La semana pasada se realizó en Medellín la versión número 25 de Colombiatex, la feria del sector textil y la confección más importante de América Latina. Más de 30.000 visitantes y cerca de 1.700 compradores asistieron para ver las últimas tendencias en el mundo de los insumos, la maquinaria y la moda.Un encuentro de esta naturaleza que congrega a empresarios de más de 27 países muestra que este sigue siendo el sector industrial de mayor tradición en Colombia y que se ha sabido ganar el reconocimiento internacional por su calidad e innovación.Por eso mismo, es paradójico que esta emblemática y vibrante industria colombiana, nacida hace más de un siglo, esté pasando por el momento más crítico de su historia. Las importaciones masivas, el contrabando, el lavado de activos y el dólar barato han puesto en vilo a toda la cadena de textiles y confecciones, al punto de que más de una empresa del sector ha tenido que cerrar y el resto lucha fuertemente para no salir del mercado.Se trata de los mismos males que golpean a buena parte de la industria manufacturera nacional, pero en este caso sus efectos se maximizan pues se trata de una rama intensiva en mano de obra. Según el Dane, este sector genera 466.000 empleos formales, pero estimativos de expertos indican que puede haber otro tanto de informales vinculados al negocio. En otras palabras, casi 1 millón de personas trabaja directamente en esta industria, lo que equivale a que unos 4 millones de colombianos dependen de la buena marcha de esta actividad.Desde hace tiempo los empresarios le vienen pidiendo al gobierno acciones urgentes para detener el deterioro del sector. Esta es una cadena con alta integración, y lo que le pasa a un eslabón repercute inmediatamente en el siguiente. Un golpe a las confecciones llega hasta los textiles y de allí se transmite a la hilandería y las fibras.Los problemas se han ido acumulando año tras año. Según Carlos Eduardo Botero, presidente ejecutivo del Instituto para la Exportación y la Moda, Inexmoda, el aumento desproporcionado de las importaciones es el ingrediente más dañino en el coctel de males que aquejan a esta industria.Hasta 2004 el mercado mundial de textiles y confecciones, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), se regía por cuotas. Una vez se eliminaron, la oferta de productos se disparó en todo el mundo, principalmente con telas y ropa procedentes de Asia –con China a la cabeza– . Como consecuencia los precios de desplomaron en todos los países.En el caso colombiano, a la situación internacional se le ha venido sumando el dólar barato –por el efecto del boom minero-energético–, y esto ha estimulado aún más la llegada de producto extranjero. En la última década el peso colombiano se ha apreciado en un 38 por ciento. Esta revaluación no solo ha abaratado las importaciones, sino que ha tenido un impacto en los costos internos de las empresas –medidos en dólares– como materia prima, mano de obra y energía que les han hecho perder competitividad. Por ejemplo, mientras el salario mínimo en Colombia es de 327 dólares, en México es de 150 dólares y en Perú de 294. Y ni qué decir de los asiáticos: en China el salario es de 140 dólares, en Pakistán de 82 y en Indonesia 103. Es decir, esos países asiáticos, que están inundando el mundo de las confecciones, tienen menores costos que los empresarios colombianos.?El crecimiento de las importaciones es evidente. En 2005 por cada dólar que llegaba a Colombia en confecciones, se exportaban 5 dólares. En 2011, la relación se volvió uno a uno y el año pasado la balanza se inclinó favorablemente hacia los productos que vienen del extranjero.Según la Cámara para el sector de la Asociación Nacional de Industriales, Andi, en el caso de las telas, las importaciones tienen hoy una penetración de 41 por ciento, algo que nunca se había visto en el país. En dos años, las confecciones importadas se duplicaron. Más de la mitad llega de China.Un hecho que contribuyó a disparar las importaciones, según fuentes del sector, fue la decisión que tomó el gobierno hace un par de años de bajar los aranceles, una medida que fue muy controvertida por los textileros que vieron en ella una seria amenaza.Para el presidente de