Está terminando un año en el que Colombia se ha llevado la medalla por el buen desempeño económico. Es el líder en perspectivas de crecimiento para 2014, dentro del grupo de países de buenas prácticas de la Ocde y también supera el promedio de toda América Latina. Algunos pronósticos ubican la variación del Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia, este año, en un 5 por ciento. Otros están en el rango entre 4 y 4,5 por ciento. En cualquier caso, se trata de una cifra destacable, en especial si se tiene en cuenta que el entorno internacional se ha complicado bastante con la desaceleración de muchas economías y con el desplome de los precios del petróleo. Sin embargo, pese a esta buena noticia, pocos parecen dispuestos a levantar las copas y celebrar el fin de 2014. La razón es que, aunque al país le está yendo mejor que a otros, en el horizonte hay nubarrones que intranquilizan. Además del frente externo poco favorable, elementos domésticos están agregando incertidumbre al 2015. En particular, la reforma tributaria que el gobierno tramita en el Congreso. Los empresarios están alarmados por los efectos que tendrán las nuevas cargas impositivas sobre las inversiones, y en general, en el desempeño de los negocios. Hay sectores como el de hidrocarburos que están con los pelos de punta pues se sienten en el peor de los mundos por la caída del precio del petróleo. Pero además de preocupado, el empresariado colombiano está indignado porque sus recomendaciones en materia de impuestos no han sido tenidas en cuenta. En el fondo, lo que se está percibiendo es que el sector privado, actor fundamental de la economía, arranca 2015 con desánimo y pesimismo, un termómetro que no es bueno para comenzar un año difícil y cargado de incertidumbre como el que se avecina. Pero antes de ahondar en el panorama local, es importante mirar cómo se vislumbra el escenario internacional. Varios hechos marcarán la coyuntura global del próximo año. Uno tiene que ver con el aumento en las tasas de interés en los Estados Unidos, después de nueve años sin incrementos. Se espera que la Reserva Federal (FED) tome esta decisión hacia mediados de 2015, aunque a un ritmo muy lento. Se trata de un evento económico que incidirá de manera importante en la dinámica del dólar que ha venido revaluándose en todo el mundo –incluida Colombia- pero también en los mercados financieros y en las bolsas. Otro, es la situación de China que apunta a un menor crecimiento. Esto significa que los precios de los productos básicos que exportan muchos de los países latinoamericanos, entre ellos Colombia, se mantendrán bajos, afectando el comercio exterior de estas economías. Un tercer hecho es que, consecuente con la realidad de la economía asiática, los socios comerciales de Colombia en la región estarán desacelerándose. Los pronósticos indican que América Latina crecerá solo un 1 por ciento este año y escasamente alcanzaría el 2,5 por ciento en 2015. Hasta las economías que sobresalen en la región se verán muy afectadas. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) Chile, por ejemplo, crecería a un ritmo del 2 por ciento este año y al 3 el próximo. Y un cuarto elemento es la caída drástica en los precios del petróleo. Hace seis meses nadie se imaginaba que el crudo podría bajar de los 70 dólares el barril, pero ha sucedido. El pasado jueves, después de la reunión de la Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo) donde no hubo acuerdos para reducir la oferta de crudo, el precio del WTI (Estados Unidos) cayó 6 por ciento hasta 69 dólares y el Brent (Londres) se descolgó otro tanto y se situó en 72,80 dólares. Con los menores precios del petróleo se han golpeado todas las petroleras en las bolsas de valores, y se ha puesto en jaque muchas economías que dependen de este producto. Por ejemplo, está causando estragos en Venezuela, cuyo principal sustento es la renta petrolera. Según señalaron asesores financieros a la BBC de Londres, el mundo va para una guerra de precios, pues la decisión de la Opep busca contener el avance del petróleo de esquisto de Estados Unidos. Este país está produciendo crudo a costos muy bajos y algunos analistas creen que podría soportar precios de 50 dólares. Es decir, el problema tiende a agravarse porque mientras el crudo siga cayendo, dejará a su paso desastres en muchas economías. Al mismo tiempo que baja el petróleo, sube el precio del dólar. Hay una relación muy estrecha entre estas dos variables. Esto significa que, tras la decisión de la Opep la tendencia será hacia más devaluación de todas las monedas del planeta frente a la divisa norteamericana. En medio de un panorama que luce tan nublado, con una eurozona que se debate entre el estancamiento y la recesión, hay una luz en el horizonte. Se trata de la recuperación de Estados Unidos, la primera potencia económica del mundo. Esto es sin duda una buena noticia para la débil economía global. No hay que cantar victoria Ahora bien, a pesar de que Colombia ha sido la excepción en materia económica este año, no hay que exagerar el optimismo. El país no está blindado, ni está solo en el planeta. Para enfrentar el año que