Estos no han sido tiempos fáciles para la principal aerolínea de Colombia, Avianca. Un video filtrado en redes sociales en el que el presidente de la junta directiva, Roberto Kriete, dice que la compañía “está quebrada” desató una tormenta. La propia empresa contextualizó estas declaraciones y explicó que no está inmersa en un proceso de quiebra. Pero el hecho causó gran revuelo. Por eso, al pasar la fuerte turbulencia, es necesario analizar con calma los datos y el contexto para tener claro el panorama. El diagnóstico se puede dividir en dos grandes capítulos. El primero de ellos se circunscribe al tema financiero. Es decir, a lo que quiere y puede hacer la compañía para lograr el punto de equilibrio al bajar su deuda y hacer más rentable el negocio de transportar pasajeros. En la actualidad, Avianca está migrando de una etapa en la que concentró sus esfuerzos empresariales en crecer en número de aviones y frecuencias a una en la que se aprieta el cinturón en gastos, vende negocios no rentables o que no forman parte del corazón de su actividad y elimina rutas en mercados que no le representan una rentabilidad acorde con sus expectativas y necesidades. Le recomendamos: Avianca renegocia deuda corporativa por US$550 millones
La deuda de Avianca se acerca a los 4.600 millones de dólares. Tiene pendiente vender este año Deprisa y su 49 por ciento en la agencia de viajes Éxito. En las fotos, Roberto Kriete, presidente de la junta directiva, y Anko van der Werff, presidente. Este apretón es positivo en la medida que le permitirá desarrollar una operación más eficiente, gastar menos por pasajero movilizado y recaudar dinero producto de la venta de otros negocios. Sin embargo, reducir el volumen de las transacciones y negocios y la participación del mercado le podría disminuir el flujo de caja. En otras palabras, si no moviliza tantos pasajeros como antes, no cuenta con el proyecto de envíos de Deprisa y no tiene ingresos por agencias de viaje propias, podría recibir menos dinero. Por eso su nuevo equipo financiero, liderado por Adrián Neuhauser, debe afinar los números para lograr eficiencias. También tiene que pagar a tiempo lo que debe. Y, en este momento, la compañía no cuenta con el dinero para cancelar el vencimiento de los créditos que se avecinan y tendrá que comprar tiempo al renegociar sus deudas. En este proceso, la empresa se encuentra ante un pago de bonos por 550 millones de dólares que debe hacer en 2020. La buena noticia es que esta semana logró convencer al 50 por ciento de los tenedores de estos títulos para que acepten una prórroga del pago (hasta 2023) con una contraprestación adicional. Si sale adelante con esta estrategia, optimizará el ambiente para que su aliada United Airlines Inc. y el accionista minoritario Kingsland Holdings Limited pongan sobre la mesa 250 millones de dólares en recursos de crédito. El viernes Kingsland ofreció 50 millones adicionales. En esta parte de la historia, la confianza y la credibilidad en la empresa resultan claves, tanto de los acreedores que acepten las nuevas condiciones de los bonos como de este par de accionistas con dinero para financiar. Le sugerimos: Avianca avanza en reestructuración de su deuda El otro gran interrogante tiene que ver con la habilidad de sus directivas de capotear los vientos cruzados que hoy aquejan al sector aeronáutico. Entre estos aparecen variables volátiles como el precio del dólar, que afecta en gran medida la operación; y el clima económico mundial, afectado en estos días por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Un dólar, que ronda los 3.500 pesos, impacta negativamente la canasta de costos de casi todas las empresas. Pero las aerolíneas reciben un efecto más nocivo debido a que pagan buena parte de sus servicios (gasolina, tasas aeroportuarias, etcétera) y bienes de capital, como los aviones, en dólares. A esto se suma que, en esas condiciones, los viajeros locales prefieren pasar sus vacaciones en destinos nacionales. Y en la industria aérea, en la mayoría de los casos mientras más largo el vuelo, mayor la rentabilidad, salvo algunas excepciones. El otro desafío por capotear se localiza en el Atlántico. Si Estados Unidos y China prorrogan su enfrentamiento, los efectos sobre en el resto de las economías podrían impactar el negocio aéreo. Algo que seguramente no favorece el proceso de recuperación de la aerolínea. A todo esto se suma la disputa entre los dos mayores accionistas, Roberto Kriete y Germán Efromovich. Este último salió abruptamente de la junta directiva en mayo pasado, luego de intensos pulsos con el poderoso empresario centroamericano. Las consecuencias del enfrentamiento, que ya escaló a tribunales internacionales, aún están por verse. Pero todos esperan que la crisis de Avianca los una finalmente en el propósito común de sacarla adelante. El timonazo de Anko El jueves 29 de agosto, Avianca convocó a un nutrido grupo de periodistas de Colombia y de otros países de la región en donde opera para presentar en sociedad al nuevo CEO de la empresa, Anko van der Werff, un hábil ejecutivo holandés que logró darle un nuevo aire a Aeroméxico. La cita estaba programada desde hace semanas, por lo que era difícil echarla para atrás luego del polémico video de Kriete. “Me alegro por el video de Roberto porque eso permitió esta nutrida asistencia”, dijo el carismático Anko. Minutos antes la compañía le había entregado a cada periodista una carta en un sobre rojo –firmada por el propio Anko– en la que reconoce que la empresa ha pasado durante estos 100 años por “momentos turbulentos”, al tiempo que pide perdón a los usuarios por las fallas presentadas en el servicio, como horario y equipajes. Con este acto de contrición con la prensa, y en general con los clientes, la firma busca definir un nuevo punto de arranque. Los directivos Adrián Neuhauser y Anko van der Werff apuntan a calmar los ánimos y a encontrar un nuevo camino hacia la recuperación. Lea también: El top de aerolíneas que más incumplen en la venta de tiquetes por internet Entre los anuncios de estos dos ejecutivos para revitalizar la compañía están las nuevas rutas que evalúan en El Salvador, Canadá y Estados Unidos. También se notó el esfuerzo para desligar de la nueva fase de operaciones dos circunstancias incómodas: las disputas entre los accionistas y la poco exitosa operación (préstamo de marca) en Brasil y Argentina. “Esta empresa factura cada año cerca de 5.000 millones de dólares, opera en un mercado en pleno crecimiento y tiene más de 9,3 millones de clientes fidelizados”, contestó el CFO cuando le preguntaron por la salud de la firma. Los directivos también afirmaron contundentemente que la compañía no tiene previsto salir de la Bolsa de Valores de Colombia, aunque la acción cayó 46 por ciento en el último año. Y que tampoco tienen en sus planes volver a entrar en la ley de quiebras de Estados Unidos, conocida como capítulo 11, como sucedió en 2003. Frente al tema de la operación del día a día, Werff explicó que no se ha afectado el servicio rutinario, que los contratos con las agencias no tienen cambios y que hay un saldo en caja de 350 millones de dólares, suficientes para garantizar el normal funcionamiento de la empresa. El 5 de diciembre Avianca cumplirá 100 años. Eso quiere decir que esta compañía –fundada por europeos– ha acompañado a Colombia la mitad de su vida republicana. Ahora su nuevo comandante, Anko van der Werff, y su nueva junta directiva intentan enfrentar de la mejor manera este momento difícil de turbulencia. Un siglo después, otro europeo toma las riendas e inicia un nuevo vuelo. Él habla de otros 100 años de la firma, en los que Avianca desplegará sus alas, su trayectoria y su grandeza. La mayoría de los colombianos rezan porque así sea.