Que las tiendas de barrio van a desaparecer es quizás una de las premoniciones más recurrentes que hasta ahora, afortunadamente, no se han hecho realidad en el país. En los años noventa, cuando surgieron los hipermercados, hubo quienes vaticinaron que el formato tradicional tenía sus días contados. Luego llegaron los grandes centros comerciales y de nuevo sonaron las alarmas sobre su futuro. Y hace una década, el ingreso de las cadenas de descuento planteó nuevos riesgos. Pero este formato sigue vigente. Hoy operan en Colombia más de 300.000 tiendas de barrio, de acuerdo con Fenalco, el gremio de los comerciantes. Esto no significa que haya un camino de rosas, que no enfrenten problemas o que tengan los riesgos cubiertos.
Según datos recientes de la firma investigadora de mercados Nielsen, en los últimos dos años desaparecieron unas 22.000 tiendas de barrio en términos netos –las que cerraron menos las que abrieron–. Esto representa cerca del 7 por ciento del total, lo que ha encendido de nuevo las alarmas. Los tenderos atribuyen este elevado número de cierres a la dura competencia que les plantea el ambicioso proceso de expansión de las principales cadenas de descuento que operan en el país –Justo & Bueno, Ara y D1–. Las tres suman unos 2.600 puntos en el territorio y cada vez llegan más a zonas que antes dominaban las tiendas de barrio. Sin embargo, todo indica que a esta expansión se han sumado otros factores. Entre ellos, el fortalecimiento y la masificación de las plataformas tecnológicas, los cambios en los patrones de consumo, la escasa modernización de algunos establecimientos y hasta la falta de claridad en la aplicación de normas policivas. La suma de estos se ha convertido en el verdugo de las tiendas de barrio. Y su mayor desafío. En términos generales, las ventas del comercio minorista siguen creciendo, pero la procesión va por dentro. En efecto, que las tiendas desaparezcan afecta tanto a los usuarios del tradicional fiado que ofrecen los tenderos como al indicador de empleo. El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, explica que una parte importante del crecimiento en el comercio minorista hasta octubre se fundamenta en el proceso de expansión de las cadenas de descuento. Hasta ese mes las aperturas de ese formato crecían 35 por ciento.
Desde 2016 estas iniciaron un proceso de densificación en grandes ciudades, que hoy se extiende a municipios pequeños. Y esto coincide con el aumento del desempleo en las zonas donde tienen mayor presencia los hard discount y en la población más ligada al pequeño comercio, con bajo nivel educativo y por cuenta propia.
El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, y el presidente de Fenalco, Jaime Alberto Cabal, coinciden en la necesidad de acordar políticas públicas para que las tiendas de barrio sigan cumpliendo su destacado papel social y económico. Paradójicamente, a octubre, el sector comercio creció 2,6 y 2,8 por ciento en los dos últimos años, pero la generación de empleo tuvo cifras de -0,9 en octubre de 2017; de -0,6 en 2018 y de -1,7 en ese mes de 2019. “Pero, normalmente, en el sector comercio cuando crecían las ventas, crecía la ocupación” asegura Oviedo. Esto ocurre porque las tiendas de barrio son más intensivas en mano de obra: mientras en 13 metros cuadrados generan en promedio dos empleos, las cadenas de descuento crean seis o siete empleos en unos 300 metros cuadrados. Pero no hay que satanizar esta situación. Por un lado, las cadenas de descuento juegan un papel fundamental en la economía, ya que han democratizado el acceso a muchos productos y abaratado los costos. Por el otro, promueven la cultura de la formalidad: solo generan empleo formal y pagan todos los impuestos. De paso, llevan a muchos de sus proveedores a formalizarse. Mas no solo la expansión del formato de descuento tiene en jaque a las tiendas. También las interpretaciones del nuevo Código de Policía. Samira Fadul, directora de Gobierno en Bavaria, explica que las tiendas son el principal canal de comercialización de la cerveza, ya que representan el 40 por ciento del volumen de ventas. Esta bebida genera casi el 40 por ciento de los ingresos de los tenderos.
Aunque varios factores explicarían el cierre de las tiendas, el impacto de los cambios normativos que introdujo el Código de Policía es uno de los más preocupantes. El Código definió más de 70 requisitos y causales de cierre de un establecimiento sin diferenciar su tamaño. Por eso las tiendas de barrio han llevado la peor parte, pues deben cumplir requisitos que exceden su capacidad. El Código tiene además “un procedimiento sancionatorio que siempre termina con el cierre inmediato del establecimiento por diez días. El comandante de Policía aplica este procedimiento y, luego de dos sanciones de cierre temporal, puede imponer el cierre definitivo”, asegura. Datos de la Policía Nacional indican que desde la vigencia del Código ha procedido con el cierre definitivo de 6.160 locales, y más de 135.000 cierres temporales a septiembre de 2019. Lo que viene ahora Muchos coinciden en que hay que escuchar las alertas. Pero no todos sienten que haya razón para el drama. El presidente de Fenalco, Jaime Alberto Cabal, dice que la tienda sigue siendo uno de los formatos más exitosos, tanto así que responde por el 48 por ciento de las ventas. Luis Felipe Hoyos Jaramillo, gerente comercial de Nutresa, la mayor compañía de alimentos procesados del país, asegura que no han sentido “el cambio que sugieren los estudios recientes. De hecho, el número de clientes del canal tradicional atendidos desde Comercial Nutresa no ha disminuido, incluso las ventas han aumentado”. Sin embargo, los dos reconocen la posibilidad de que la mayor presencia de cadenas de descuento haya propiciado algunos cierres. Pero coinciden en que todos los días abren y cierran tiendas. No obstante, Hoyos cree que otros formatos no tienen la oferta de valor de la tienda de barrio, pues esta brinda tranquilidad y cercanía al consumidor. Cabal opina que su gremio ha hecho esfuerzos para que el canal se digitalice y modernice, y ya tiene buenos resultados para mostrar.
Todos en el sector tienen claro que en este momento, más allá de las cifras puntuales, hay que trabajar para garantizar que la figura del tendero cuente con las herramientas que requiere para prosperar al lado de su familia, los proveedores y las comunidades. Para ello, tanto el Gobierno como los sectores empresariales, que encuentran en la tienda de barrio un canal muy importante dentro de su estrategia de ventas, deben examinar qué estrategias y políticas públicas adoptar para ayudarlas a competir y modernizarse. El campanazo de alerta tiene que servir para sumar esfuerzos de manera que perdure la figura del tendero, que ha acompañado a muchas generaciones de colombianos. Y para lograr que coexistan y compitan todos los formatos de comercio, de manera que los consumidores tengan más opciones de consumo.