En el mundo de las startups y el emprendimiento es muy popular hablar de los unicornios. De hecho, convertirse en una firma de este tipo es el sueño de todo el que se lanza a crear una empresa.
Estas son compañías emergentes, en su mayoría de base tecnológica, que están valoradas en más de 1.000 millones de dólares y que aún no han salido a la bolsa. Airbnb, WeWork, DiDi y Dropbox son ejemplos de ello.
Y si bien las startups de alta valorización han existido por un buen tiempo, el término unicornio es relativamente nuevo. Fue acuñado en 2013 por Aileen Lee, fundadora del fondo de capital de riesgo Cowboy Ventures, que para ese entonces vio en esta figura mitológica y fantástica una buena manera para referirse a este tipo de compañías.
Lo hizo básicamente porque para ese entonces encontrar startups tecnológicas privadas que valieran 1.000 millones de dólares era algo extraño.
Pero lo que alguna vez fue raro y hasta fantástico, hoy está en todas partes. Tras siete años de dar esta definición, la población de unicornios se ha disparado en el mundo. Actualmente hay alrededor de 500 unicornios en todo el planeta, con una valoración acumulada de 1,5 billones de dólares, un poco menos de lo que vale Amazon y más del valor del mercado de Google.
Estados Unidos se lleva gran parte de la torta de unicornios mundiales, con más de 242 empresas valoradas en 1.000 millones de dólares. Le siguen China, con 119; Reino Unido e India, con 24, y Alemania, con 23.
En cuanto a sectores, las estadísticas muestran que la mayoría de los unicornios del mundo se mueven en la industria fintech. Seguido de software y servicios, comercio electrónico, soluciones de inteligencia artificial, telecomunicaciones y la industria de la salud.
Según datos de CB Insights, el surgimiento de los unicornios ha tomado mayor fuerza desde 2018. Para ese año, 114 empresas ingresaron al selecto club de los unicornios y la tendencia creciente se mantuvo en 2019, con 122 nuevas empresas de este tipo. Este es el aumento anual más alto hasta ahora.
Esta explosión se ha dado por diversos factores. Entre ellos la facilidad tecnológica, que hoy permite escalar modelos de negocio a nivel global a una velocidad que antes no era posible.
También las ideas de negocio que llevan creciendo un tiempo. Según Jerónimo Silva, director ejecutivo de Bictia, la mayoría de estas empresas ya llevan un camino recorrido, de entre cuatro a siete años en funcionamiento.
Y el último punto, el apetito del capital privado por invertir en este tipo de apuestas. Es decir, hubo gente que decidió apostarles a los crecimientos acelerados de emprendimientos y hoy están viendo cómo muchas de estas empresas están saliendo adelante.
Y 2020 no pinta nada mal para estas compañías. Pese a la crisis económica que enfrenta el mundo por cuenta del coronavirus, 89 startups alcanzaron una valoración de 1.000 millones de dólares. Número que se espera sea mayor una vez superada la pandemia.
Más cerca a la meta
América Latina está siguiendo la tendencia. La lista publicada por CB Insights señala que en la región hay 11 unicornios, la mayoría de Brasil.
Nubank, del colombiano David Vélez, es la compañía con la más grande valoración y se convirtió en el primer decacornio –más de 10.000 millones de dólares– en la región. Le sigue Rappi, la startup de envíos, que alcanzó este hito en 2018 luego de recibir una inversión de SoftBank. Hoy vale más de 3.500 millones de dólares.
Este número es un poco más del 5 por ciento de los unicornios actuales, pero es muy positivo para la región. En los últimos años el ecosistema emprendedor de América Latina ha comenzado a consolidarse, lo que ha hecho que la región esté en el radar de los inversionistas.
SoftBank lo considera así. Señala que la participación de América Latina en la lista de unicornios está aumentando a medida que entra más capital a la región y otros fundamentos, como emprendedores visionarios que están atacando mercados más grandes con ineficiencias que siguen presentes.
Felipe Santamaría, CEO de la aceleradora Rockstart, considera que Latinoamérica es una región con necesidades que no han sido resueltas y con una densidad poblacional bastante atractiva para poner en marcha soluciones, basadas en tecnología, de alto crecimiento e impacto. A su parecer, esto ha convertido al continente en un gran caldo de cultivo de startups que, en unos años, van a estar dentro de las empresas más grandes del mundo.
Para lograr esto, la región tiene que revisar varios aspectos. Según Silva, de Bictia, lo primero es impulsar una visión global en los emprendedores. Es decir, vencer el miedo a internacionalizarse. Segundo, crear modelos de negocio que realmente atiendan el mercado latinoamericano.
Puntualmente en Colombia hay dos unicornios: LifeMiles y Rappi. La primera nació en 2011 y solo seis años después alcanzó un valor de mercado de 1.000 millones de dólares. A la segunda le bastaron tres años para alcanzar el hito.
Esto para los expertos es bastante lógico, ya que alcanzar este hito es el resultado de varios años de trabajo y de demostrar que una idea de negocio es realmente exitosa.
Para Tomás Ríos, emprendedor y ángel inversionista, Colombia tiene varias startups que vienen creciendo aceleradamente y aunque hay que trabajar en aspectos como las valoraciones que hacen los emprendedores de sus empresas y en tener herramientas de financiación más sólidas en el país, seguramente en el futuro cercano habrá varios unicornios a la vista.
Esta proyección la comparte Alejandro Arenas, director del fondo de capital emprendedor Velum Inverlink, quien afirma que tras Rappi ha llegado una nueva camada de emprendedores creando compañías interesantes, que están respaldadas por inversionistas internacionales y que han cerrado importantes rondas de inversión.
Para él, en el corto plazo y apalancados por el crecimiento en la adopción de tecnología producto de la pandemia, habrá varias startups que levantarán grandes sumas de dinero y seguramente alguna de ellas será un próximo unicornio.
Dicha proyección la encierra Santamaría en una frase: “En unos cinco años Colombia tendrá unos tres nuevos ‘rappis’”, es decir, tres nuevos unicornios.
De ser así, aumentaría la exposición de Colombia en el ecosistema global de emprendimiento y el apetito de los inversionistas por traer sus recursos al país sería mayor.
Pero en esto no hay que dejar solos a los emprendedores. En manos de los actores del ecosistema también está que dicha meta se logre cumplir.