En economía toda decisión tiene un costo. Y las medidas adoptadas para bajarle la velocidad al avance del coronavirus no serán distintas. Aunque se trata de poner la salud y la vida de las personas por encima de cualquier otra consideración, varios economistas han calculado que desacelerarán fuertemente la economía. De eso nadie se escapa. Algunos analistas han comenzado a recalcular los pronósticos de crecimiento basados en el aislamiento preventivo obligatorio o cuarentena que arrancó esta semana. Hacen pronósticos nada halagüeños.
Al comenzar el año, el mercado esperaba que la economía colombiana creciera 3,2 por ciento, porque todo indicaba que sería un año muy parecido a 2019. La meta era consolidar la tendencia. Pero hoy la pregunta es qué tan grande será la desaceleración. Entidades como BTG Pactual bajaron su pronóstico de crecimiento del país del 3 por ciento al 2,2 por ciento. Munir Jalil, economista en jefe del banco, cree que eso se debe a la incertidumbre que vive Colombia por la pandemia del coronavirus y al impacto de la caída de los precios del petróleo a los niveles más bajos de las últimas dos décadas. Pero muchos expertos consideran muy optimistas estos cálculos. Esta semana Corficolombiana ajustó su pronóstico de crecimiento del 3,1 al 0 por ciento “con un sesgo a la baja”. Los analistas de esta entidad, brazo de inversiones del Grupo Aval, creen que apagar la economía para detener el coronavirus destruirá empleos y pondrá en riesgo a muchas empresas (en especial pymes). A esto suman el endurecimiento de las condiciones financieras globales y la caída del precio del petróleo, que deterioran fuertemente las cuentas externas y fiscales del país, dice José Ignacio López, director de Investigaciones de Corficolombiana. Incluso no descarta un deterioro mayor según las respuestas de política económica o mayor deterioro del escenario internacional. Tampoco son optimistas entidades internacionales como Barclays y Goldman Sachs, que redujeron sus proyecciones para el país al 0,5 y 0 por ciento, respectivamente. El Instituto de Finanzas Internacionales, que agremia a los grandes bancos del mundo, estima una caída del -0,4 por ciento. Aunque tiene un sesgo pesimista, muestra que Colombia sigue siendo la economía de la región que más crece; o que menos decrece, pues esta entidad proyecta que la región entrará en recesión y perderá un -2,7 por ciento.
Si bien los pronósticos en general son bastante pesimistas, hay quienes creen que puede haber atenuantes. Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, dice que la magnitud de la desaceleración va a depender de cuánto duran los choques para la economía colombiana, por eso hace un pronóstico puntual dada la incertidumbre. Plantea tres escenarios: uno optimista, en el que todo se resuelve pronto; uno medio, que tomaría cuatro o cinco meses; y uno pesimista, con efectos más duraderos. En el escenario optimista la economía crecería 2,3 por ciento, mientras que en el del medio lo haría en el orden del 1,2 por ciento. En un panorama pesimista, la economía se contraería un -0,4 por ciento. Esto significa que, aún en el más optimista, la crisis ya le quitó por lo menos un punto de crecimiento a la economía colombiana este año. Aunque si la incertidumbre se alarga en el tiempo, los efectos serán devastadores. La mala noticia es que con tantos sectores frenados en seco habrá un deterioro fuerte en el empleo. En el escenario optimista, Fedesarrollo estima que la tasa de desempleo aumenta a un nivel de 13,3 por ciento, esto es tres puntos más frente al promedio del 10,5 por ciento del año pasado, que ya era alto. En el escenario medio, la tasa de desempleo subirá un 50 por ciento hasta niveles del 15,4 por ciento. En el escenario pesimista podría alcanzar el 19,5 por ciento, similar al que tuvo el país durante la gran crisis de mercados emergentes de finales de los noventa. Una cifra de estas dimensiones significaría cerca de 5 millones de desempleados. Un verdadero desastre. Los más golpeados El impacto del distanciamiento social de estas semanas se reflejará en el segundo trimestre y resultarían más afectadas las actividades financieras, la construcción, el sector inmobiliario y la recreación. Pero también la industria y la minería, por los bajos precios del petróleo, considera Anif, que ve una fuerte desaceleración de la demanda interna.
