La economía china estornudó por cuenta de la epidemia del coronavirus y, al hacerlo, podría haber contagiado a la economía global. ESPECIALES SEMANA: Coronavirus de Wuhan o Covid-19: El virus que aterra al mundo Por ahora solo hay pronósticos reservados. Entre otros temas, preocupan las posibles bajas en el crecimiento económico del primer trimestre, caída en los precios internacionales del petróleo, esquizofrenia en los mercados de valores, cancelación de viajes y turismo, y enorme preocupación por las posibles interrupciones en la cadena de abastecimiento. En el primer trimestre los efectos incluirían una caída de entre 0,5 y 1,6 por ciento del PIB global. Este escenario contrasta con el optimismo de las dos primeras semanas del año. En ese momento, el mundo económico respiró tranquilo al conocer el acuerdo entre los Gobiernos de China y Estados Unidos para desactivar la guerra comercial vigente desde 2018. Aunque no era la salida ideal, sí daba buenas razones para creer que la economía podría repuntar. Pero a mediados de enero se conocieron los primeros reportes sobre el peligroso virus que en diciembre afectó la salud de decenas de habitantes de la ciudad industrial de Wuhan. Entonces, las alarmas comenzaron a sonar.
La comunidad médica mundial trabaja a marchas forzadas para enfrentar el desafío. El balance muestra que en China el virus ha cobrado la vida de más de 600 personas –incluido el médico que el 30 de diciembre reportó los primeros casos– y ha infectado, al menos, a 40.000. Otros 30 países identificaron personas afectadas y todo indica que podría seguir extendiéndose. Mientras tanto, la vacuna no estaría lista antes de un año. En el frente económico, los primeros reportes provocaron pánico en las bolsas de valores, en las que se descolgaron los precios de las acciones. No obstante, con el paso de los días los mercados han reaccionado y, salvo por las bolsas chinas de Shanghái y Shenzhen, el resto ha comenzado a recuperar la normalidad. En esto fue definitiva la intervención del Banco de China, que inyectó liquidez por casi 173.000 millones de dólares al sistema financiero para amortiguar el golpe de confianza.
El petróleo también resulto afectado. Desde que comenzó la crisis sanitaria los precios han dado tumbos. Los mercados temen que, de extenderse la cuarentena decretada en Wuhan y de continuar la semiparálisis en las actividades productivas del país, la demanda seguirá disminuyendo. Esta reducción en la actividad productiva ha hecho que los precios del crudo hayan caído casi 15 por ciento en las últimas semanas. La razón básica: China consume el 12 por ciento del petróleo del mundo. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) sigue con cuidado los acontecimientos en China y ya ha planteado fórmulas para hacer reaccionar los precios nuevamente, entre ellas, recortar la producción. Los bancos de inversión tienen sus propios pronósticos sobre el impacto del coronavirus en la economía mundial. El Deutsche Bank calcula que el brote de coronavirus reducirá en al menos 0,5 puntos el crecimiento global en el primer trimestre, y el PIB de China podría pasar de un estimado de 6,1 por ciento al 4,5 por ciento. Pero otros son más pesimistas. Goldman Sachs estima en 1,4 por ciento el impacto sobre el crecimiento global y coincide en el 1,6 por ciento sobre China.
Estos cálculos incluyen la caída en el comercio mundial por efectos de la semiparálisis que viven hace varias semanas las principales fábricas chinas. Sus exportaciones van a marcha lenta y hacen perder la dinámica en las cadenas de abastecimiento, pues este país es la fabrica del mundo.
“Allá no vamos” El coletazo de la epidemia afecta también al turismo y al transporte aéreo y de carga. Más de una docena de aerolíneas suspendieron temporalmente sus vuelos a China. Las dos próximas semanas serán críticas, dicen los expertos. La lista incluye a las europeas Iberia, British Airways, Swiss, Lufthansa y Air France; estadounidenses como United y American; a la canadiense Air Canada. Tampoco van Turkish Airlines, Ural Airlines, y las africanas Kenia Airways, Air Madagascar, Air Mauritius y Rwand Air, entre otras. El efecto colateral es la menor demanda de combustibles para avión, que tiene a los productores de petróleo con los pelos de punta. El turismo también hace cuentas. Las cancelaciones de reservas de turistas chinos y la fuerte discriminación hacia ciudadanos de este país por el temor a contagiarse hace estragos en el negocio de la hospitalidad. En plena celebración del Año Nuevo Lunar, millones de viajeros chinos se desplazan por el mundo. A París, llegan cada año más de 2 millones y a España cerca de un millón. Aún es pronto para medir las pérdidas, pero ya las asociaciones de hoteleros y restaurantes de estos destinos comienzan a preocuparse por la ausencia de estos turistas.
Ni qué decir del transporte de carga. Para frenar el contagio, el Gobierno chino decidió ampliar el festivo y retomar la actividad laboral el 3 de febrero en vez del 27 de enero. Esto aplazó el derrumbe de los mercados de valores, pero provocó retraso en la actividad de los puertos, que permanecen a media marcha o no operan. Este ‘trancón’ en la carga preocupa a los proveedores de perecederos. En Chile, por ejemplo, la asociación de productores de cerezas lanzó una alerta porque no han podido desembarcar sus contenedores. Tampoco los productores de cobre y ya los empresarios chinos les han pedido retrasar los envíos. A esto se suman varias navieras que han decidido suspender sus rutas a puertos chinos ante la alarma sanitaria. La menor actividad económica y los bloqueos en el transporte aéreo y portuario tendrán serias consecuencias en el crecimiento de la economía global y de China y sus aliados en particular, al menos durante el primer trimestre del año. Evitar que la economía siga deteriorándose no solo dependerá del control sanitario del virus. También de que pare la esquizofrenia con la que el mundo está manejando esta epidemia, pues, de lo contrario, el catarro podría ser fatal.