SEMANA: Este fin de semana se hizo viral en redes una foto en la que alguien despedía con mucha nostalgia La Romana. ¿Es el fin del restaurante? Antonio Iannini (A.I.): No. No es el fin en lo más mínimo. Esas publicaciones han tenido algo muy positivo: recibir tantos mensajes de tantas personas que adoran La Romana. Pero algo en contra, que nos están poniendo un inri, justo ahora que estamos tratando de salir adelante. SEMANA: ¿Un inri en qué sentido? A.I.: Nosotros seguimos atendiendo. Pero la gente nos llama a decir qué por qué cerramos. Y la verdad es que el esfuerzo por no hundirnos es enorme. Hacemos hoy de todo: domicilios, redes sociales, trabajo digital. Hemos hecho una estrategia para que la gente vea, recuerde, se antoje y pida. "En esta incertidumbre en que estamos todos los restaurantes, tomamos decisiones muy duras". SEMANA: ¿Y entonces de dónde salió que habían cerrado? A.I.: El sábado, en un grupo de fotografía antigua con más de 100.000 miembros, alguien puso un post. Habían modificado las fotos con un letrero de cerrado. Esa foto no es real, pero tiene de cierto que nosotros ya bajamos el letrero del local del centro en la Avenida Jiménez. Logré entrar al grupo, pedí que quitaran las fotos y que mencionaran que seguimos en nuestra sede de Chapinero. Pero claro, se regó la primera noticia un montón. Tanto que me tocó abrirle una cuenta de Twitter a La Romana para decir que seguimos. SEMANA: ¿Por qué cerraron entonces el restaurante del centro, un lugar con tanta historia no solo para ustedes, sino para la ciudad? A.I.: Porque llega un punto en que las deudas y los gastos se comienzan a acumular y crecen sin límite. Los locales del centro no eran nuestros y no tenemos con qué seguir pagando arriendo. La Universidad del Rosario es dueño del de la Jiménez y un particular del otro sitio que teníamos en la séptima. Con ellos no tuvimos ningún problema, se portaron muy bien con nosotros. Pero pensamos siempre en resistir 15 días más. Y de 15 días en 15 días, ya teníamos muchas deudas. No aguantamos más.
SEMANA: ¿A qué se refiere con que no aguantaron más? A.I.: A que todo se comenzó a sumar. A diferencia de negocios de venta de ropa, aquí todo lo que tenemos se vence. Los proveedores, la nómina, el arriendo, todo se va acumulando. Pasan los días y no hay soluciones. No tenemos cómo generar ingresos en esos lugares. SEMANA: ¿Cuál es la historia de La Romana? ¿Por qué genera tanta nostalgia? A.I.: Mi familia siempre ha estado en restaurantes. Mi abuelo llegó de Maratea, Italia, y en 1925 fundó El Internacional, un restaurante igual de emblemático a La Romana. Cuando mi abuelo falleció, mi papá tomó las riendas del negocio. Después de un tiempo, tuvo que cerrar este restaurante y comenzar de nuevo con La Romana, entre otros tantos emprendimientos que tuvo. Desde ese momento ha estado pendiente del restaurante, siempre dándoles un apoyo grande a la cocina y a las personas que trabajan, porque finalmente de ellos es que se hace este tipo de negocios. "A diferencia de negocios de venta de ropa, aquí todo lo que tenemos se vence". SEMANA: Pero La Romana, para muchos, es sobre todo el restaurante en la plazoleta del Rosario… A.I.: Sí, claro. La Romana del centro es un referente de la capital del país, desde que estaba el pasaje Santa Fe, antes de la plazoleta del Rosario, está ahí presente. Lo fundó mi papá en 1964. En esta incertidumbre en que estamos todos los restaurantes tomamos decisiones muy duras. Decidimos de una vez comenzar con domicilios, sin mirar atrás. Solo para adelante. SEMANA: ¿Cuál era la magia de La Romana de la Jiménez, que conmovió a muchos cuando se enteraron de su cierre? A.I.: Era un sitio en un lugar muy privilegiado de la historia de Bogotá. Fue de los primeros sitios que comenzaron a dejar entrar mujeres porque antes estaba mal visto que ellas entraran solas a comer a un restaurante. Era un sitio de tertulia, de grandes charlas entre políticos, poetas, abogados. Esa era la magia. Siempre se intentó mantener la misma atmósfera que cautivó a los bogotanos desde el principio con música italiana. Y a pesar de que nos especializamos en pasta y pizza, siempre tuvimos esa conexión con las raíces colombianas. “Camine pa’ La Romana” era un plan de mucha gente cuando iba al centro. SEMANA: El centro es un lugar en el que la mayoría de la población es flotante. ¿Cree que esto precipitó el cierre? A.I.: Yo creo que sí influyó, sin las oficinas, sin los profesores, sin los alumnos, sin los abogados, no era viable quedarnos ahí. Pero los restaurantes de la 82 también están cerrando. Se están quebrando restaurantes como locos. No es una cosa del centro, es un problema del gremio completo. Toca buscar otra forma de seguir en pie. SEMANA: ¿Ahora qué van a hacer para seguir? A.I.: Nosotros queremos enfocarnos en el futuro, queremos evolucionar y lo hacemos por medio de los domicilios. Duramos unas semanas puliendo detalles antes de abrir este servicio, para poder hacer los ensayos de los productos y que le llegaran bien al cliente. Para nosotros no es simplemente coger los platos de la carta y mandarlos; es recrear esa misma experiencia que había en los locales en la casa de nuestros clientes. Además, nos tocó hacer todo el tema de bioseguridad, la logística de los domicilios y, en general, queremos tener control sobre el producto desde el principio hasta el fin. Le puede interesar: ¿Por qué el negocio de domicilios también enfrenta dificultades? SEMANA: ¿Tenían domicilios antes de esto? A.I.: No. Nosotros solo haciamos domicilios a gente conocida. Pero no los habíamos montado como un servicio del restaurante. Los domicilios, aunque no parezca, son un negocio totalmente diferente. Entonces nosotros estamos aprendiendo un negocio nuevo. "Los domicilios, aunque no parezca, son un negocio totalmente diferente". SEMANA: ¿Desde dónde están haciendo toda esta producción y logística? A.I.: Todo lo estamos haciendo en el local de Chapinero, en la carrera 13 con calle 54, que es un local propio. Por eso no cerramos esta sucursal. SEMANA: ¿Han pensado en reabrir el restaurante de la Jiménez cuando todo vuelva a la normalidad? A.I.: No. La verdad, no. En este momento queremos enfocarnos en lo que estamos haciendo: meterle toda la energía a esto para que funcione. No me puedo quedar en apegos. Es supremamente triste dejarlo. Es un sitio emblemático en donde ocurrieron muchas historias, grandes y pequeñas, y además, es el legado de mi papá. La Romana sigue viva, solo que no de la misma manera en la que la recordamos. Puede leer: La tragedia de los manteles SEMANA: ¿Este va a ser el futuro de los restaurantes? A.I.: Solo puedo hablar de La Romana. Le veo un gran futuro. Le estamos metiendo todo y la gente que ha tenido la posibilidad de consumir nuestros productos en casa está muy contenta. Creo que logramos mantener la esencia de La Romana llevando un producto de calidad. A nuestros clientes, muchas gracias por haber ido a nuestro restaurante. Ahora somos nosotros los que vamos a sus casas.