Para esta entidad, si el Gobierno tiene éxito y logra controlar el virus en los próximos tres meses, la desaceleración llevaría la economía a rango de 1,8 a 2 por ciento; nada mal dadas las circunstancias. No obstante, si persiste la crisis de salud pública hasta los seis meses, el crecimiento estaría entre 0,5 y 1 por ciento. A principios de año Anif esperaba un crecimiento del 3,4 por ciento. Nadie imaginaba hace un mes que la pandemia pudiera significar un golpe aún más duro que la crisis financiera de 2008 y 2009. Además, se ha desarrollado rápidamente, “disruptiva, cambiante y fuerte en todos los países”, dice Mauricio Santamaría, director de Anif. Recomienda medidas extraordinarias y construir estrategias para mitigar los efectos de la propagación del virus, porque de otra manera los impactos sobre el bienestar serán enormes.
No son muy halagüeños los pronósticos económicos de Anif, que dirige Mauricio Santamaría. Tampoco los de Fedesarrollo, encabezada por Luis Fernando Mejía. Hasta el momento las medidas del Gobierno se han centrado en garantizar recursos adicionales para el sector salud, proteger a la población más vulnerable mediante giros adicionales en los programas sociales y algunos informales, así como en adoptar mecanismos que permitan a las empresas más afectadas disponer de recursos para pagar nóminas y gastos corrientes mientras dura la cuarentena. Estas decisiones van en la dirección correcta en medio de un espacio fiscal tan limitado. Aunque no han estado alejadas de la polémica por el uso de los recursos del FAE y del Fonpet –con los que se creó el Fondo de Mitigación de Emergencias (Fome) con 14,8 billones de pesos–. Varios gobernantes regionales creen que les están quitando esos dineros a las regiones. Sin embargo, en una coyuntura como la actual la solidaridad se debe imponer.
Fuente: cálculos de Anif con base en el Dane. El Banco de la República también ha lanzado salvavidas. Por primera vez en su historia, y al mejor estilo de los principales bancos centrales del mundo, anunció que inyectará liquidez permanente a la economía (quantitative easing). En otras oportunidades lo ha hecho solo de modo transitorio, con operaciones puntuales de recompra de títulos de deuda.
En su reunión de esta semana el emisor redujo en 50 puntos básicos su tasa de intervención y quedó en 3,75 por ciento. Al parecer el riesgo de una mayor inflación ante la fuerte pérdida de valor del peso hoy está amortiguado por el bajo crecimiento, la reducción del precio de la gasolina y el congelamiento de las tarifas de servicios públicos en ciudades como Bogotá. Algunos analistas, como Mauricio Cabrera, han dicho que les falta audacia a las medidas y que incluso debería pensarse en un préstamo del Banco de la República al Gobierno. Es decir, más emisión. Sin duda esta es una crisis inédita y sin precedentes que requiere respuestas de la misma naturaleza. Es fundamental apelar a todos los mecanismos posibles: ayudarles a las empresas a pagar sus nóminas y gastos corrientes para que no tengan que despedir a sus empleados. Si esto llegara a pasar, sería una bola de nieve difícil de parar.
Así mismo, hay que pensar en el mediano plazo. Los economistas concuerdan en que la medida de aislamiento es necesaria, pero también en que resulta insostenible en el tiempo. La economía no puede estar en cuarentena por más de uno o máximo dos meses. El aislamiento debe durar lo estrictamente necesario. De prolongarse demasiado, los recursos se agotarán y la economía entrará en una espiral difícil de recuperar. A diferencia de los países desarrollados, Colombia tiene buena parte de su población en la informalidad.
Anif teme por el riesgo adicional que podría significar una mayor migración venezolana en busca de atención médica y tratamiento del virus en caso de que la crisis en esa nación se agrave. No hay certeza de las dimensiones del problema en el país vecino. Resulta clave adoptar un plan para retornar a las actividades económicas rápidamente y construir un sistema masivo de pruebas de diagnóstico una vez pase el periodo de aislamiento. Todo ello para evitar que la economía se reinicie y no se materialicen los escenarios más pesimistas.