Los apuros empresariales que han tenido las compañía después de la pandemia y luego, enfrentando una golpiza continua proveniente desde distintas trincheras, no solo ha golpeado a las legendarias y a las nuevas, también a las franquicias, que son negocios de personas que utilizan una marca famosa para montar un negocio propio y se vuelven sus distribuidores.
En la mayoría de los casos funciona, pero en el riesgo que se asume a veces no se cuenta con la llegada de una crisis inesperada.
Ramiro Garnica, un empresario del sector de gastronomía y entretenimiento que tenía dos franquicias de la popular cadena de restaurantes Jeno’s Pizza, en los centros comerciales Santafé y Titán, en Bogotá, contó los aprietos que ha tenido y ha sopesado hasta ahora.
“Empezó la pandemia, nos metieron en la casa y los centros comerciales cerraron”.
Como todos los negocios de aquel momento, decidió no sacrificar tanto el capital humano. Más aún, porque nadie esperaba la crudeza de la emergencia en salud que se vivió. “Tuve que pagar arriendos y todos los gastos, como si nada estuviera pasando. Fue básicamente aguantar”.
Vinieron las ayudas iniciales implementadas por el Gobierno, como la del subsidio a la nómina, y los empresarios seguían esperanzados en una recuperación pronta. Pero no tardaron en llegar los efectos provocados por la inflación.
Sin lograr levantarse de la crisis, Garnica tuvo que devolver las franquicias, en las que había invertido cerca de 3.000 millones de pesos. Eso implicó perder todo el dinero invertido.
Y no es todo, la pandemia no solo lo obligó a cerrar. También atentó contra su vida: le dio covid y estuvo varios días en una unidad de cuidados intensivos, distante de los negocios y de su fracaso inversionista.
Una nueva oportunidad
Muchos expertos hablan de que en las facultades de administración de empresas se da cátedra sobre el éxito, pero poco se aborda el fracaso, que es una de las circunstancias que va de la mano con la creación de una empresa.
Garnica, después de esa paliza, no se dio por vencido y con una marca propia (Bulldog), un modelo de restaurante bar para departir y ver distintos deportes, hizo una nueva apuesta.
Se ubicó en un local de 170 metros cuadrados en el centro comercial El Edén, en el suroccidente de Bogotá, convencido de que las atracciones que tiene este complejo comercial eran suficientes para jalar el tráfico necesario para recuperarse. Pero no ha sido así. “Me buscaron de El Edén. Estaba muy escéptico con el tema del centro comercial porque lo vi muy desocupado, pero me dijeron que tendrían unas atracciones únicas en Sudamérica, y sí, las ofertas de entretenimiento son lo máximo, pero el centro comercial actualmente tiene una desocupación cercana al 50 %”, recuerda el empresario.
Por esa situación, desde julio del año pasado se acogió a la Ley 1116, de reorganización, buscando darle viabilidad a su negocio y poder negociar las deudas con sus acreedores.
Trabajadores en la calle, proveedores reclamando sus pagos, empresarios endeudados con la Dian y sin poder levantarse para seguir con sus negocios y así poder pagar; esos son los dramas económicos y sociales que se desencadenan tras la liquidación de una empresa.
Muchos aporreados
Las cifras de la Superintendencia de Sociedades dan cuenta de que, al cierre de 2023, los procesos de insolvencia empresarial –incluidos los de reorganización, acuerdos en ejecución y los de liquidación– sumaban 4.473, una cifra no solo superior a la de los tres años anteriores, sino también a la de 2019, cuando aún no se había decretado la pandemia.
El año pasado, el 71,1 % de los casos eran de reorganización y la cifra restante de liquidación, según el Atlas de Insolvencia revelado por la entidad, al que tuvo acceso SEMANA. “Quiere decir que la mayoría son empresas que se acogen a estos procesos para salvarse, hacer acuerdos con los acreedores e, incluso, para que aquellas en liquidación se puedan devolver a reorganización”, argumentó el superintendente de Sociedades, Billy Escobar Pérez.
Las cifras anuales de la SuperSociedades evidencian que, en 2019, se admitieron 218 empresas para liquidación, un año después la estadística bajó a 175 y seguía en descenso. En 2022 repuntó de nuevo a 186 y, para 2023, 211 empresas se borraron del mapa empresarial.
Y no todas las solicitudes de insolvencia son aceptadas, muchos no cumplen los requisitos para acceder a ese salvavidas que, de alguna manera, permite que las compañías puedan tener un pare frente a los acreedores.
El año pasado, 1.420 compañías pidieron el salvavidas, lo que representa un incremento de 16,5 % de casos entre 2022 y 2023, la cifra histórica más alta de la última década, según lo registra el Atlas.