Los restaurantes del país han sido de los negocios más afectados con las cuarentena. El mítico restaurante La puerta falsa ha sido el símbolo de esa crisis y puede que ahora también de la reinvención. Con más de 200 años de existencia, el lugar hizo hace unos días un llamado en un especial de la revista SEMANA sobre la díficil situación que vivían. Su historia conmovió a miles, entre ellos a la Universidad del Rosario. El claustro ubicado a pocas cuadras en el centro de la ciudad decidió lanzar una ideatón para ayudarlos. El primer encuentro, el rector Alejandro Cheyne y el dueño del restaurante Carlos Sabogal hicieron la primera invitación para abrir esa lluvia de ideas. “Esta ideatón tiene un propósito concreto: abrir nuevamente la puerta falsa, un escenario que todos reconocemos por su tradición” dijo Cheyne. Vea la primera ideatón por La Puerta Falsa
Más allá de ser vecinos, La puerta falsa y la Universidad del Rosario comparten el haber estado años en el epicentro de la vida política del país. “La puerta falsa ha sido testigo de la historia de nuestro país durante más de dos siglos....La participación activa de Carlos Sabogal, su dueño, en el establecimiento de la agenda local, regional y nacional siempre pensando en el servicio al país coincide con lo que hacemos en nuestra universidad: construir el país” agrega. Según contó Sabogal en esa primera charla, el secreto para mantenerse a lo largo de los años ha sido respetar justamente ese paso del tiempo. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Sabemos que hay un tiempo que la calma y la esperanza”, cuenta. Sin embargo, el restaurante no cuenta con la infraestructura ni los recursos digitales para enfrentar la crisis de la pandemia como lo han hecho otros restaurantes en las grandes ciudades del país. por eso Carlos tuvo que prescindir de sus empleados frente a la crisis que en sus propias palabras “le vemos un comienzo pero no un fin”. Puede leer: "Supongo que nos dedicaremos a vender dulces y golosinas": La puerta falsa En esa charla, Sabogal relató con detalles la historia del restaurante, una idea que nació de su tatarabuela y que buscaba venderle productos a las personas que salían de misa en la catedral muy temprano en la mañana. En ese momento, Bogotá era un pueblo y como cuenta Sabogal "la gente en los pueblos no come fuera de su casa". Por eso, el negocio comenzó vendiendo dulces. La tatarabuela vendía a través de un muro que conectaba con la sala de la casa. "Se afanó porque los dulces fueran variados, llamativos y de grandes colores", agregó. El restaurante nació sin nombre y durante años fue la misma señora la que atendía allí. Gracias a sus recetas caseras, el restaurante logró volverse parte de la sociedad, tanto que su nombre se los dieron los propios comensales de la época aludiendo a las Puertas falsas de la catedral que quedaban justo en frente del local. A lo largo de los años, Sabogal cuenta que han intentado mantener las recetas tradicionales de tamal, chocolate, café, agua de panela, quesos, almojábanas, ajiaco y golosinas típicas, pero los requerimientos de salubridad han cambiado la manera de operar del restaurante. “Las secretarías de salud en sus intenciones de proteger a la comunidad retira ciertos elementos de trabajo que son parte del protocolo en la preparación de lo que antes sí era de exquisito y hoy es aceptable” dice con resignación A pesar de esto también recalca que “no es un misterio que no es una labor exigente porque parte de un hecho indestructible y es el amor por algo”. Pensar el restaurante como un servicio y una tradición más allá de un negocio ha ayudado a mantener firmes esos cimientos que desde 1800 han estado intactos. Para ellos, la solidaridad ha sido la piedra angular de este negocio. Le recomendamos: La tragedia de los manteles Y ahora, esa solidaridad la siente la puerta falsa de vuelta. “Esto nos conmueve pero también nos asusta porque nos compromete a dar una respuesta a tanto sentimiento y a tantas manifestaciones de importancia", dice.
Finalmente, Sabogal se muestra muy agradecido por la ayuda que la comunidad académica del Rosario le está brindando a un restaurante que ha sobrevivido ocho generaciones. “El Rosario en la puerta de nuestro emblema familiar, la puerta falsa, es un honor y una esperanza de poder actualizarlos y avanzar a través del tiempo con el apoyo y la ayuda de ustedes”, dice con entusiasmo. “Superaremos esto y que sean unos 200 años más”, concluye.