La economía azul surge como una oportunidad para que el sector financiero se sume a dichas acciones y sea un agente clave en la protección de los recursos hídricos. El crecimiento de la economía azul –séptima economía más grande a nivel global con un valor económico anual estimado en US$2,5 billones– relacionada con la gestión de los ecosistemas marinos y el aprovechamiento de sus oportunidades, es una de las grandes tendencias de los próximos años.
Colombia, como uno de los cinco países con mayor diversidad marina, tiene todo el potencial para aprovechar dichas oportunidades. Y el sector financiero colombiano puede permitirlo. La participación en iniciativas locales, el desarrollo de productos financieros cada vez más azules, la adecuada gestión e identificación de riesgos y oportunidades socioambientales son fundamentales para promover la economía azul en el país.
El reto surge por la demanda global de recursos naturales que ha provocado un desequilibrio ecológico que se traduce en deterioro de los ecosistemas, pérdidas económicas, desigualdad social, cambio climático, entre otras consecuencias. Los océanos absorben más del 90 % del exceso de calor atmosférico atrapado por los gases de efecto invernadero (GEI), afectando los ecosistemas marinos.
Son varias las amenazas a los océanos, de acuerdo con el Pacto Mundial: cambio climático –la acidez oceánica aumentó 30 % desde el inicio de la Revolución Industrial–, basuras y plástico –40 % del océano afectado por contaminación–, destrucción del hábitat –20 % de los arrecifes de coral a nivel global se han perdido–, sobreexplotación –60 % de las reservas de peces son sobreexplotadas– y gobernanza débil.
La economía azul se relaciona con el uso, la gestión y la conservación sostenible de los recursos marinos a través de actividades que propician el desarrollo económico, la mejora de los medios de vida y preservación de la biodiversidad en zonas afectadas. Además, es una de las acciones de adaptación al cambio climático.
Las conversaciones sobre el potencial de la economía azul sobresalieron en época de pandemia, considerándose como la economía que impulsaría una recuperación sostenible. Los principales sectores abarcados por esta economía corresponden a: pesca, turismo costero, transporte marítimo/fluvial, energía renovable marina, acuicultura, actividades de extracción y biotecnología marina.
El potencial de crecimiento de la economía azul en Colombia se ve reflejado no solo en los sectores existentes –turismo, transporte fluvial–, sino en sectores emergentes, como la energía renovable marina. Se espera para 2022 la publicación de la hoja de ruta de energía eólica marina en Colombia.
A pesar de ello, el financiamiento de proyectos azules por parte de las instituciones financieras (IF) es abarcado de manera transversal. Las IF no cuentan con productos financieros específicos para el financiamiento azul, lo cual se debe principalmente a la falta de conocimiento sobre el concepto de economía azul, sus beneficios y oportunidades.
Sin embargo, IF como la Financiera de Desarrollo Territorial (Findeter) y BBVA han apoyado proyectos de transporte fluvial y turismo sostenible, respectivamente. Así mismo, las entidades gubernamentales reconocen la necesidad de preservar los recursos marinos y es por ello que son incluidos dentro de los planes nacionales de desarrollo.
Las oportunidades de la economía azul para el sector financiero son diversas. Con respecto a los beneficios económicos, invertir US$2,8 billones en cuatro proyectos marítimos tendría un beneficio neto de US$15,5 billones para el año 2050. Dichos beneficios económicos demandan apoyo por parte de las IF.
Por ejemplo, a nivel global, la movilización de recursos financieros en energías renovables marinas es cada vez mayor, siendo fundamental la participación de las IF en la canalización de recursos. Según Irena (Agencia Internacional de las Energías Renovables), se prevé un potencial de crecimiento de la capacidad energética oceánica significativo para 2030.
Así mismo, el apoyo de la banca multilateral es fundamental para impulsar la economía azul. En Latinoamérica, países como Perú y Ecuador son apoyados por el Banco Mundial para el desarrollo de herramientas que permitan la transición hacia una economía azul, fomentando los negocios sostenibles y analizando el estado de los recursos marinos.
En este contexto, la movilización de recursos financieros debe incluir previamente la verificación de riesgos socioambientales de la cartera y los clientes de las IF. Para impulsar la economía azul es necesario analizar e identificar las variables impactadas por el desarrollo de la actividad, gestión de recursos y condiciones sociales, culturales y económicas, entre otras.
De esta manera, no solo se garantiza el cumplimiento regulatorio, sino también los lineamientos exigidos por las IF frente a las mejores prácticas del mercado. La identificación de riesgos y los criterios para el financiamiento azul son descritos en marcos de referencia internacionales que sirven de herramienta para las IF.
Así mismo, en 2018 se publicaron los Principios Financieros de la Economía Azul Sostenible para orientar el financiamiento azul en bancos, aseguradoras e inversionistas y se espera que este año la Corporación Financiera Internacional (IFC) publique la versión final de la Guía de Finanzas Azules, la cual se alinea con los Principios de Bonos Verdes y los Principios de Préstamos Verdes.
Las herramientas, oportunidades y beneficios para impulsar la economía azul podrían tener mayor acogida si las IF incluyen criterios azules en su estrategia comercial y gestión de riesgos. Además, se resalta nuevamente la capacidad de la economía azul de no solamente contribuir en la protección de los recursos marinos, sino en aportar al desarrollo social y económico del país.
Con todo esto, se ve claro que invertir en la economía azul evitaría el ahogo de la economía como un todo.
Por: Catherine Ávila
Analista Sr. de SITAWI Finanzas para el bien.