Fabricato, Juan Carlos Cadavid, otro lastre que arrastra la industria en Colombia es el costo de la energía, pues a pesar del desmonte a la sobretasa que se aplicó hace dos años, sigue siendo muy elevada. “Acá pagamos la energía carísima, más que muchos de nuestros competidores”, dice. A esto se agrega la pésima infraestructura vial del país y el costo del transporte que deben pagar las empresas para exportar sus productos. El flete para llevar un contenedor de Medellín a Cartagena puede ascender a 1.000 dólares, un valor similar (1.100 dólares) a lo que vale trasladar esa misma carga hasta el puerto de Hamburgo en Alemania, en una distancia mucho mayor.La diferencia de costos se refleja en los precios. Mientras un jean exportado desde Colombia puede valer entre 10 y 12 dólares, una prenda similar que llega al país desde el mercado asiático tiene un precio de 5 dólares. Una camiseta producida en Colombia por 19.000 pesos llega importada a 4 dólares (unos 7.200 pesos). Una cobija hecha en el país que sale al mercado a 30.000 pesos, se puede conseguir importada en 10.000 pesos.Otro elemento a tener en cuenta en esta difícil coyuntura del sector es la expansión del segmento de la venta de prendas de vestir. Al mercado colombiano han entrado nuevos jugadores internacionales que ofrecen, en una alta proporción, mercancía importada, con lo que desplazan a la confección nacional.Además, según Edwin Salazar, director de la Cámara Colombiana de la Confección, se está presentando un desequilibrio entre productores y comercializadores. Ante la inundación de prendas importadas a precios muy bajos, muchos han preferido apagar sus máquinas y se han pasado a la comercialización. Para acabar de completar el coctel, el sector está afectado por el contrabando y el lavado de activos. Según Carlos Eduardo Botero de Inexmoda, ya no es solo el contrabando típico que busca no pagar impuestos, sino el “narcocontrabando” Uno de los casos más escandalosos que ilustra esta problemática es la llegada de toallas desde Panamá a un precio irrisorio de 1,85 dólares el kilo, cuando el solo algodón que hay en el producto vale 1,95. Todos se pregunta, ¿cómo se pagaron salarios o comisiones y dónde esta la utilidad? “Competir así es imposible”, dice Juan Rafael Arango, gerente de Fatelares, empresa productora de toallas y cobijas que emplea a 500 personas en Medellín.Rafael Kalach, presidente de Coltejer, compañía que hoy pertenece al grupo textil Kaltex de México, afirma que el año pasado fue especialmente difícil por la masiva importación de telas. Esto se tradujo en una drástica reducción en las ventas y un crecimiento de los inventarios. En 2012 la textilera tuvo que reducir en un 15 por ciento su planta de personal, y este año tendrá que aplicar otro recorte del 10 por ciento. Aunque no hay cifras definitivas de cómo cerró financieramente el año pasado, se prevé que las pérdidas de Coltejer podrían superar los 30.000 millones de pesos.Kalach considera que la velocidad de la apertura en Colombia fue muy rápida y muchos sectores no tuvieron tiempo de prepararse. “El país tiene que decidir dónde pondrá el énfasis, si en la industria o en el comercio. Esperamos que el gobierno se dé cuenta cómo se está afectando la industria y el empleo”.El salvavidasAnte la gravedad de los hechos, el gobierno le lanzó un salvavidas al sector para frenar la avalancha de importaciones. A partir del primero de marzo, en el caso de las confecciones se aplicará un arancel mixto compuesto por uno ad valorem del 10 por ciento, más otro específico de 5 dólares por kilo importado. La medida será transitoria por un año, cuando se evaluarán los resultados. También cobija al calzado, con la diferencia de que el pago se hará por par de zapatos. “Buscamos poner freno al contrabando técnico, y a las importaciones que están llegando al país a precios irrisorios, constituyéndose en una competencia desigual para el producto nacional”, dijo el ministro de Comercio, Sergio Díaz-Granados. Estos gravámenes no aplican para las importaciones originarias de los países con los cuales Colombia tiene acuerdos de comercio. Sin embargo, el 70 por ciento de las confecciones que entra al país procede de mercados diferentes, por lo cual