En mayo de 2015, cuando el BID confirmó que el 55 por ciento de la población colombiana estaba en la clase media, las expresiones de júbilo no se hicieron esperar. Se trataba de un logro histórico y un buen augurio en el camino de construir una mejor calidad de vida. Pero esa dicha duró pocos años. El Dane reveló que la pobreza volvió a crecer el año pasado y que la realidad es mucho peor de lo pensado.

Solo en 2019 más de 660.000 personas cayeron en esta situación y en total la cifra de colombianos pobres llegó a 17,4 millones, o el 35,7 por ciento. En plata blanca, uno de cada tres vive con menos de 11.000 pesos diarios.

La cosa mejora o empeora según la región. Por un lado, Cúcuta, Pasto y Montería tienen cifras de pobreza superiores al promedio nacional, mientras Manizales, Cali y Medellín tienen los menores índices de pobreza monetaria. El panorama es aún menos alentador en el campo, donde la población pobre se acerca cada vez más al 50 por ciento. Y ni se diga de la pobreza extrema o indigencia a nivel nacional, con 4,7 millones que sobreviven con apenas 4.500 pesos al día.

Las cuentas del Dane son devastadoras y eso que no incluyen el efecto de la pandemia. Sin duda, los resultados dan un campanazo de alerta al Gobierno y al sector privado; las cifras aumentaron, pero además, desde hace varios años, estaban subestimadas.

La razón es que el Dane actualizó la metodología para medir la pobreza y encontró la cruda realidad de que cuatro millones de colombianos pasaban por esa dura situación, mientras quedaban por fuera de los programas sociales. “Nos dijimos mentiras con el cuento de que se expandió la clase media. Esos eran pobres no contabilizados”, dice Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo.

Ahora, con la antigua o con la nueva fórmula, la pobreza volvió a incrementarse en Colombia. Y lo hizo en el año en que más creció la economía desde 2014.

Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo.

Para el Dane, la respuesta está en que hace cinco años comenzó el deterioro del mercado laboral. Y a menor empleo menores ingresos y, por ende, mayor pobreza. Sobre todo en Colombia, donde dos de cada tres pesos que reciben las personas provienen de fuentes laborales.

El problema de fondo es que los ingresos de los más pobres se desplomaron el año pasado, mientras el 20 por ciento más rico de la población aumentó sus ganancias. “Si la economía crece y aumentan los pobres es porque algunos pocos se quedaron con los beneficios del crecimiento”, asegura la exministra y exdirectora de Planeación Cecilia López.

Con esto en mente, cualquier plan para mitigar la pobreza y la indigencia debe partir de recuperar el empleo. En este punto, la nueva foto que tomó el Dane es clave, pues revela que los problemas difieren por regiones y una solución general podría quedarse corta. Tanto el Gobierno como los mandatarios locales tendrán que replantear sus planes de desarrollo para hacerle frente a este flagelo.

Susana Correa, directora del Departamento de Prosperidad Social.

¿Y la pandemia?

Como si fuera poco, Núñez calcula que por la pandemia, al cierre de este año, el 49 por ciento de los colombianos serán pobres. Por eso no es gratuito que las calles del país vuelvan a llenarse de manifestantes. La covid-19 agravó una situación compleja y exige soluciones de corto y largo plazo.

El plan de choque del Gobierno tiene como base las transferencias y subsidios que cada mes giran a millones de colombianos pobres. Pero la hoja de ruta va más allá. “El segundo reto viene con nuestros programas de infraestructura, cuya inversión contribuirá a reactivar el sector de la construcción. Esperamos que con las obras que venimos reactivando generemos más de 30.000 empleos locales”, le dijo a SEMANA la directora de Prosperidad Social, Susana Correa. Además, prevén fortalecer el emprendimiento y la inclusión productiva y darle más fuerza al programa Empléate, para recuperar puestos de trabajo.

Nadie puede negar que los subsidios le han dado un respiro a buena parte de la gente. Programas como Familias en Acción han reducido en cuatro puntos la probabilidad de que un hogar se encuentre en pobreza monetaria y en dos puntos la probabilidad de que caiga en pobreza extrema.

Pero quizás no es suficiente. La cuestión está, por ejemplo, en que los 160.000 pesos entregados por Ingreso Solidario apenas alcanzan para superar la línea de indigencia. Y detrás de esto hay un problema mayor: si los hogares no tienen recursos, no pueden gastar más allá de lo vital y, por ende, recuperar la economía se vuelve una misión imposible. La reapertura de más sectores es fundamental, pero si no hay quién compre, la solución siempre se quedará a medias.

Pero si por las ciudades llueve, en el campo no escampa. En las zonas rurales, la pobreza extrema subió tres puntos y los ingresos de sus habitantes se redujeron. Para Roberto Angulo, socio fundador de la firma Inclusión SAS, el Gobierno tiene herramientas como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) para mitigar la crisis. Eso sí, debe acelerarlos para atajar la pobreza en el campo.

En todo caso, la solución para las ciudades y zonas rurales debe tener en cuenta que, más allá del coronavirus, buena parte de la gente a duras penas sobrevive a final de mes. Y otra ni siquiera está en las bases de datos de los programas sociales.

Con esto presente, los debates de reformas laboral y pensional parecen inevitables. Es claro que un grupo de colombianos, incluyendo el Comité del Paro, las rechaza. Pero con un desempleo de casi 17 por ciento, la pobreza cerca al 50 por ciento y la economía en caída libre, llegó el momento de agarrar el toro por los cuernos.