pinta difícil, tendrá que poner a funcionar a toda potencia los motores internos. La gran preocupación de los analistas locales está en el frente fiscal, fundamentalmente por la caída en el precio del petróleo y la menor producción de crudo. Se estima que una caída de un dólar en el precio del barril representa 420.000 millones de pesos menos. Y 10.000 barriles diarios menos en la producción promedio anual tienen un impacto de 321.000 millones de pesos en las cuentas públicas. El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, aunque reconoce que el tema es preocupante, señala que la regla fiscal permite acomodar las caídas temporales de los precios del petróleo con más deuda. Es decir, el país no tiene que reaccionar inmediatamente a la reducción de la cotización del crudo. Algunos analistas privados no son tan optimistas frente al desempeño de las finanzas públicas. Para el director de Anif, Sergio Clavijo (ver artículo ‘Los desafíos fiscales’) los problemas fiscales que han comenzado a aflorar en 2014 se sentirán en 2015, pero especialmente en 2016. En general, el fin del auge minero-energético está debilitando los ingresos fiscales, pues además del petróleo, los niveles de la producción de carbón están estancados entre 85 y 90 millones de tonelada. No hay que olvidar que petróleo y carbón representan cerca del 50 por ciento de la canasta exportadora colombiana. Con la desaceleración de China que se prolongaría por un tiempo más, las expectativas en esta materia no son muy alentadoras. Pero no todo es malo. La recuperación de Estados Unidos es una buena noticia para Colombia pues es su principal socio comercial. Esto se debería traducir en mayores exportaciones y remesas enviadas por los trabajadores a sus familias en el país. El reto es diversificar la canasta exportadora para llegar a ese mercado con una oferta más variada que la actual. El problema es que las ventas a ese país, en valor, han caído este año. Entre enero y agosto disminuyeron en un 27 por ciento, principalmente por hidrocarburos. En general en los ocho primeros meses del año, las exportaciones colombianas bajaron 2,7 por ciento con relación al mismo periodo del año anterior, al pasar de 38.917 millones de dólares a 37.877 millones. Un elemento que podría aliviar la debilidad externa es la devaluación, pues significa que se reciben más pesos por cada dólar. Esta tendencia se mantendrá el próximo año. Según los pronósticos de un grupo de analistas consultados por esta revista, el dólar podría estar al final de 2015, en 2.115 pesos. Pero más allá de los choques externos que habrá que enfrentar, el sector privado colombiano considera que con la reforma tributaria se agravarán las cosas. Como se ha dicho, es hora de que los motores internos muevan la economía para que siga avanzado. Esto quiere decir más inversión y consumo. Pero precisamente, en este punto es que los empresarios han encendido las alarmas pues señalan que con la carga tributaria que les impondrá a partir del próximo año, se espantará la inversión y desestimulará el crecimiento. Las empresas petroleras son las más preocupadas. Cuentas preliminares del sector indican que la reforma tributaria podría costarles 2,6 billones de pesos, una suma que les quita oxígeno para las enormes inversiones que tienen que hacer, justamente ahora cuando el reto del país es aumentar la producción de crudo. El gobierno, que necesita recursos para financiar los programas del cuatrienio, enfrenta un gran dilema. Requiere que las locomotoras internas trabajen a toda máquina para mitigar los efectos externos, pero al mismo tiempo sabe que no puede asfixiar al sector privado con más cargas. El espejo es Chile, donde están sacando una reforma tributaria equivalente a 3 puntos del PIB y la inversión está huyendo. El sector privado está pidiendo a gritos una reforma tributaria con componentes diferentes, de tal manera que se equilibren las cargas, pero el gobierno se la está jugando con su propuesta por cuatro años. Muchos no descartan sin embargo, que en 2015 se haga otra reforma. El ministro de Hacienda ha dicho que en julio presentará un proyecto para revisar el tema de las entidades sin ánimo lucro. Aunque el gobierno no lo ha dicho, no se descarta que por esa vía se incluyan otros temas como el IVA que le daría un importante recaudo. El año entrante, el gobierno también considerará la posibilidad de llevar una reforma pensional al Congreso, aunque anticipa que no piensa tocar las edades de pensión, sino buscar resolver la situación financiera del régimen público (Colpensiones). Como se ve, 2015 estará bastante movido y aunque luce difícil, Colombia seguirá destacándose dentro del barrio. Según el grupo de analistas consultados por SEMANA, la economía podría crecer el próximo año 4,5 por ciento. Nada mal para unos tiempos tan convulsionados afuera. Pero, no hay que cantar victoria, porque, lo realmente duro probablemente se sentirá en 2016. Finalmente, la posibilidad de firmar la paz el próximo año es una eventualidad que muchos en el sector privado también esperan. Esta sería la buena noticia que podría cambiar el curso y el panorama económico del país.