinar una ciudad como Medellín. Y a partir de la próxima semana las localidades de Teusaquillo, Fontibón y Kennedy, donde viven otros 1,7 millones de personas, también tendrán estas medidas estrictas. Eso significa que habrá un momento en que más de la mitad de la capital estará confinada.

Fenalco estima que solo en las tres primeras localidades se concentra el 28 por ciento del comercio de la ciudad: en Suba está el 11,2 por ciento; en Engativá, el 9,4 por ciento; y en Usaquén, el 7,4. Estas nuevas cuarentenas tendrán un enorme costo para la economía del país, pues la capital representa casi el 25,6 por ciento del PIB nacional.

Lo que se temía a finales de noviembre, cuando empezaron otra vez los confinamientos en Europa, ya comenzó a suceder en Colombia. Allá miles de restaurantes, bares, tiendas de ropa, peluquerías y empresas de manufacturas tuvieron que cerrar sus puertas.

Juan e. orrego Director de Fenalco Bogotá

Juan Esteban Orrego, director de Fenalco Bogotá, no oculta su preocupación por la decisión de la alcaldesa Claudia López. Cree que muchos propietarios de negocios ya golpeados por la crisis no tendrán la capacidad para resistir otras dos semanas sin ingresos, por lo que pide ayudas tributarias del Distrito y mecanismos para seguir impulsando la economía.

Aunque los comerciantes están de acuerdo con toda clase de medidas para proteger vidas, los efectos de este tipo de cuarentenas son nefastos, pues se concentran en el comercio formal, que, para Orrego, es el único que cumple.Por su parte, Guillermo Gómez, presidente de Acodres, el gremio de los restaurantes, expresó su sorpresa por la intempestiva determinación del Distrito, dado que en los últimos meses habían manejado una comunicación fluida con la administración y no estaban preparados para un cierre tan pronto.

La decisión de aislar estas zonas les cayó como un balde de agua fría a los empresarios del sector gastronómico, cuyo presidente considera inadmisible que la Alcaldía aplique estas medidas tan fuertes sin previo aviso y sin consultar con el Gobierno nacional. De hecho, ha dicho que estas decisiones son como una emboscada para un sector económico que está viviendo “con lo justo y que ha cumplido a cabalidad con los protocolos de bioseguridad”.Con el cierre del sector, que tiene una presencia importante en las localidades en cuarentena, sobre todo en Usaquén, se verán afectados 4.000 restaurantes que emplean a cerca de 22.000 personas y que podrían perder diariamente unos 6.400 millones de pesos.

Desde Acodres prevén que muchos restaurantes no resistirán esta nueva clausura, ya que sus propietarios se encuentran endeudados “hasta el cuello”, y los arriendos, las nóminas y los altos costos de los servicios públicos no dan tregua.

José Acuña, dueño de los restaurantes Italia Artesana y La Casserole, en Usaquén, reconoce que no estaban preparados para una nueva cuarentena. Estas dos semanas de aislamiento obligatorio los dejan en el peor de los mundos: no tendrán ingresos para responder por los arriendos ni por los salarios de sus 50 empleados. “Lo que no me parece justo es que avisen de un día para otro, van cerrando sin pensar y no sabemos si resistiremos”, dice.

¿Fracasaron las políticas?

Los comerciantes han sido los más críticos con las medidas restrictivas adoptadas por los mandatarios regionales. El presidente de Fenalco, Jaime Alberto Cabal, asegura que este nuevo confinamiento es el resultado del fracaso de las autoridades para garantizar la disciplina social en las diferentes ciudades.La principal queja tiene que ver con el exceso de control a los que cumplen y la poca atención a los que no cumplen. Mientras que imponen restricciones al comercio formal, las autoridades han sido permisivas con la informalidad.

El presidente de Anif, Mauricio Santa María, es uno de los mayores críticos de las decisiones del Distrito. Considera que las cuarentenas no han demostrado un beneficio claro para contener la pandemia, pero sí causan un fuerte deterioro a la economía. “El comercio y los servicios formales le importan un pepino a la alcaldesa Claudia López”, asegura.

Con cifras en mano, confirma que los confinamientos más estrictos en ciudades como Bogotá han causado un mayor aumento del desempleo y pérdida de bienestar a su población, que no se ha traducido en un menor impacto de la pandemia. La capital pasó a tener una de las tasas de desempleo más altas y a concentrar el 37 por ciento de las pérdidas de ingresos en los hogares del país cuando su participación en el

total es de 27 por ciento.

mauricio santa maría Presidente de Anif | Foto: Juan Carlos Sierra

A pesar de este mayor sacrificio económico, tiene una tasa de mortalidad por covid por encima del promedio nacional. Para Anif, el aumento de las unidades de cuidados intensivos es un factor más

importante para reducir la mortalidad por covid, y en este aspecto la capital hizo un esfuerzo mucho menor que otras ciudades. Además, le preocupa la falta de medicamentos y de profesionales de la salud.Pero quizás uno de los temas en los que más han fallado las administraciones es en lograr disciplina social y cultura de autocuidado.

Aunque no se puede desconocer que una parte importante de los ciudadanos han hecho la tarea, lo cierto es que, a pesar de tener el espejo de lo ocurrido tras las vacaciones de verano en Europa, cuando la segunda ola golpeó con fuerza, en fin de año fueron comunes las aglomeraciones y reuniones familiares.

Quizás las autoridades locales fueron muy laxas en diciembre. Solo basta recordar los tumultos de los hinchas del América de Cali celebrando el triunfo de la final del fútbol colombiano, en San Victorino y hasta el evento de inicio de Navidad promovido por la propia alcaldesa en el sur de Bogotá, que congregó a cientos de personas. Frente a este episodio, la mandataria se justificó diciendo que le “pudo más la emoción”.

Lo cierto es que el alto número de contagios que registra el país es el resultado de errores de política pública y de responsabilidad individual. Tal vez no es hora de concentrarse en buscar culpables. Los contagios están creciendo y a todos les cabe una cuota de responsabilidad. Aunque pronto empezará la vacunación, lo más seguro es que habrá pandemia para rato. Por lo pronto, para mantener ese difícil equilibrio entre salud y economía, es clave no bajar la guardia y extremar el autocuidado.