se espera que la medida tenga impacto positivo para la industria nacional.El ministro anunció que en camino viene un paquete de nuevas decisiones que hacen parte del Programa de Transformación Productiva (PTP). Entre ellas, se avanza en un proyecto de ley que permite hacer más severo el delito del contrabando, que es un golpe mortal para cualquier industria.Díaz-Granados considera que también es necesario acelerar la entrada en vigencia de la eliminación de los parafiscales, aprobada en la pasada reforma tributaria. Cabe destacar que el sector textil y de la confección es uno de los más beneficiados con la eliminación de los parafiscales y la creación del Cree.Paralelamente, según la directora de Proexport, María Claudia Lacouture, la entidad ha intensificado la labor de promover los productos colombianos en el exterior para aprovechar los TLC que se han firmado. “Hemos incrementado el número de personas de Proexport dedicado a este segmento en particular e intensificado las ruedas de negocios para que puedan aprovechar los nuevos mercados externos”. Después de la entrada en vigencia el TLC con Estados Unidos se han exportado 15 nuevos productos.Sin embargo, de acuerdo con el presidente de Inexmoda, los reales efectos del TLC con Estados Unidos comenzarán a sentirse en los próximos meses, pues en el sector de prendas de vestir las compras se realizan con bastante anticipación. Es decir, el año pasado cuando entró en firme el acuerdo comercial, ya estaban cerrados muchos negocios.¿Pero son suficientes todas estas medidas? Algunos todavía son escépticos frente a sus efectos. Hay quienes piensan que se está dando un giro hacia el proteccionismo y que los consumidores se verán afectados porque al subir el arancel muchos almacenes de ropa subirán sus precios. José Palma, presidente de la Cámara de comercio colombo-chilena, afirma que la medida no soluciona el problema de competitividad del sector textilero en el largo plazo y por el contrario podría generar una contracción del consumo de estos productos por alza en precios y hasta podría estimular el contrabando. Cabe recordar que buena parte de la inversión chilena ha llegado al país a través de empresas de comercio tipo Falabella, La Polar y más recientemente Jumbo.Por el contrario, otros consideran que el gobierno se quedó corto con la medida y algunas más señalan que se debieron decidir antes, para evitar los estragos ya causados. “Los remedios son eficaces cuando se toman en el momento oportuno y en la dosis adecuada”, señala Juan Rafael Arango, gerente de Fataleras.También hay quienes ven que se abren oportunidad, como Roy Azout, gerente de Lafayette. Sostiene que hay que celebrar cualquier medida que vaya en la dirección de lograr que los confeccionistas y textileros “tengan mayores oportunidades y puedan aprovechar la excelente aguja que tiene el país para exportar a los a mercados con TLC como Estados Unidos y próximamente la Unión Europea”.Obviamente para salir del atolladero la industria también tiene tareas pendientes. Tiene que innovar, encontrar el nicho que lahaga más competitiva, crear nuevos canales de distribución y modernizarse. Ya varias lo vienen haciendo. Enka es un buen ejemplo. Le está apostando a las fibras sintéticas, a través de la más alta tecnología, para optimizar las prendas deportivas de alto desempeño.Y pese a las dificultades que afronta, también Fabricato está en un proceso de reconversión y actualmente está operando el telar más moderno del mercado.”Fabricato se ha dado cuenta que tiene que cambiar”, dice su presidente Juan Carlos Cadavid. El mayor problema de esta textilera, de 92 años, es su pesada carga pensional, pues tiene 2.300 pensionados que cubrir.En síntesis, el sector se enfrenta a los mayores desafíos de su historia. El gobierno ha fijado un año –tiempo de vigencia de la medida arancelaria– para que las empresas se preparen y enfrenten en mejores condiciones la inevitable apertura comercial. El presidente Santos anunció que vendrán más medidas dentro de la política industrial. Ojalá así sea, pues Colombia no se puede dar el lujo de abandonar la locomotora industrial que es la que genera empleo y este, a su vez, es el que asegura prosperidad para todos.